Lunes 21 de octubre de 2002
 

Plazas de hoy

 
  Luego de conversar con Edelmiro Farrell, Juan Domingo Perón apareció en el balcón de la Casa Rosada. Terminaba el 17 de octubre de 1945 y la primera palabra ante el micrófono se repitió varias veces durante el discurso: "Trabajadores".
Claro, más de un millón de personas con empleo colmaban Plaza de Mayo para demostrar lealtad a su líder.
Tanto ha cambiado la Argentina que la referencia hacia el auditorio de un político jamás volvió a ser la de Perón.
"Hermanos y hermanos de mi Patria" comienza un Carlos Menem que en esto de la desocupación tiene mucho que ver.
"Rionegrinos, rionegrinas", arranca un simple Pablo Verani.
Tanto ha cambiado la Argentina que hoy Plaza de Mayo se llena... pero de gente sin trabajo.
En las plazas de hoy confluyen todo tipo de reclamos. Además del empleo, fuente de muchas otras necesidades básicas, los gritos persiguen objetivos fundamentales como el respeto a los derechos humanos y a la propiedad privada. También al acceso libre a la salud, educación y justicia.
Lamentablemente, la sensación es que el sonido de las voces que parte de la gente rebota en la pared del edificio que alberga a los destinatarios de la protesta.
No llega ni siquiera el eco. ¿Por qué? Puertas adentro se discuten otras cosas. Entonces el proceso de comunicación está roto.
Escuchar un programa informativo de radio o repasar las secciones de un diario permite acercarse más a esta visión.
En un segmento, un político hace una crítica descarnada a su rival en la interna, al gobernante de turno y a los fines oscuros de políticos enquistados en puestos de poder. Después, uno de los acusados exige su derecho a réplica, que ejerce con frases explosivas e invita a que la disputa sume un nuevo round mañana, tal vez con otros protagonistas pero girando siempre sobre el mismo eje.
Llega el turno para los vecinos. "Que me arreglen la calle, que me den trabajo, comida, que no tenga que hacer cola en el hospital y cuando llegue mi turno estén los medicamentos que necesito". Algo no anda bien.
Una nena de 11 años se desmayó la semana pasada en una escuela primaria de Roca. Había pasado un día desde que recibió el último alimento, que apenas era la leche con pan que otorga el refrigerio en el establecimiento educativo.
El escenario donde ocurrió no es un dato para pasar por alto. El hambre volvió a golpear en un edificio del centro de la ciudad, evidenciando que una a una, la necesidad de un comedor para los alumnos está abarcando a la totalidad de las escuelas roquenses.
Tampoco hay que olvidar que en poco tiempo, con el fin del ciclo lectivo, los chicos no sólo se quedarán sin comedor los fines de semana como ahora sino que deberán encontrar un nuevo espacio -extra escolar- para satisfacer su necesidad alimentaria.
¿Qué pasará? Por más que los datos oficiales y la cantidad de pobres en los comedores comunitarios muestren realidades distintas, nada garantiza que esos chicos que hoy comen en la escuela tengan un lugar en su barrio durante las vacaciones.
Mientras los reproches entre candidatos deberían acercarse bastante más a las carencias cotidianas de los vecinos, a la hora de debatir la elección de muchos persiste en el control de estructuras partidarias, negociaciones de puestos, pintadas y aportes al comité.
Está bien que las cuestiones internas partidarias se discutan para mejorar el funcionamiento de los partidos. Pero intentar escapar a las frivolidades para que un día el grito desde la plaza vuelva a ser para un líder decidido a comunicarse con los problemas reales de la gente no estaría nada mal.

Hugo Alonso
halonso@rionegro.com.ar

     
     
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