Sábado 19 de octubre de 2002
 

Milagros

 

Por Jorge Gadano

  De tanto en tanto, viene bien que se produzca algún milagro. El milagro tiene la virtud de dar a su beneficiario la felicidad en este mundo tan desdichado, sin que sustituya a la que le espera en el otro, siempre que, claro está, no sea un pecador irredento.
Si bien no se puede descartar que hubo alguna milagrería antes, para los cristianos los milagros empiezan con Jesús. Quizás el más famoso sea el que benefició a Lázaro, pero en tiempos como los que vivimos vendría mejor el de los panes y los peces. Sobre todo el de los panes, y en Neuquén, donde los panaderos quieren llevar el producto a 3.30 pesos el kilo.
Hay iglesias, como la Universal del Reino de Dios (IURD), que son pródigas en milagros. El periódico de esa organización informa sobre varios en cada una de sus ediciones. Son muchos los casos de enfermos que pasan por los médicos sin obtener remedio para sus males y que, ya cerca de la tumba, van a la IURD y se curan. Aleluya.
En la Iglesia Romana, en cambio, el milagro debe pasar por una investigación rigurosa -para llegar a que el Papa lo apruebe- que está a cargo de una "Congregación para la Causa de los Santos". Lo que se busca es una explicación científica del fenómeno en cuestión; si no la hay, es un milagro. Si por ejemplo, en un par de años la Argentina es un país próspero con pleno empleo, como la ciencia económica no podría explicarlo, se trataría de un milagro. Por cierto, nada que ver con Neuquén, cuya manifiesta bonanza fue debidamente explicada por el gobernador Sobisch donde corresponde, esto es, en la Casa Blanca.
Como en los casos que veremos más adelante, los milagros más frecuentes son los que curan a personas enfermas de cáncer después de que los médicos han bajado los brazos. Los males cardíacos, principal causa de muerte con el cáncer, tienen un lugar insignificante en la lista de las curaciones vaticanas porque -se supone- las más de las veces un infarto lo deja a uno seco sin aviso previo. En tal caso, el milagro sería una resucitación, y eso pudo ser aceptado en tiempos de Lázaro pero al cabo de dos mil años la gente ya no es tan crédula. Dicho de otra manera: sigue siéndolo, pero no tanto.
El ingreso al canon de la Iglesia Católica requiere del aspirante dos condiciones básicas: la primera es que esté muerto, y la segunda que se le puedan atribuir no menos de dos milagros. Esta columna carece de información respecto de las características que el milagro debe tener, pero está claro que se exige algo más que curar una gripe.
El milagro atribuido al santo más reciente del catolicismo, el cura franquista Josemaría Escrivá de Balaguer, consistió en la curación de un médico enfermo de cáncer. No se difundió cómo lo logró, tal vez porque la obra más importante de Escrivá fue la fundación del Opus Dei, una corporación de ricos y poderosos que tiene su asiento más importante en España, ya que nació y creció en ese país durante la dictadura del Generalísimo y Caudillo de España por la Gracia de Dios, Francisco Franco.
Detrás de Escrivá venía en carrera hacia la beatificación Agnes Gonxha Bojakhu, más conocida como la Madre Teresa. Se esperaba que el Papa firmara el decreto de validación del milagro que se le atribuía en diciembre y que la ceremonia de proclamación llenara la plaza de San Pedro en mayo del 2003.
La Congregación para la Causa de los Santos había verificado que era "inexplicable" la curación de una mujer india que, por cierto, era también víctima de un cáncer. Según algunos medios, Mónica Basre, o Besra, habría rezado "intensamente" a Teresa para que pidiera a Dios por su curación. Otros informaron que el milagro se debía a que habían colocado sobre el abdomen de Mónica una medalla que había pertenecido a la monja. Por los rezos o por la medallita, el milagro estaba, de modo que la Congregación que preside el cardenal José Saraiva Martins aprobó todo y elevó el expediente al Papa.
Pero hubo que parar. Cuando faltaba poco para que Juan Pablo II estampara su firma, los médicos que asistieron a Mónica explicaron lo inexplicable, tal cual viene ocurriendo desde que la ciencia triunfa sobre la religión. Manju Murshed, director del hospital de Balurgat, en Bengala, aseguró que la curación se produjo "gracias a la ciencia médica". El médico que atendió a la paciente, Ranjan Mustafi, le detectó un tumor de ovario. Al cabo de nueve meses el tumor había desaparecido pero -explicó Murshed- fue por el tratamiento anterior aplicado a una tuberculosis que el tumor remitió, y no por un milagro". Como para que no quedara ninguna duda, también se refirió a la inexplicable curación el doctor Partho, ministro de Salud cuando se produjo el "milagro". Partho dijo que no era su intención agraviar la memoria de Teresa, pero no tuvo empacho en afirmar que era "una distorsión de la verdad decir que se trata de un milagro realizado por ella".
Son necesarios dos milagros para iniciar el camino hacia la santidad. Teresa ya tenía uno en su haber, en beneficio de Rita Mascarenhas, quien se recuperó de una parálisis en sus dos piernas. Como no parece posible insistir con el de Mónica, habrá que esperar otro. Ya llegará, porque el Vaticano sabrá proveer. En sus 24 años de reinado, el Papa Wojtyla proclamó 464 santos y 1.298 beatos.
     
     
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