Domingo 3 de noviembre de 2002
 

Viejos almacenes que cultivan la tradición rural

 

De rústicas estructuras, están ubicados a la vera de la ruta 22.Tienen hasta 100 años y guardan valiosas anécdotas.

 
Hasta historias de bandoleros se cuentan que ocurrieron en el lugar. Hoy, Onofre López (abajo) cuenta por qué se instaló allí en los años "80.
ALLEN (AA).- "Hasta dónde va, señora", pregunta el colectivero a una pasajera que sube al ómnibus en Allen para dirigirse a la zona de chacras. "Hasta La Titina", responde certera la mujer. Otro hombre, más allá, escucha la misma pregunta y también contesta "al cruce del Pobre Onofre"... En casos de accidentes o hechos salientes en las cercanías, también se suele escuchar una expresión ya común en la zona: "ocurrió cerca de La Titina, o a un kilómetro... de Onofre".
A grandes rasgos, se sabe que estos lugares son viejas despensas de "ramos generales" que desde hace décadas lucen sus rústicas estructuras en pleno corazón de las chacras y a la vera de la ruta 22. Pero más allá de eso, muy poco o casi nada es lo que se conoce sobre estos sitios que remontan a un cercano pasado rural, y merecidamente se han convertido en verdaderos puntos de referencia de la región y sitios de paso obligatorio para la mayoría de los automovilistas que circulan por la vía nacional en el Alto Valle.
Cada uno de ellos, ubicados entre Allen y Guerrico, guardan viejos y añorados recuerdos en la memoria colectiva de los lugareños en todo el Alto Valle, tanto para los viejos chacareros como para los trabajadores que cada temporada llegan para cumplir el ritual del trabajo frutícola.
La Titina y El Pobre Onofre son algunos de los locales más conocidos de la zona rural y ambos permanecen en pie y trabajando, pese a la crisis y los años. El primer local mencionado "es más nuevo", comentan algunos conocedores, y "apenas" tiene 40 años. Pero el edificio del Pobre Onofre, según los recuerdos de nietos de sus fundadores, puede llegar a tener entre 80 y 100 años.
Muchas anécdotas e historias verbales se entretejen en torno a estos lugares, considerados tradicionales e históricos para el patrimonio rural local. Quizá disfrazada, bajo un delgado manto donde se entrecruzan la realidad y la imaginación, una de estas historias hace mención al paso de reconocidos bandoleros por el local. Por caso, Juan Bautista Bairoletto, según comentan descendientes del propietario de la despensa, protagonizó allí un enfrentamiento armado (ver aparte).

Lugares con magia

Turistas y curiosos de esta misma región e incluso de otros puntos del país, también son atraídos por la magia del lugar, y "muchos se bajan a descansar y sacan fotos de lugar", comenta asombrada Mercedes, quien junto a su marido Juan Antonio Guecamburu, hace dos años alquila la vieja despensa del Pobre Onofre, ubicada a unos cinco kilómetros del acceso principal de ingreso a Allen.
Pero no resulta menos llamativo también que, además estos lugares hasta figuran como puntos de destino desde otras provincias.
"Hace un tiempo estábamos en Buenos Aires viendo los viajes en los colectivos y le dije a mi mujer, mirá hasta dónde va: decía a "La Titina", Río Negro", relata Oscar Corral quien junto a Nelly Gentili, "la verdadera Titina", construyeron allá por el año "62 las bases del comercio.
"Titina nació en esta misma chacra, y por eso después, cuando nos casamos decidimos hacer un negocio. Nosotros mismos, con nuestras propias manos levantamos las paredes para abaratar costos y con el paso de los años fuimos ampliando de a poco", cuenta Oscar, emocionado y orgulloso del emprendimiento.
Desde alimentos y bebidas, elementos de perfumería y ropa, y hasta cocinas "empezamos a vender" y después "pusimos la carnicería", comenta Corral.
Las ventas, según comentó el actual inquilino Nivaldo Nahuelquir, por aquellos primeros años de vida de "La Titina" eran mucho más importantes que en la actualidad.
"En el año 64 llegamos a comprar para un sábado hasta 160 kilos de pan y apenas duraba hasta el domingo. Por semana traíamos 1.200 litros de vino y hasta 3 ó 4 medias reses y corderos. Eran otros tiempos", rememoran con nostalgia Titina y Oscar.
Y en el negocio del Pobre Onofre, Onofre López quien le dio nombre al local, también recuerda tiempos memorables durante su paso por allí, durante la década del "80 y por más de 20 años. Sin embargo luego construyó su local en la zona urbana de Allen y optó por mudarse.
"Es propio y estamos contentos", afirma Onofre, aunque aún extraña el olor a "verde" de las chacras y de las manzana frescas, esa "otra vida de antes", cuando todo estaba mejor.

