Alientan la producción de fruta fina en la región
Rafael Delpech, productor y especialista en la materia, disertó en Neuquén ante productores locales. El tipo de cambio y las formas asociativas son las principales ventajas comparativas para el desarrollo de un mercado con demanda creciente.
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Esa "enorme" demanda de consumidores nacionales y extranjeros de las variedades de berries -frambuesa, boisonberry, loganberry y otras-, frutillas, guindas y cerezas, tienen un único inconveniente, que es la falta de logística para llegar en fresco a Buenos Aires y los grandes centros de consumo del país y del exterior. Delpech dijo entonces que es necesario "desarrollar la producción para satisfacer a los consumidores del Valle y zonas turísticas y la logística para sacar en IQF -Individual Quality Freeze-, un sistema de enfriamiento que permite la comercialización manteniendo la calidad de la fruta.
Eso implica establecer fábricas de jugo a la vez que se abastece las usinas lácteas o las plantas de elaboración de concentrados de fruta. En Neuquén, el Centro Pyme favoreció el contacto entre un productor radicado en Plottier con la principal acopiadora y mayorista de fruta fina en el país, pero el negocio no se formalizó porque no hubo acuerdo en la cotización de la fruta.
Delpech, que fue invitado por el Centro Pyme a disertar -el jueves pasado- sobre el panorama del mercado de la fruta fina en el país y las perspectivas para los productores, dijo que en el Alto Valle hay una "historia de asociativismo, una cultura entre los productores para trabajar juntos", a diferencia de otras regiones de la Argentina. Dijo que en la frambuesa, por ejemplo, en el segundo ciclo ya se está en plena producción y se puede comenzar a organizar las variedades y el calendario de cosechas de manera escalonada.
Además, los gastos resultan inferiores a los de la fruticultura tradicional -en insumos, materiales- y el único requerimiento importante -que en el Valle existe- es la disponibilidad de abundante mano de obra "con cierta calificación".
Dijo que en poco tiempo más las mil hectáreas de guindas y cerezas que existen producirán unas 25 mil toneladas anuales de fruta y que los cultivos de frambuesa pueden coordinarse de manera de "hacer coincidir las sinergias".
En Argentina hay 150 hectáreas de fruta fina y 50 hectáreas nuevas, que implica una producción de 400 toneladas, pero el mercado debería "absorber más". Ese volumen alcanza "sólo para la industria -láctea, juguera y dulces-" pero la demanda potencial es de 1.500 toneladas anuales "sin contar la exportación".
Mencionó que en diciembre de 2001 la fruta se entregaba en fresco a cinco pesos por kilogramo y a 1,20 congelado en bloque. Este año, la cotización es en dólares y el precio es de 1,20 dólar por kilo para exportación y un dólar congelado en bloque.
Esos precios permiten competir en condiciones ventajosas con Chile, por ejemplo, cuya producción se destina en un 60 o 70% congelado para la exportación, el 20% se comercializa en IQF y el resto es barrido, que en Argentina "lo compraban a 65 centavos de dólar" para la industria, sea de dulces o jugueras.
Neuquén, dijo, "arrancó con un esquema asociativo y es posible incorporar superficies nuevas". En la provincia y en la región la cultura y la historia "obligan a formar cooperativas u otros sistemas asociativos".
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