Viernes 22 de noviembre de 2002
 

Episodio bochornoso

 
  Aunque el hecho nada novedoso de que haya hambre en muchas partes de la Argentina no ha preocupado demasiado a aquellos dirigentes políticos que prefieren dedicarse a sus respectivas internas partidarias, limitándose a aprovechar en beneficio propio las desgracias ajenas, sí ha impresionado vivamente a muchas personas en el exterior que, después de leer en un diario local o ver por televisión reportajes sobre lo que está ocurriendo, se han movilizado con el propósito de aliviar una situación que consideran intolerable. Pero, como era de prever, los aportes enviados sobre todo por españoles y norteamericanos raramente han llegado al destino con la rapidez que debería ser habitual en una emergencia. Además de tener que pasar por la Aduana, un trámite engorroso si los hay, las donaciones suelen chocar contra la barrera supuesta por un sistema político clientelista que es internacionalmente célebre por su corrupción y su inoperancia. Y, como si las demoras ya rutinarias no fueran lo bastante escandalosas, quienes intentan manifestar su solidaridad corren el riesgo de ser acusados de enviarnos "basura".
Según el administrador de la Aduana, Mario das Neves, esto es lo que hizo un grupo de norteamericanos que, conmovidos por un informe publicado en el Washington Post, trabajaron y aportaron dinero para un cargamento de alimentos, ropa y medicamentos destinado al hospital de Santa Ana, Tucumán. Conforme a Neves, el envío, que fue retenido casi dos meses por la Aduana, consistía en basura sucia e inservible coleccionada por gente deseosa de conseguir deducciones impositivas, agregando que en su opinión Estados Unidos había provocado el desastre económico argentino. Sin embargo, por ser tan eficaces las comunicaciones en el mundo actual, ya se han ido para siempre los días en que un político local podía formular afirmaciones discutibles sin que personas privadas en el exterior pudieran contestar en el acto a través de Internet y los canales televisivos internacionales. Los donantes fotografiaron el cargamento antes de enviarlo, de suerte que pueden mostrar que por lo menos antes de llegar a las manos de los aduaneros no era cuestión de "basura", mientras que por ser obra de una sociedad sin fines de lucro que no paga impuestos en Estados Unidos las acusaciones de Das Neves en el sentido contrario no tienen asidero. Antes bien, su versión parece deberse más a sus prejuicios y a su voluntad de hacer pensar que es un dechado de eficiencia que a la realidad. Puede que a esta altura sea imposible establecer la verdad, pero puesto que los donantes no tenían motivo alguno para gastar decenas de miles de dólares enviando bienes sucios de pésima calidad a un país remoto, sus testimonios resultan más plausibles que los comentarios formulados por Das Neves, funcionario que por razones lógicas no quiere que nadie lo vincule con la muerte de niños tucumanos.
Si bien la solidaridad que han estado manifestando norteamericanos y europeos es admirable, se basa en un malentendido. A diferencia de lo que suele ocurrir en muchas partes de Africa y algunas de Asia, el hambre infantil en nuestro país no se debe a la falta física de alimentos sino a la ineficacia propia de un Estado que ha sido sistemáticamente subordinado a los intereses de políticos profesionales rapaces e inescrupulosos. Por la misma razón que los alimentos enviados por el Estado nacional raramente lleguen a tiempo a su presunto destino en el interior, los cargamentos mandados por grupos de extranjeros horrorizados por los informes sobre la situación que está viviendo el país se verán obstaculizados, cuando no apropiados, por los resueltos a incorporarlos a las redes de distribución politizadas que ellos mismos manejan. Cambiar este estado de cosas es claramente necesario, pero desgraciadamente para la mayoría abrumadora de los habitantes del país los políticos consustanciados con el orden que nos ha llevado a la emergencia actual no tiene ninguna intención de permitirse reformar. Por el contrario, en los meses últimos estos individuos se las han arreglado para reafirmar su dominio sobre las instituciones, razón por la que a pesar del "veranito" que tanto complace al gobierno nacional las consecuencias físicas de la crisis no han dejado de agravarse.
     
     
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