Miércoles 4 de diciembre de 2002

 

Uno de esos días

 
  Uno de esos benditos días en que todo sale mal. Sabemos que está agendado en un calendario invisible. Que tarde o temprano caerá como una maldición del cielo. Nos empezamos a dar cuenta de que algo no funciona cuando movemos el interruptor y no se hace la luz en el dormitorio.
El día que no queremos vivir, es el día en el nos tuercen la cara. Nos abandonan a la aventura sin fin y nos quedamos enamorados y sobre todo, solos. No hay forma de conjurar el dolor que produce la indiferencia.
En ese día del que no queremos saber, nos duele más que nunca el paso de los años y no haber cumplido las promesas que supimos hacernos en secreto. Llevamos los meniscos rotos del futbolista que se las traía. Gordos en lugar de esbeltos o demasiado perfectos para nuestro espíritu rebelde que acostumbraba a llevar el pelo largo y arito. Ocupados entre cuatro paredes, viendo cómo se nos fuga la luz de la tarde. Cansados. Llenos de una energía que no alcanzamos a traducir en acción. Insatisfechos.
Lo que no hicimos. Y, ya viste como está el país. Cómo estaba. Ya viste cómo es la vida. La vida, eso que pasa mientras estamos atareados haciendo otra cosa, cuentan que dijo John Lennon.
El libro que no escribimos. Dejamos por la mitad el proceso de escritura de una novela reveladora, distinta. "Cien años de soledad" iba a tener que agarrarse fuerte de Macondo para no ser levantada en el aire por la tormenta de nuestra prosa. Vaya uno a saber dónde quedaron esos apuntes. Teníamos tres libretas llenas de personajes. Uno más ocurrente que el otro.
Ni preguntes qué fue de los bíceps que conseguimos en aquellos dos gloriosos meses de gimnasio.
Pudimos ser cualquier cosa y vivir donde quisiéramos. Y, qué extraño, de algún modo hoy somos lo que queremos ser.
Aún hay espacio para los sueños, nadie nos obliga a seguir el camino inverso. Es posible sacarse el polvo de encima e intentar algo nuevo cada vez. Abrir la puerta donde se esconde el alma.
Qué patéticamente mal hemos estado a veces. Hoy, por ejemplo. Ojo, ha sido peor. Aun así salimos a la superficie. Nuestros pulmones se hincharon de oxígeno luego de flotar un largo rato en lo profundo del océano. Qué pobres hemos sido. Pero surgimos de la nada con tal de no morir.
No hay malas reflexiones cuando la angustia y la desesperación se toman un trago en nuestro living. Bienvenido sean Paulo Coehlo, Jorge Bucay, Freud, Lacan, Borges y Charly García. Bienvenidos todos al tren de esta historia que protagonizamos sin ser, atención, Nicolas Cage o Tom Cruise. Un tipo cualquiera nomás, que cuando no le faltan 10 centavos para la cerveza -esa que le cambia la percepción de las cosas y le hace creer que alguna vez podrá cancelar sus facturas- siente que un elefante le ha pasado por encima.
La redención viene en frasco chico: un vaso de vino, un beso, tres líneas en un libro. Ya ves, no era para tanto, varón. Un tango nos cambia la vida. Un súper mambo y sentimos que lo podemos todo.
Vendrán tiempos mejores, y se irán, claro, pero vendrán.

Claudio Andrade
canrade@rionegro.com.ar

   
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