Domingo 24 de noviembre de 2002

 

Ese inexplicable ritual de a dos

 

Alejandro Lerner y ochocientos seres. Se comunicaron en clave de sol, pero no fueron del todo claros. Algo raro y secreto estuvieron tejiendo durante ciento cincuenta minutos. Los únicos que se llevaron la fórmula para descifrar el fenómeno fueron los convocados. Fue el viernes por la noche , entre baladas cadenciosas y rock a full.

 
Con ropa oscura y campera blanca o con camiseta de Argentina, Lerner y cía. festejaron el Día de la Música.
NEUQUEN.- Cualquier humano reflexionando ante una situación consabida, puede jactarse con la alharaca "y son años...", mientras se sopla las uñas cancheramente. Sin embargo si de ceremonias humanas se trata, habrá siempre de qué asombrarse. Quien se manifieste indemne, se replanteará si cambió de estado, yace bajo tierra y ni siquiera se dio cuenta.
Perorata larga si las hay. Pero de ahí se quiso venir para ir a la tarea.
Recital de Alejandro Lerner (viernes, con el cine Español hasta las pestañas). Cuanto más alejado se esté, cuando alguien no ha sido convocado para el ritual, sino que está allí como extranjero: mejor aún. Se puede despegar. Sobrevolar cartográficamente la platea y aunque esté sometiendo a ochocientas almas a una mirada obscena -porque las espía lisa y llanamente en sus actitudes, reacciones, sensaciones- se podrá dar el gran lujo de ¡ad-mi-rar-se! de un fenómeno que se genera nunca igual.
¿Cómo explicarlo? Veamos. Lerner canta, se detiene y el público que estaba silencioso -miles de voces- despierta colectivamente para completar la frase. Pero la concluye en la mismísima tonalidad y volumen, como si estuviera ensayada.
Fueron numerosas féminas, bastante parejitas, menor cantidad de maduras. Entre veintitantos y treinta y algo (no mucho más ni menos). Hoy se repetirá el concierto a sala repleta, porque no quedaban muchas entradas disponibles. Ese es el público que adora a Lerner, el menudo compositor de look renovado, con barba candado que tras raparse, recuperó la conocida melena lacia.
Casi por dos horas y medias se cantó todo. Si fueron por un bis, los multiplicó por seis o por ocho. Pródigo Alejandro, entregó canciones, casi himnos como "Volver a empezar" o de la memoria argentina tales "La isla" (Malvinas), "Indulto". O para mantenerse agarraditos: "Amarte así", "Si te vas", "Mil veces lloro", "La espera".
¿Cuál es la fórmula Lerner? Totalmente doméstica, con rimas de cajón, con temas de entrecasa a veces. Habla de que el corazón le late, que suspira, que sufre de soledad y la gente está esperando eso, con el cuerpo y las manos zigzagueando en alto y un movimiento de olas, que se arma allá en los fondos de la platea, donde están los últimos y en mansa marejada rompe con suavidad a los pies del teclado del cantante.
Pero Lerner no es sólo un baladista. Cuando se pone en la piel del rock, puede despertar hasta al más calmo. Va y viene: de letras movilizantes a enamoramientos melosos; de compromisos al relax; de los muy exitosos a los recién escritos ("Todo a pulmón", "Simple", "Y quien te dijo", "La belleza", "Avisos clasificados").
Se entrega con todo: buena puesta, recursos audiovisuales interesantes, pertinentes, equilibrados (no satura). Tuvo una contención fuerte en su banda (invitó a un músico local: se lució) Después el resto fue natural: un dar y dar y dar.

Beatriz Sciutto

   
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