Miércoles 16 de octubre de 2002
		Una Europa de 25
		Por Aleardo F. Laría
		La Comisión Europea acaba de dar el visto bueno a la integración de diez nuevos países en enero del 2004. De esta manera, "los Quince" pasarán a ser "Los Veinticinco" con la incorporación de Polonia, Hungría, República Checa, Eslovaquia, Eslovenia, Lituania, Letonia, Estonia, Malta y Chipre. Otros dos países, Rumania y Bulgaria, deberán esperar hasta enero del 2007 y ha quedado fuera, sin plazo, Turquía. Casi trece años después de la caída del Muro de Berlín, los elegidos conforman el antiguo cinturón de seguridad del que se dotó la extinta Unión Soviética para proteger sus fronteras de un hipotético ataque de los europeos aliados con Estados Unidos en la OTAN. A finales del mes próximo, en la Cumbre de Praga, se consolidará la operación cuando el Consejo Atlántico invite a la adhesión a la OTAN a Estonia, Lituania, Letonia, Eslovaquia, Bulgaria y Rumania. (La República Checa, junto con Hungría y Polonia, ingresaron en la organización militar en 1999). La incorporación de los nuevos estados ha supuesto un verdadero "tour de force" para la Comisión Europea, ante la oposición velada de Holanda, Alemania, Reino Unido y Suecia, -los países que financian actualmente el presupuesto comunitario- a que los nuevos tengan acceso a los pagos directos a la agricultura. La preocupación mayor reside en Polonia, el más grande de los candidatos, con 38,6 millones de habitantes, un país eminentemente agrícola y con una renta per cápita que es el 40% de la media europea. (Además existe el temor a que las permeables fronteras que separan a Polonia de Bielorrusia y Ucrania faciliten el paso de nuevos inmigrantes). La Política Agraria Común (PAC) se lleva el 45% del presupuesto de la Unión Europea, y "los grandes" quieren reducir su coste. La Comisión Europea propuso una fórmula para financiar la ampliación, consistente en que los nuevos países perciban sólo el 25 de las ayudas agrícolas en el año de su ingreso, para ir ascendiendo en una escala donde recién se alcanzaría el 100% en el 2013. Sin estas etapas, los nuevos países se llevarían el 80% de todas las ayudas, dado el peso que en ellos tiene el sector agrícola. La fórmula definitiva no ha sido aún establecida, pero deberá ser pactada antes de que acabe el año. Por precaución, en los nuevos tratados de adhesión que se firmen se establecerán unas "cláusulas de salvaguardia" en virtud de las cuales en los dos años posteriores a la incorporación -es decir del 2004 al 2006- la UE podrá dejar en suspenso cualquier capítulo relacionado con el mercado único (ayudas y comercio) o con las áreas de justicia o interior (política de inmigración). El presidente de la Comisión Europea, Romano Prodi, declaró solemnemente que la ampliación "es una ocasión histórica para unir nuestro continente. Nuestro destino común es construir una Europa basada en la paz, la democracia, el imperio de la ley, los derechos humanos y el respeto a las minorías". Sin embargo, la ampliación puede contribuir a debilitar estos objetivos, en la medida en que resultará aún más difícil conseguir un consenso en la política exterior y de seguridad europea. Sobre la pretensión pacífica, legalista y democrática del presidente Prodi pende la amenaza ominosa de una superpotencia, los Estados Unidos, dispuesta a saltarse los condicionantes que actualmente impone el orden jurídico internacional. Mientras en la Casa Blanca siga imperando el conservadurismo más abstruso, será cada vez más difícil que la hiperpotencia acepte las reglas de un mundo multipolar, y esto hace más difícil conseguir una respuesta europea única. Para el filósofo francés Marcel Gauchet, "los europeos están en una posición neurótica en relación con los Estados Unidos. Actualmente, por un lado, se hace la denuncia verbal de la política americana, por el otro se practica el seguidismo más absoluto". La ampliación tal vez contribuya, impensadamente, a aumentar esa neurosis.
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