Quién es "El Pobre Onofre"

Onofre López, un vecino de la zona norte de esta ciudad, es la cara real de "El Pobre Onofre". Durante casi 20 años hasta el 2000 fue el encargado de poner el nombre y llevar las riendas del viejo comercio, de grandes y sencillas estructuras y construcción de ladrillos, tan conocida por los habituales transeúntes y automovilistas de la ruta 22. Hoy, sigue embarcado en el mismo rubro, pero desde el local propio que construyó en el barrio Tiro Federal de esta ciudad y al cual decidió llamarlo con el mismo nombre, que se expresa casi como un lamento.
"Le puse ese nombre por una razón muy simple, porque todo el mundo se lamentaba por mí. En el año "80 se me ocurrió la idea de irme para allá, porque acá trabajaba en un comercio pero se fundió, y nos echaron a todos. Entonces con lo que saqué de ahí me compré un colectivo para poder trabajar y puse de garantía la casa. Todo el mundo pensaba que me iba a ir mal, y entonces me decían "pobre se va a fundir" ", comenta sonriente.
"Entonces después vendí el colectivo, hice un capital e invertí todo allá. Y la gente seguía diciendo, "pobre de Onofre, va a perder el colectivo, la casa y hasta la mujer" ", relata. Sin embargo, los planes le resultaron bien y su suerte viró para mejor, aunque todos sigan conociéndolo como "El pobre Onofre".(AA)

Bairoletto de paso en el "boliche de Herrera"

"No sabemos bien en qué año pasó, pero creemos que fue en 1932 ó 1933, cuando (donde ahora es Pobre Onofre) antes se conocía como el boliche de Herrera. Bairoletto mandó a decir que por la noche iba a venir a buscar provisiones, y acá todos lo esperaron armados. Y fue nomás, pero ahí empezaron a los tiros y varios salieron heridos", recuerdan los nietos de Don Domingo Fernández, el fundador del comercio que data desde los primeros años del 1.900.
Incluso, tras el enfrentamiento con los bandoleros patagónicos, "mi mamá recuerda que la abuela decía con otros vecinos que iban a tener que hablar con el gobernador por los robos que hacía Bairoletto", rememoró además Marcelino Fernández.
El episodio es contado como parte de la tradición oral que rodea el lugar, pero es sólo una de las anécdotas que se recuerdan de aquellos años, coincidieron los primos Marcelino y Jorge Fernández Carro. Pero como éstas, hay muchas más.
Del mismo modo, también en "La Titina" sus propietarios guardan en la memoria recuerdos valiosos de un pasado próspero, cuando sin ningún tipo de distinciones "todos los chacareros de la región venían a comprar, se hacían ventas mayoristas y de todos los rubros, porque antes no estaban estos hipermercados que hay ahora", refirió Oscar Corral, con tono cordial y amable.
Además "teníamos un puesto de fruta para los turistas y no cerrábamos en todo el día, porque pasaba mucha gente. Venía gente conocida en esos años, deportistas, automovilistas. Y hasta ahora, sigue llegando gente que viene de Brasil, Chile u otros lugares, pero ahora se acerca y se saca fotos", señala contento el propietario del lugar, que aún sigue viviendo en el kilómetro 1.195 de La Titina, donde crió a sus dos hijos y ahora disfruta a sus tres nietas. (AA)

   
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