Domingo 3 de noviembre de 2002
 

La inundación derrumbó desde Roca a Viedma

 

La nueva creciente del río Negro, sin que cesaran los anegamientos de la primera desde ese mismo invierno de 1899, sólo dejó en pie las sólidas construcciones salesianas.

  La gran inundación de fines de mayo y principios de junio de 1899 recibiría otros diluvios cordilleranos para una segunda creciente que arrasaría el valle sin que el desastre lo mitigara la ayuda colectada más tarde en Buenos Aires.
El 3 de junio de 1899 arribaron a Constitución los tres trenes con Roca y comitiva que venían frustrados por la inundación del río Negro que sólo al ferrocarril Sud -cuya línea a Neuquén pretendía inaugurar- infligió una pérdida de 100.000 pesos en vías y terraplenes inutilizados. Pero el desastre no se había detenido: en Negro Muerto el río creció medio metro y dos días después, en Fortín Viejo del río Colorado subió 70 centímetros.
El 5 de junio, según La Nación del día siguiente, el gobernador interino de Río Negro -Lindor E. Rodríguez- había telegrafiado al Ministro del Interior que la creciente no cesaba y había 10.000 ovejas muertas. En cuanto a salvatajes dijo que "a grandes distancias tengo que mandar embarcaciones en carros porque a remo es imposible dominar la corriente". Escéptico, el funcionario víctima de la falta de reflejos de la burocracia ministerial, clamaba: "...acaban de hacerme saber que recién el jueves se podrá disponer del vapor Río Negro, es decir, cuanto todo esté perdido".

Inspección en canoa

El 7 de junio un gran viento y lluvia azotó a Patagones y Viedma. Allí se preparaba el vapor Río Negro para salir contracorriente a realizar salvatajes costeros. Antonio López, de Correos y Telégrafos, embarcó con un bote a bordo para bogar junto a la línea telegráfica de Pringles a Conesa.
Según los diarios porteños, para el 9 de junio, Pringles (hoy Guardia Mitre) estaba totalmente inundada y había varias casas derrumbadas como en Roca. Pronto los pobladores de Pringles recorrerían las calles en bote, como lo comprobó la tripulación del vapor Río Negro arribada el 11 de junio después de 22 horas de navegación -por sobre bancos e islas- y para desembarcar alimentos y al inspector del telégrafo, que se fue en canoa a la oficina telegráfica y supo que cayeron 20 casas.
El vapor había logrado llegar más allá del valle medio, aprovisionar de alimentos a pobladores aislados y embarcó en Chilforó (sic) al comandante Rudecindo Roca y al gobernador Tello, quienes pretendían seguir a Buenos Aires. "El embarque fue muy difícil a causa de los pantanos y terrenos inundados".
Las crónicas del día también dicen que los 10 mozos traídos por el Ferrocarril Sud para el frustrado banquete en honor de Roca y el estreno ferroviario, no pudieron llegar a embarcarse en el mismo vapor por haberse empantanado los carros "volviendo nuevamente a la estación donde quedaron quién sabe hasta cuando" (las vías entre Chelforó y Roca estaban destruidas).
En medio de tantas noticias torrentosas, una de La Nación del 14 de junio pareció una hazaña deportiva en medio de tanto desastre. Desde el inundado Fuerte Roca el telegrama señaló: "General Roca. Martes 13. Llegó el senador Virasoro en un bote desde el lago Nahuel Huapi en compañía del ingeniero Frez, jefe de la séptima subcomisión de límites. El señor Virasoro viene muy bien impresionado de los territorios recorridos. Trae buenas noticias del regimiento y de una reciente instalación en el lago Nahuel Huapi, desmintiendo completamente los datos desfavorables de un ingeniero de la comisión Cipolletti".
La noticia iba acompañada de una alarma endémica: "En Fuerte Roca se han producido nuevos casos de viruela y sarampión. Los médicos militares se quejan de la indolencia de la autoridad civil que no toma medidas para combatir la epidemia".
Cuando el 19 de junio ancló en Viedma el cazatorpedero Espora necesitado de reparar máquinas (lugar inadecuado y a un mes que se produjera allí un desastre) se supo que en Choele Choel el gobernador Olmos de Neuquén, junto con su jefe de policía, secretario y otros funcionarios, quedaron atrapados por las aguas sin poder retornar a su territorio.
Para principios de julio, aún, todo se iba a gravar y La Nación del día 2, a su reiterado título "Las crecientes del Sur", lo precedió otro de tono alarmante: "Nuevas inundaciones". Es que en Roca el telégrafo había recibido un mensaje de aguas arriba que advertía que el río Neuquén, y a consecuencia de nuevas y torrenciales lluvias, había crecido un metro y medio en Paso de los Indios. Comenzaban los nuevos y más pujantes desbordes y peligraba la reconstruida línea telegráfica, con instrucciones a heroicos guarda hilos y operadores para mantener a toda costa el servicio.
Pero en Pringles, el jefe del distrito telegráfico dispuso que el guarda hilos de esa oficina salga al encuentro de las cuadrillas que trabajaban para aumentar el nuevo conducto a Conesa y previniera al capataz para que se ponga a salvo de la inundación y ganara "las cuchillas". Para el 4 de julio Viedma ya era un pantano y esa noche quedó destruida la línea telegráfica en Roca.
Según La Prensa del 20 de julio (que tituló "Una población en peligro", por Roca) se supo que en Paso de los Indios el río Neuquén ya había subido 8 metros y consiguió destruir el fortín.También alcanzó la oficina telegráfica, provisoriamente trepada a gran altura.

