Viernes 8 de noviembre de 2002
 

Todos se quedan

 
  Sin duda exageran los muchos que quieren que "se vayan todos", pero los perjuicios que ocasionaría la expulsión masiva de la clase política actual no serían más graves que los provocados por aquellos "dirigentes" que insisten en aferrarse década tras década a pedazos del poder aun cuando sea evidente que al país le convendría prescindir de sus servicios. Como es notorio, la voluntad de tales políticas de eternizarse en sus sillas ha cavado una fosa profunda entre la ciudadanía y los hombres y mujeres que supuestamente la representan pero que en realidad privilegian sus propios intereses sectoriales y particulares. Aunque en buena lógica el establishment político local debería haberse renovado con mayor frecuencia en el transcurso de los años últimos que sus equivalentes de otras latitudes porque, desgraciadamente para el país, sus fracasos colectivos han sido incomparablemente más espectaculares, nadie ignora que éste no ha sido el caso, razón por la que a pesar de todo lo ocurrido a partir del colapso de la dictadura militar más reciente personajes como Carlos Menem, Eduardo Duhalde e incluso Raúl Alfonsín siguen cumpliendo papeles protagónicos y es factible que los dos primeros sigan dominando el panorama político por muchos años más. La permanencia de estos políticos en el centro del escenario sería "normal" si contaran con el respaldo entusiasta de millones de personas, pero sucede que conforme a las encuestas de opinión son los dirigentes menos valorados de todos.
Por supuesto, es posible que las próximas elecciones obliguen a algunos integrantes del elenco estable a jubilarse, pero en vista de la capacidad de nuestros "políticos de raza" para sobrevivir a reveses que en teoría deberían poner un punto final a su carrera pública, no hay ninguna garantía de que los derrotados no regresen un par de años después resueltos a "reivindicarse" aprovechando los fracasos ajenos. Según parece, este será el objetivo de Duhalde que si bien habrá abandonado la idea de prolongar su mandato actual más allá del 25 de mayo del año que viene, no tiene ninguna intención de alejarse de su base bonaerense que, de mantenerse, le permitiría probar suerte otra vez cuatro años más tarde.
Muchas constituciones latinoamericanas han incluido cláusulas destinadas a prohibir la reelección de mandatarios locales y provinciales, pero en cuanto éstos han podido se las han arreglado para eliminarlas, tentación "natural" que, es innecesario decirlo, ha contribuido mucho al atraso de todos los países de la región. No sólo ha sido cuestión de la corrupción que suele estimular la presencia de regímenes unipersonales sino también de su propensión inevitable a erigirse en defensores a ultranza de intereses corporativos y a negarse a dejarse impresionar por los cambios sociales y económicos que modifican el contexto internacional. Aunque casi todos los políticos de la región hablan como si fueran progresistas, cuando no revolucionarios, la verdad es que la inmensa mayoría es conservadora, en el peor sentido de la palabra, porque se sabe comprometida con las "conquistas" de su propia clientela.
En sociedades más exigentes que las latinoamericanas, el electorado ha adquirido la sana costumbre de echar a aquellos políticos que considera desactualizados, razón por la que los jefes partidarios entienden que la mejor forma de reaccionar frente a una derrota en las urnas consiste en renovar la conducción. Aquí, empero, las presiones son menores, motivo por el que todo caudillo que se precie, trátese de un "carismático" o no, ha conseguido construir en torno de su persona una serie de muros defensivos que sirven para permitirle mantenerse en su puesto hasta su propia muerte o la de su partido. Es urgente poner fin a tal estado de cosas que al convertir a todos los partidos en meras aglomeraciones de feudos rivales nos ha privado de instituciones sin las que el sistema democrático no puede funcionar, pero al reducirse la intensidad de la ofensiva popular contra "los políticos" que tanta alarma sembraba en los primeros meses del año, los beneficiados por el orden existente han perdido interés en reformas que podrían servir para que la política fuera una actividad más abierta y menos corporativa.
     
     
Tapa || Economía | Políticas | Regionales | Sociedad | Deportes | Cultura || Todos los títulos | Breves ||
Ediciones anteriores | Editorial | Artículos | Cartas de lectores || El tiempo | Clasificados | Turismo | Mapa del sitio
Escríbanos || Patagonia Jurásica | Cocina | Guía del ocio | Informática | El Económico | Educación