Miércoles 13 de noviembre de 2002
 

Los programas de moda inspiran juegos violentos

 

• El cansancio diario de los padres y el maltrato familiar inciden en las conductas de los chicos • La decadencia cultural y las falencias educativas también aportan lo suyo al fenómeno agresivo • Una vez, el niño es víctima de la violencia.

  Los chicos escuchan y perciben sin los conocimientos necesarios para interpretar con certeza la realidad, pero tienen la seguridad de que "la cosa está rara", que huele mal. En consecuencia, actúan como les sale: con violencia e inocencia.
Esta situación se viene gestando desde hace rato. "Existe una crisis total de valores y los niños se convierten en el síntoma de esta enfermedad", aseguró la psicopedagoga María Esther Federicci, preocupada por el brote violento en las aulas y también en las casas. Cartas firmadas con sangre y "logias" formadas por alumnos que deciden golpear a otros; compañeros que se hacen tajos en los brazos para ver quién es el más valiente. Unos dicen que imitaron a Rebelde Way; otros a Tumberos. Pero más allá de la crítica a los programas de la tevé, hay otras razones que explican este nivel de violencia.
Según los especialistas, la lista de disparadores que provocan estas conductas incluye la responsabilidad de los padres, el alcance de los medios de comunicación, el desempleo, la pobreza, las falencias educativas y la decadencia cultural de la última década. ¡Vaya el cóctel!
"Que los padres descubran recién en el colegio que sus hijos tiene prácticas violentas puede ser superficial. Lo de los chicos, en realidad, puede tratarse de heridas del alma", afirma Jorge Hidalgo, titular de la cátedra de Teoría de la Comunicación I de la UNCuyo, al ser consultado por los hechos conocidos la semana pasada en Mendoza, y que después se supo también pasó en Río Negro, Buenos Aires, en Chaco y otras provincias.
La responsabilidad de los mayores por la exposición de los hijos al bombardeo mediático parece el punto de discusión. Los parámetros horarios variaron de tal manera que es normal encontrar a un niño de 10 años despierto y con los ojos en el televisor mucho después de los avisos de "protección al menor".
"Muchas veces, los padres vienen tan cansados de trabajar y con una carga tan pesada encima, que no tienen tiempo de andar controlando qué miran sus hijos", explica Hidalgo.
Para la socióloga Graciela Cousinet, docente de Ciencias Políticas, "el maltrato familiar y las situaciones diarias hacen que en el seno familiar se genere la sensación de estar en el abismo. Y esos traumas psicológicos estallan en los más débiles: los chicos".
La guerra entre la ficción y la realidad está a punto de entrar en una batalla crucial. "La violencia atrapa como espectáculo. Pero esto no viene de ahora, sino que desde la antigüedad la gente se inclina por este tipo de imágenes. El tema es ver cómo es el proceso de la audiencia, y si verdaderamente esa violencia se convierte en un elemento catártico o genera nuevas formas para resolver conflictos; esto último es peligroso. En medio de tanto desarrollo tecnológico, habría que plantear la posibilidad de codificar ciertos programas que pueden resultar conflictivos", plantea Jorge Hidalgo.
Los especialistas aclaran que lo que pasa en las escuelas no es por culpa exclusiva de los medios y de los programas emitidos. En todo caso, como señala Hidalgo, "los programas manifiestan algo que está pasando en la sociedad argentina y se transforman en un barril de pólvora que explota con los chicos". Entonces pareciera que gana fuerza la teoría de que la ficción definitivamente toma aspectos de la realidad más oculta.
"Volvemos al niño como víctima -reitera la socióloga Cousinet-. Por una cuestión de edad, atraviesa la etapa más conflictiva: es cuando busca un modelo para identificarse. Ante la necesidad de un líder, y al ver que no hay patrones para imitar, sólo encuentran lo negativo".
"La gente está muy ocupada en otras cosas y no tiene tiempo para distracciones culturales -dice Hidalgo-. Por eso es muy difícil pedirle que tenga una mirada crítica de lo que ve".
La visión de Federicci es aún más alarmante de cara al futuro: "Hoy, la mayoría de los mensajes que le están llegando a los chicos entran en cabezas vacías. Están anestesiados y nada los asusta. De ahí que adquieren la violencia en busca de nuevos límites". (AR, El Día y Los Andes)
   
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