Sábado 23 de noviembre de 2002

 

D"Orbigny en clave literaria

 
  La llegada de Alcides D"Orbigny al Fuerte y Población Nuestra Señora del Carmen, en enero de 1829, es coincidente con la visita de numerosos científicos europeos que en la primera mitad del siglo XIX visitaron nuestro país con el objeto de relevar los ricos yacimientos paleontológicos y arqueológicos de Sudamérica y de la flora y fauna desconocida en sus países de origen.
Los dos naturalistas de mayor relevancia que llegaron a la Argentina en esa época fueron Charles Darwin y D"Orbigny. Coincidentemente, el padre de la teoría de la evolución de las especies, visitó también Patagones.
D"Orbigny nació en Francia el 6 de setiembre de 1802 y murió en su patria, en Saint Remis, el 30 de junio de 1857. El trabajo de sus observaciones durante su paso por América del Sur, fue publicado entre 1834 y 1847, en nueve volúmenes, bajo el título "Viaje a la América Meridional", sólo comparable, de acuerdo a algunos estudiosos, a los arduos escritos de Humboldt sobre la América Equinoccial.
Su trayectoria en el campo de la ciencia le valió la distinción de Caballero de la Legión de Honor; fue, además, miembro de honor de la Sociedad Geográfica de Francia y de numerosas academias científicas de Europa y América. Asimismo, se lo considera fundador de la micropaleontología a raíz de su especialización en el estudio de pequeños fósiles.
En el tomo II de su obra, D"Orbigny narra su viaje a la Patagonia. Su partida de Buenos Aires con destino al puerto de Patagones se produce el 8 de noviembre de 1828, en un contexto de gran convulsión política, a poco de suceder el fusilamiento de Dorrego. Llega a su destino en enero de 1829. El Carmen gozaba aún de los beneficios que le había deparado la guerra con el Brasil. El tráfico de los corsarios basado en su puerto le había significado una riqueza imposible en lo que otrora constituía el confín del mundo conocido.
El lector, sin duda, es sorprendido por D"Orbigny en las primeras líneas que introducen su viaje a la Patagonia. "Deseaba ver con mis propios ojos esos famosos gigantes, descriptos por el caballero Pigafetta, en la expedición del inmortal Magallanes".
Continúa haciendo referencia "a las naciones que habitan la parte más austral del continente americano" hasta construir el objeto principal de su discurso. A continuación, en un grado de menor importancia, presenta "otro motivo no menos atrayente y más de acuerdo con mi misión, que me atraía hacia esas comarcas salvajes: debía hallar gran número de animales nuevos...".
La sorpresa no es menor. El viajero francés se constituye en su texto como un naturalista. Sin embargo, la Patagonia produce en él una transformación en los propósitos de su viaje. No es la fauna, ni la flora, ni la geografía patagónica, sino un relato patagónico enmarcado en Península Valdés pero inspirado en los gigantes de la Edad Media, lo que llama su curiosidad de viajero. Pigafetta, como tantos otros cronistas de la conquista, "vieron" en América y, en especial, en la lejanía de la Patagonia, la construcción fantástica de gigantes y monstruos que produjo la imaginación del hombre del medioevo. "Supe que navegando por el Océano se veían cosas maravillosas y me determiné –expresa Pigafetta- a asegurarme por mis propios ojos de la veracidad de todo lo que se contaba, para a su vez, contar a otros mi viaje, tanto para entretenerlos como para serles útil y lograr al mismo tiempo hacerme un nombre que llegase a la posteridad". Al llegar a San Julián, narra una escena que circulará por Europa con la atracción de un imán: "Un día, de pronto descubrimos a un hombre de gigantesca estatura, el cual, desnudo, sobre la ribera del puerto, bailaba, cantaba y vertía polvo sobre su cabeza. Era tan alto él, que no le pasábamos de la cintura".
Estos relatos del viaje de Magallanes conformaron durante varios siglos una cantera tan asombrosa como las canteras de fósiles en las que hurgará D"Orbigny como científico; pero es aquella, la primera, en la que buscará con mayor énfasis ¿la comprobación? de un relato.
Alcides D"Orbigny, como Pigafetta, aun luego de descubrir que tales gigantes no existieron jamás, nutrirá esta "cantera" que la febril imaginación de aquel florentino abrió por primera vez en la Bahía de San Julián en 1519. Hoy, su libro, nos propone esta lectura.
En su tiempo, la obra de D"Orbigny ocupó el centro de la atención de las ciencias naturales y la geografía. A medida que la ciencia evolucionó fue desplazándose hacia sus bordes hasta perder la relevancia que tuvo al ser editada. Posteriormente, se constituyó en una fuente ineludible para los historiadores. Agotado, quizás, en esta vertiente, ahora nos invita a buscarle un nuevo centro. La literatura, como otra forma del conocimiento humano, sabe que esta "cantera" de relatos patagónicos no está agotada. Nos invita a leer a D"Orbigny en una nueva clave. Y a los escritores patagónicos, seguramente, les reserva los mejores hallazgos.

Pedro Oscar Pesatti
   
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