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Cualquier
montañista que haya frecuentado los refugios de los Andes australes podría
reunir una nutrida memoria de peripecias. Acopiarían la sucesión de jornadas
en los refugios del Tronador o bajo el techo de sus similares en la región
de los lagos. Esos trepadores podrían evocar en contraluz el perfil del
guía y refugiero Carlos Sonntag (como se ilustra en esta página, porque
de él se trata) en una arista rocosa del cerro López que realza el paisaje
a sus pies. Allí nadie tuvo mejor humor, ingenio y la quimera empresaria
que Renato Catelani destinó al López, pionero del turismo receptivo en
la recordada agencia Eves. Comprometió toda un vida en la ilusión de montar
un complejo para el montañismo y el esquí cruzado por funiculares que
sólo quedaron en su ilusión propulsora. Renato fue uno de los baluartes
de la legión "tana" de montañistas barilochenses y quizás alguien retenga
el manuscrito de su versión en solfa que retrató el viaje y las peripecias
de la primera expedición invernal al Fitz Roy. Su fuerte era el humor.
Del almacén a la cumbre
Nadie que viera a Pedro Strukelj envolver con
parsimonia un kilo de azúcar en su almacén barilochense y con voz nasal
y pausada, podría imaginarlo como guía profesional que era, en el viejo
refugio del Tronador dispuesto a un asalto a la cumbre del pico Argentino,
su paseo predilecto. En enero, la Depresión entre las dos cumbres del
coloso de hielo, parecía una esquina de ciudad y podía reunir en una
tarde a más de tres "cordadas" que intentaban distintas cumbres. Este
cronista, por ejemplo, conoció allí a Dinko Bertoncelj, después de gritarse
de cumbre a cumbre y reunirse en la Depresión.
Dinko había trepado en solitario proyecto toda la montaña y alcanzado
hacía minutos la cumbre internacional. Era joven, soltero codiciado
y venía del Himalaya. En la Depresión tomó los esquís que dejó para
encarar las laderas más difíciles, y a pesar que volvería por los flancos
del Camping, esquió en una exhalación hasta el refugio viejo para prepararnos
un té y luego volver a trepar para pasar el lomo de montaña que lo llevaría
al récord de retornar al punto de partida en el valle para vencer la
cumbre en una jornada non stop.
Pareciera una leyenda que quiere agigantar un cuentista, pero muchos
años antes a la aparición de Dinko por esos glaciares -donde protagonizó
a un esquiador que rivalizaba con otro (Pablo Ronsekjer) para una película
de largo metraje del veterano cine nacional- al viejo refugio del Tronador
llegó herido el guía profesional Alex Hemmi. Cumplió en conducir a su
cliente después de que en plena trepada enfrentó un derrumbe de piedras
para protegerlo, pero padeció las consecuencias: resultó muy golpeado.
Luego actuó la comisión de auxilio, y el cliente gratificó el conjunto
de acciones, haciendo una donación al guía que éste cedió a la comisión
de auxilio de CAB.
Maldito mosquito
Esas nieves conseguían la mayor negritud en
los rostros de montañistas como el tenor Gregorio Ezquerra y de Teodoro
Sifuentes (caído para siempre en las filosas aristas del Catedral) y
ampollaba la piel pecosa de Manolo, también mortificada por un raro
mosquito que en el Vilcabamba del Perú le consiguió un medallón infectado
por el que maldijo por años al Inca de Quito (el que mandó el oro que
fue enterrado a mitad de camino y muchos inútilmente buscaron, incluido
Manolo).
El Año Geofísico Internacional dejó plantado en el filo de Castaño Overa
del Tronador, un pequeño refugio de metal de netos fines científicos.
Finalmente fue donado al CAB y protegió bolsas de cemento, lleno casi
hasta el techo.
A metros de esa cabina de zinc se levantaría el refugio Otto Meiling,
un verdadero homenaje en vida al pionero del montañismo y el esquí barilochense.
Curiosamente ese mismo verano, después de dormir sobre las bolsas de
cemento del Meteorológico y en marcha hacia las cumbres en travesía
por el filo La Vieja, un hueco en el glaciar se agrandó en la puja del
personaje que había cavado esa cueva donde pasó la noche: el mismísimo
Otto Meiling, ya veterano y en plan solitario se dispuso partir hacia
las cumbres. Por entonces no se sabía que el refugio -aún por erigirse-
llevaría su nombre. Tampoco quienes nos topamos con Meiling sabíamos
que la escalada de esa ocasión nos complicaría en un plan mayor.
