Domingo 13 de octubre de 2002
 

Perfiles andinos y planes de aventura mayor

 

Los tiempos del andinismo romántico no están tan lejanos y desbordan de personajes memorables. La evocación demuestra que la aventura sólo engendra más aventura.

  Cualquier montañista que haya frecuentado los refugios de los Andes australes podría reunir una nutrida memoria de peripecias. Acopiarían la sucesión de jornadas en los refugios del Tronador o bajo el techo de sus similares en la región de los lagos. Esos trepadores podrían evocar en contraluz el perfil del guía y refugiero Carlos Sonntag (como se ilustra en esta página, porque de él se trata) en una arista rocosa del cerro López que realza el paisaje a sus pies. Allí nadie tuvo mejor humor, ingenio y la quimera empresaria que Renato Catelani destinó al López, pionero del turismo receptivo en la recordada agencia Eves. Comprometió toda un vida en la ilusión de montar un complejo para el montañismo y el esquí cruzado por funiculares que sólo quedaron en su ilusión propulsora. Renato fue uno de los baluartes de la legión "tana" de montañistas barilochenses y quizás alguien retenga el manuscrito de su versión en solfa que retrató el viaje y las peripecias de la primera expedición invernal al Fitz Roy. Su fuerte era el humor.

Del almacén a la cumbre

Nadie que viera a Pedro Strukelj envolver con parsimonia un kilo de azúcar en su almacén barilochense y con voz nasal y pausada, podría imaginarlo como guía profesional que era, en el viejo refugio del Tronador dispuesto a un asalto a la cumbre del pico Argentino, su paseo predilecto. En enero, la Depresión entre las dos cumbres del coloso de hielo, parecía una esquina de ciudad y podía reunir en una tarde a más de tres "cordadas" que intentaban distintas cumbres. Este cronista, por ejemplo, conoció allí a Dinko Bertoncelj, después de gritarse de cumbre a cumbre y reunirse en la Depresión.
Dinko había trepado en solitario proyecto toda la montaña y alcanzado hacía minutos la cumbre internacional. Era joven, soltero codiciado y venía del Himalaya. En la Depresión tomó los esquís que dejó para encarar las laderas más difíciles, y a pesar que volvería por los flancos del Camping, esquió en una exhalación hasta el refugio viejo para prepararnos un té y luego volver a trepar para pasar el lomo de montaña que lo llevaría al récord de retornar al punto de partida en el valle para vencer la cumbre en una jornada non stop.
Pareciera una leyenda que quiere agigantar un cuentista, pero muchos años antes a la aparición de Dinko por esos glaciares -donde protagonizó a un esquiador que rivalizaba con otro (Pablo Ronsekjer) para una película de largo metraje del veterano cine nacional- al viejo refugio del Tronador llegó herido el guía profesional Alex Hemmi. Cumplió en conducir a su cliente después de que en plena trepada enfrentó un derrumbe de piedras para protegerlo, pero padeció las consecuencias: resultó muy golpeado. Luego actuó la comisión de auxilio, y el cliente gratificó el conjunto de acciones, haciendo una donación al guía que éste cedió a la comisión de auxilio de CAB.

Maldito mosquito

Esas nieves conseguían la mayor negritud en los rostros de montañistas como el tenor Gregorio Ezquerra y de Teodoro Sifuentes (caído para siempre en las filosas aristas del Catedral) y ampollaba la piel pecosa de Manolo, también mortificada por un raro mosquito que en el Vilcabamba del Perú le consiguió un medallón infectado por el que maldijo por años al Inca de Quito (el que mandó el oro que fue enterrado a mitad de camino y muchos inútilmente buscaron, incluido Manolo).
El Año Geofísico Internacional dejó plantado en el filo de Castaño Overa del Tronador, un pequeño refugio de metal de netos fines científicos. Finalmente fue donado al CAB y protegió bolsas de cemento, lleno casi hasta el techo.
A metros de esa cabina de zinc se levantaría el refugio Otto Meiling, un verdadero homenaje en vida al pionero del montañismo y el esquí barilochense. Curiosamente ese mismo verano, después de dormir sobre las bolsas de cemento del Meteorológico y en marcha hacia las cumbres en travesía por el filo La Vieja, un hueco en el glaciar se agrandó en la puja del personaje que había cavado esa cueva donde pasó la noche: el mismísimo Otto Meiling, ya veterano y en plan solitario se dispuso partir hacia las cumbres. Por entonces no se sabía que el refugio -aún por erigirse- llevaría su nombre. Tampoco quienes nos topamos con Meiling sabíamos que la escalada de esa ocasión nos complicaría en un plan mayor.
La trepada se demoró porque el grupo de escalada era algo numeroso y con personajes no tan experimentados. Dos debieron ser desechados para la escalada y aún así, el plan a la cumbre argentina se alargó tanto que, cuando atacábamos la parte final (por donde revoloteó décadas más tarde el helicóptero de Carlos Campos en el trágico rescate de hace unos años y por donde se desbarrancó una patrulla militar con consecuencias fatales) otra cordada que marchaba a velocidad natural, nos alcanzó en la cumbre. Era un trío comandado por Jorge Marticorena (en los últimos años vinculado al Centro Atómico). Parecía una casualidad pero no lo era. Marticorena era uno de los interesados, como nosotros, en desentrañar la incógnita de las perdidas cataratas del Vodudahue. El lo había planteado en el boletín de la asociación de Acampantes. Debimos descolgarnos en rappel hasta una cornisa de hielo y bajar con cautela hasta la Depresión de allí hacia el refugio viejo, por seguridad en el descenso, y caminamos el glaciar bajo las estrellas mientras nos juramentamos desentrañar, en base a una poderosa expedición, el misterioso escondite de las cascadas del río Vodudahue.
(Continuará)
fnjuarez@interlink.com.ar