Roca y Viedma desaparecen

El titular del día siguiente y en el mismo diario referido a las crecientes, anunció: "Fuerte Roca inundado". Destruida la línea telegráfica, la noticia fue telegrafiada desde "Chilforó" dando cuenta que "las crecientes han alcanzado a este pueblo -por Roca- a tal punto que sus edificios han sido convertidos en ruinas. Los habitantes han tenido que salir de la población". La oficina telegráfica había sido arrasada por las aguas, pero el que resistía era el muy bien plantado colegio salesiano San Miguel, por previsión edilicia del padre Alejandro Stefenelli.
Otras noticias señalaban que por las buenas disposiciones del coronel Rohde se salvaron muchas familias (más tarde se lo iba a criticar por el emplazamiento que eligió para el nuevo pueblo).
En Viedma el río contribuyó al desborde de la laguna El Juncal y el consecuente anegamiento de la capital territorial.
Una crónica incluida en el libro Historia del Valle Inferior del Río Negro sostiene que "a las 11 de esa noche, 25 de julio, empezó el derrumbe de las casas invadidas por las aguas en la calle Gral. Roca, cayendo la primera la de la señora viuda de Piedra Buena. El 26 continuó la destrucción (...) Viedma iba desapareciendo y Patagones le seguía".
En realidad, según telegramas arribados y despachados por el gobernador rionegrino desde Viedma al Ministerio del Interior, ya el viernes 21 de julio, se aseguraba que en la calle San Juan había 80 centímetros de agua. El gobernador pidió al subprefecto de Viedma seis chalanas cuando el terraplén cedió y las reparación de días anteriores fue una lucha a brazo partido que libró el ingeniero Eliseo J. Schieroni. Ese viernes, la casa de gobierno fue abandonada en bote por los empleados y los presos de la cárcel fueron remitidos a la comisaría de Patagones.
El 23, Fuerte Roca fue abandonado con dos metros de agua y el mismo día el gobernador Tello había logrado cruzar mil habitantes a Patagones (calculaba que 10 mil personas abandonaron sus hogares y pertenencias a lo largo del valle). Ese mismo día Viedma quedó despoblada mientras por las calles de Patagones una procesión imploró protección a la Virgen del Carmen.
La intendencia de Buenos Aires destinó 10.000 pesos para los inundados y en Viedma, el telégrafo se llevó al colegio salesiano, el único en pie.
Quizás la mayor curiosidad haya sido que el juez Lamarque, que había solicitado al ministerio auxilio de la escuadrilla (que comandaba Albarracín), inútilmente, trató de salvar el juzgado: el celador de cárcel llegó a nado hasta el archivo y logró salvarlo. Apenas el juez y empleados abandonaron el edificio, se desplomó.
Curiosidades

* La Prensa del 27 de julio de 1899, estampó en su página 3 un dibujo a carbonilla del viejo pueblo de Fuerte Roca inundado por la segunda inundación en dos meses.
* Cuando casi todo quedó destruido y las pérdidas de bienes eran cuantiosas, desde Buenos Aires fluyeron las contribuciones en efectivo y en especie.
Donaciones de los empleados de grandes tiendas, empresarios, estancieros y alumnado de colegios. Varias sociedades de beneficencia hicieron colectas.
* Las planas de los diarios porteños fueron invadidas por nóminas de señoras y señores donantes de todo origen y condición. La Masonería Argentina también armó un comité de ayuda y recepción.
* El gobernador Tello (ya asentado en Patagones) se dirigió a la esposa del general Vinter, a cargo en Buenos Aires de uno de los reclutamientos con destino a los inundados del Sur. Para la recepción de aquellos envíos hacia Patagones, ya estaba constituido el comité de ayuda y recepción presidido por el intendente Angel Gayone.
* Para el 14 de julio de 1899, antes de la segunda creciente y cuando ya casi todos los pueblos ribereños estaban inundados, en la Capital Federal soportó un temporal que dejó dos heridos y muchos destrozos, como un tambo de la calle San José 1420 (se voló el techo) y otros derrumbes.
* Dos semanas después del temporal porteño, Monseñor Cagliero, vicario salesiano de la Patagonia hizo correr una circular para que las familias cristianas dieran ayuda a los afectados por las inundaciones.

Francisco N. Juárez
fnjuarez@interlink.com.ar

   
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