Miércoles 20 de noviembre de 2002
 

Es necesario comenzar a cambiar

 

Por Carlos A. Gregori (*)

  Hoy, todos los que habitamos suelo argentino tenemos un convencimiento: el actual estado de cosas debe cambiar, no podemos seguir así, de esta forma nos destruimos, así no es digno vivir. Tenemos la certeza de que necesitamos generar un cambio. Pero como sociedad, aún no hemos logrado generar una idea básica que nos permita entrever cómo debe ser ese cambio y hacia dónde debemos avanzar. Muchos creen que habrá un acto de magia que hará desaparecer nuestras vicisitudes y que una mañana estaremos disfrutando de un nuevo amanecer donde en un instante todos nuestros pesares habrán desaparecido. Otros esperan al hombre providencial que les dirá lo que deben hacer para que los males desaparezcan. Otros simplemente esperan poder satisfacer sus necesidades básicas como sea. Otros esperan que los mecanismos de la democracia permitan elegir a quien nos sacará del fango y nos pondrá inmediatamente en el buen camino.
Me incluyo entre los que piensan que el gran cambio requerirá de tiempo, esfuerzo y sacrificio. Que necesariamente deberá realizarse desde arriba hacia abajo, porque los que se encuentren en lo más encumbrado de la estructura ética e intelectual de la sociedad deberán asumir de una vez por todas la inexcusable responsabilidad que les cabe en la situación actual.
Aquellos que han detentando, y detentan, altas responsabilidades en la política, en el mundo empresario, en las confesiones religiosas, en las organizaciones sindicales, en los medios de comunicación, por sólo enumerar a algunos y sin querer excluir a muchos otros, son los principales responsables del caos en el que nos encontramos. Sepan que necesariamente deberán asumir esta responsabilidad y que indefectiblemente tendrán que hacer un supremo esfuerzo para que nuestro país cambie y se encamine definitivamente a integrarse en el concierto de las naciones del mundo que trabajan esforzadamente por dar a sus ciudadanos mejores condiciones de vida.
Sepan todos los ciudadanos que si nuestros dirigentes (políticos, empresarios, gremiales, deportivos, religiosos, etc.) no hacen de la virtud su religión, entonces será muy difícil que logremos dejar atrás nuestros males. La moral pública exige que la virtud esté basada en el sacrificio y, por ende, todos aquellos que accedan a dirigir nuestros destinos deberán ser capaces de ofrendar parte de sus vidas y de sus intereses particulares en aras del bien de todos.
De una vez por todas debemos dejar atrás cualquier tipo de práctica deshonesta o mezquina que antepone el beneficio particular e individual, y relega las necesidades y reclamos legítimos de la población en general.
Los dirigentes deberán dar muestras irrefutables de que su accionar no promueve prácticas reñidas con la ética, que por otra parte la sociedad ya no tolera. Será necesario que instrumenten y publiciten mecanismos que en sí mismos faciliten los controles por parte de toda la población. Se dedicarán con profesionalismo a mejorar y optimizar el funcionamiento de todas aquellas obligaciones que son responsabilidad indelegable del Estado (justicia, educación, seguridad, salud). Deberán favorecer la competencia en todo tipo de actividades.
Entonces me pregunto: ¿cómo hacer para que todos estos enunciados no queden en expresiones de buenos deseos? Y es precisamente aquí donde está la clave del principio de solución de los males que nos aquejan desde hace tanto tiempo.
Es necesario que los hombres y mujeres virtuosos de nuestro país, con altos conceptos éticos y con un espíritu inquebrantable de sacrificio se sumen a la ardua tarea de reconstruir las instituciones y de darnos los mecanismos que nos permitan acercar los beneficios de la modernidad a todos los habitantes del suelo argentino.
Es necesario desplazar de sus puestos a todos aquellos que han hecho de las prácticas corruptas su forma de vida y de acrecentamiento de sus fortunas personales.
Es necesario que comencemos a castigar y a erradicar de la sociedad a todos los que medran con las necesidades de nuestros queridos compatriotas.
Es necesario hacer llegar los beneficios de la educación a cada uno de los habitantes del país.
Es imprescindible resolver en forma inmediata las necesidades básicas de alimentación de toda nuestra gente.
Es necesario saber que la sociedad mejora si aceptamos que debemos competir sana y virtuosamente.
Es necesario desarticular para siempre todo tipo de beneficios corporativos.
Es necesario que comencemos a pensar en que para ser grandes como nación debemos comenzar por hacer cada día ese pequeño sacrificio virtuoso que nos obligue a deponer nuestras apetencias personales.
Es necesario que entendamos que ningún éxito es duradero si fue construido sobre la base de la humillación y la degradación de quienes nos rodean.
Es necesario que entendamos que no podemos premiar a quienes han sumido a la población en el mayor de los males que la acosa: la indignidad de la falta de trabajo.
Es necesario que sepamos que nuestro voto vale y que no hay aparato partidario capaz de doblegar las convicciones de quienes quieren vivir dignamente y libres de los compromisos espurios que la necesidad genera.
Hoy los habitantes de esta tierra tenemos una utopía básica por cumplir, que es la de iniciar de una vez por todas el camino del crecimiento, dejando de lado a todos aquellos que nos han dañado, desde hace décadas, con sus prácticas corporativas e individuales corruptas. Es un imperativo del momento dejar en soledad, arrinconados, a aquellos que buscaron siempre protegerse a sí mismos olvidándose de que estaban condenando a la indignidad a millones de argentinos.
Podemos lograrlo, sólo depende de nosotros mismos. Nunca más debemos ser espectadores.
Es un imperativo de la hora que nos toca vivir, que todos aquellos hombres y mujeres de buena voluntad que habitan el suelo argentino se lancen decidida y mancomunadamente a realizar este supremo esfuerzo de producir el cambio virtuoso que nos coloque nuevamente entre las grandes naciones del mundo. La recompensa de esta magna empresa será la inmensa alegría de poder mirar dignamente a los ojos a todos y a cada uno de nuestros compatriotas, sin exclusiones.
Comencemos hoy, sin más, a ser artífices de nuestro propio destino.

(*) Ingeniero. Presidente de Recrear para el
Crecimiento - Distrito Neuquén
     
     
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