La trepada se demoró porque el grupo de escalada era algo numeroso y
con personajes no tan experimentados. Dos debieron ser desechados para
la escalada y aún así, el plan a la cumbre argentina se alargó tanto
que, cuando atacábamos la parte final (por donde revoloteó décadas más
tarde el helicóptero de Carlos Campos en el trágico rescate de hace
unos años y por donde se desbarrancó una patrulla militar con consecuencias
fatales) otra cordada que marchaba a velocidad natural, nos alcanzó
en la cumbre. Era un trío comandado por Jorge Marticorena (en los últimos
años vinculado al Centro Atómico). Parecía una casualidad pero no lo
era. Marticorena era uno de los interesados, como nosotros, en desentrañar
la incógnita de las perdidas cataratas del Vodudahue. El lo había planteado
en el boletín de la asociación de Acampantes. Debimos descolgarnos en
rappel hasta una cornisa de hielo y bajar con cautela hasta la Depresión
de allí hacia el refugio viejo, por seguridad en el descenso, y caminamos
el glaciar bajo las estrellas mientras nos juramentamos desentrañar,
en base a una poderosa expedición, el misterioso escondite de las cascadas
del río Vodudahue.
(Continuará)
fnjuarez@interlink.com.ar
Curiosidades
• Hace exactamente un siglo, el 12 de octubre
de 1902, dos comisionados del Chubut desembarcaron en Buenos Aires y
dos días después visitaban las redacciones de los diarios. "Los señores
Williams y Morgan, miembros de la comisión de defensa del territorio
del Chubut visitaron ayer nuestra redacción a fin de hacer conocer el
propósito que los trae a esta capital a donde llegaron hace dos días",
publicó La Prensa del 15 de octubre del año dos. En realidad eran comisionados
de los vecinos, más que del gobierno territorial y el objetivo mayor
era entrevistarse con el ministro del Interior para que se enviara "un
ingeniero para que estudie la mejor forma de cerrar las brechas abiertas
por el río Chubut en las dos últimas inundaciones que se han producido
y evitar los desbordes en lo sucesivo".
• Los enviados Williams y Morgan aducían que "el perito Moreno y el
representante del árbitro inglés Sir Thomas Holdich les prometieron
-cuando estuvieron allí- recomendar a la consideración de alzada, algo
que ellos consideran de suma importancia". Los comisionados sostenían
que era poco el valor entregado a lo largo de dos años (la gran inundación
fue en 1899) para construir canales, erigir defensas contra crecientes
y encauzar al río, fondos que debían ser incrementados.
• El 15 de octubre de aquel año 1902 llegó a Choele Choel el gobernador
Tello en navegación desde Patagones y Viedma y a bordo del vaporcito
Teuco. Venía a dedicarse a ubicar a los colonos "galenses (sic) que
ya se encuentran en la Isla Grande". Para entonces, el director de la
cárcel tropezaba con grandes inconvenientes: nadie quería celebrar un
contrato de construcción de los calabozos por la ínfima suma destinada
al gasto. Por eso seguiría utilizando los galpones de zinc. Un gallinero.
• El 18 de octubre de hace un siglo se supo en Piedra del Aguila que
"el indígena Valentín Antulef, acusado de homicidio al soldado del regimiento
3ro. De Caballería de Línea Domingo Herrera" sería remitido a Chos Malal
para su juzgamiento. El grave episodio protagonizado por Antulef -un
garrotazo en el cráneo del soldado- había ocurrido el 23 de mayo de
1902 en el paraje Manuel Malal en circunstancias en que vadeaban el
río Malleo. El nativo permaneció encarcelado en el campamento militar
de San Martín de los Andes. De allí, a petición del comisario Roca fue
conducido a Junín de los Andes para luego pasar a la capital territorial.
• Para estos mismos días de hace un siglo, el corresponsal de La Prensa
en Chos Malal recibió carta del juez de paz de 6to. Departamento -que
era don Napoleón Díaz de Goitía- y en la que sostiene que vive en un
rancho miserable, duerme debajo de la mesa de la oficina y cuando llueve
debe tapar los libros con ponchos. Le debían 9 meses de sueldo.
• Para entonces la población de Chos Malal estaba descontenta y a parecer
allí corrieron entonces los infundados rumores de que se preparaba un
movimiento subversivo en contra de las autoridades. Pero se charló con
los viejos pobladores y estos despreciaron la especie. Más consistente
pero menos refulgente era ese desmejoramiento que se repetía en cierto
comportamiento de pobladores urbanos. Por ejemplo, el comerciante Trotta
puso en alarma al vecindario con repetidos disparos de revólver que
hizo dentro de la casa defendiéndose de un agresor, tal vez imaginario,
pero que apoyaban ciertos ciudadanos que se esforzaban con deducir como
cierto, lo que edulcoraban ciertas damas más cercanas a la realidad
hallable en mis sueños jóvenes que en las fantasías de ellas.
• Se suponía que Pedro León del Río había fugado a Chile en goce de
libertad bajo fianza. No se lo encontraba ni tampoco se presentaba a
la justicia tras herir ferozmente en setiembre de aquel año 1902 a Ramón
Riquelme. Falleció en la noche del 16 de octubre.
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