Curiosidades

• Hace exactamente un siglo, el 12 de octubre de 1902, dos comisionados del Chubut desembarcaron en Buenos Aires y dos días después visitaban las redacciones de los diarios. "Los señores Williams y Morgan, miembros de la comisión de defensa del territorio del Chubut visitaron ayer nuestra redacción a fin de hacer conocer el propósito que los trae a esta capital a donde llegaron hace dos días", publicó La Prensa del 15 de octubre del año dos. En realidad eran comisionados de los vecinos, más que del gobierno territorial y el objetivo mayor era entrevistarse con el ministro del Interior para que se enviara "un ingeniero para que estudie la mejor forma de cerrar las brechas abiertas por el río Chubut en las dos últimas inundaciones que se han producido y evitar los desbordes en lo sucesivo".
• Los enviados Williams y Morgan aducían que "el perito Moreno y el representante del árbitro inglés Sir Thomas Holdich les prometieron -cuando estuvieron allí- recomendar a la consideración de alzada, algo que ellos consideran de suma importancia". Los comisionados sostenían que era poco el valor entregado a lo largo de dos años (la gran inundación fue en 1899) para construir canales, erigir defensas contra crecientes y encauzar al río, fondos que debían ser incrementados.
• El 15 de octubre de aquel año 1902 llegó a Choele Choel el gobernador Tello en navegación desde Patagones y Viedma y a bordo del vaporcito Teuco. Venía a dedicarse a ubicar a los colonos "galenses (sic) que ya se encuentran en la Isla Grande". Para entonces, el director de la cárcel tropezaba con grandes inconvenientes: nadie quería celebrar un contrato de construcción de los calabozos por la ínfima suma destinada al gasto. Por eso seguiría utilizando los galpones de zinc. Un gallinero.
• El 18 de octubre de hace un siglo se supo en Piedra del Aguila que "el indígena Valentín Antulef, acusado de homicidio al soldado del regimiento 3ro. De Caballería de Línea Domingo Herrera" sería remitido a Chos Malal para su juzgamiento. El grave episodio protagonizado por Antulef -un garrotazo en el cráneo del soldado- había ocurrido el 23 de mayo de 1902 en el paraje Manuel Malal en circunstancias en que vadeaban el río Malleo. El nativo permaneció encarcelado en el campamento militar de San Martín de los Andes. De allí, a petición del comisario Roca fue conducido a Junín de los Andes para luego pasar a la capital territorial.
• Para estos mismos días de hace un siglo, el corresponsal de La Prensa en Chos Malal recibió carta del juez de paz de 6to. Departamento -que era don Napoleón Díaz de Goitía- y en la que sostiene que vive en un rancho miserable, duerme debajo de la mesa de la oficina y cuando llueve debe tapar los libros con ponchos. Le debían 9 meses de sueldo.
• Para entonces la población de Chos Malal estaba descontenta y a parecer allí corrieron entonces los infundados rumores de que se preparaba un movimiento subversivo en contra de las autoridades. Pero se charló con los viejos pobladores y estos despreciaron la especie. Más consistente pero menos refulgente era ese desmejoramiento que se repetía en cierto comportamiento de pobladores urbanos. Por ejemplo, el comerciante Trotta puso en alarma al vecindario con repetidos disparos de revólver que hizo dentro de la casa defendiéndose de un agresor, tal vez imaginario, pero que apoyaban ciertos ciudadanos que se esforzaban con deducir como cierto, lo que edulcoraban ciertas damas más cercanas a la realidad hallable en mis sueños jóvenes que en las fantasías de ellas.
• Se suponía que Pedro León del Río había fugado a Chile en goce de libertad bajo fianza. No se lo encontraba ni tampoco se presentaba a la justicia tras herir ferozmente en setiembre de aquel año 1902 a Ramón Riquelme. Falleció en la noche del 16 de octubre.

 
   
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