Jueves 28 de noviembre de 2002
 

Condenados a Latinoamérica

 

Por Mario Teijeiro (*)

  Entretenidos por la inacabable negociación con el Fondo, las peleas de Menem y Duhalde y el show del padre Grassi, pasó inadvertida una noticia muy seria: el Mercosur aprobó el libre tránsito y residencia para todos sus habitantes. A partir de diciembre, los habitantes de los países miembros (más Bolivia y Chile) podrán instalarse en cualquiera de ellos y residir con los mismos derechos civiles que los ciudadanos nativos.
Con esta medida, estamos condenados a parecernos cada vez más a una típica sociedad latinoamericana, con una tremenda dispersión del ingreso. La inmigración de países vecinos durante los "90 fue una de las principales causales del desempleo y caída del salario real de los sectores de menores ingresos. Se calcula que en la década pasada ingresaron 2.600.000 residentes de países vecinos. Aunque no hay cifras oficiales, se estima que aproximadamente un 50% de ellos está indocumentado. Resulta increíble que en estos días nos estemos rasgando las vestiduras por el hambre sin preguntarnos cuáles fueron las causas de la marginalidad que lo provoca y al mismo tiempo realizando acuerdos internacionales que agravarán irremediablemente el problema.
No podemos pretender disminuir la pobreza y la indigencia y mejorar la distribución del ingreso sin ponerle freno a la inmigración de países limítrofes. También corremos el riesgo de que se haga ingobernable la delincuencia asociada al narcotráfico y otros crímenes. Pero en lugar de pensar en medidas para frenarla, como por ejemplo un combate a la residencia ilegal con una aplicación estricta de las normas migratorias existentes, lo que hace esta medida del Mercosur es todo lo contrario. De hecho el acuerdo permitirá blanquear la situación de quienes están actualmente ilegales y permitirá la llegada irrestricta de quienes lo deseen hacer de ahora en más.
¿Es posible, como pretende el populismo, mejorar la distribución del ingreso con una política de libre movilidad poblacional dentro del Mercosur? Por supuesto que no lo es. Apenas mejorara nuestra situación económica tendríamos una nueva oleada de inmigrantes que impediría que los efectos del crecimiento se "derramen" hacia abajo en la forma de mejores salarios (tal como ocurrió con el crecimiento de la primera mitad de los "90). También cualquier esfuerzo eficiente que se pudiera implementar en materia social incentivaría nuevas migraciones masivas, ansiosas de mejorar los paupérrimos niveles de vida en sus países (todavía muy inferiores a los que podrían acceder aquí). Los argentinos tendrán que compartir con extranjeros recién llegados los magros servicios de salud y educación y hasta los planes Trabajar. Cualquier política social sería un barril sin fondo que demandaría gastos presupuestarios crecientes e inabordables. El consenso social para pagar impuestos se resquebrajaría aún más. La evasión será cada vez más difícil de combatir y con ella las distorsiones e injusticias entre quienes pagan y quienes evaden.
Entonces, ¿cómo es posible explicar este desatino? ¿La marginalidad que hemos sabido conseguir no es suficiente y por eso queremos agravarla? "Esto combatirá el trabajo esclavo y beneficiará a los argentinos, que no tendrán que competir contra un inmigrante ilegal al que el empleador le paga menos justamente por ser ilegal", declaró el subsecretario del Ministerio del Interior, Cristian Ritondo, luego de ufanarse que se trata de una legislación más "avanzada" que la de la Unión Europea. El argumento es ridículo, pues si facilitamos y legalizamos la inmigración indiscriminada, lo que tendremos es cada vez más oferta de mano de obra extranjera dispuesta a trabajar por salarios un poco mejores de lo que pueden obtener en sus países. Lo que sí ocurrirá es que los salarios locales bajarán hasta igualarse a los que están dispuestos a aceptar los (ahora legales) inmigrantes.
¿Existe alguna otra explicación? Aparentemente el acuerdo del Mercosur se aceleró porque el presidente Cardoso quería contar dentro de su mandato con la conquista del libre tránsito y residencia en el Mercosur. Pero la "conquista" de Cardoso es nuestra condena a ser definitivamente un país latinoamericano en cuanto a la estructura económica y social. Si existía la presión diplomática, ¿por qué no se empleó la misma firmeza que se usa con el FMI para rechazar o postergar este acuerdo? ¿Cómo es posible que no se haya convocado a un debate nacional previo sobre una medida que definirá (negativamente) nuestro "modelo de país".
¿Quiénes son los principales interesados que fomentaron este acuerdo? ¿Son sectores empresarios que quieren beneficiarse de salarios cada vez más bajos? ¿O es la misma clase política populista y progresista la que ve los beneficios en tener cada vez más pobres e ignorantes para que los voten? En cualquier caso se trata de una medida que va totalmente en contra de un país como el que soñaron nuestros abuelos inmigrantes (una extensión del Primer Mundo en el Cono Sur). Evitemos que este acuerdo se ratifique antes de que sea tarde.


(*) Presidente del Centro de Estudios Públicos
     
     
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