Lunes 7 de octubre de 2002
 

Internet: el fin de los currículum " truchos"

 

Por Jorge Guala - Valverde

  Nadie duda del alcance que está mostrando la Internet en lo que a rápida búsqueda de información concierne. Un médico amigo, viejo ya, se lamentaba días atrás de: "no haber dispuesto de este maravilloso medio en mis épocas de estudiante..."
Las facilidades actuales permiten que aun estudiantes bisoños o poco cultivadas amas de casa, operarios no especializados, en fin, todos, puedan acceder sin dificultades a la red y buscar, con muy poco gasto de tiempo, de moneda y de esfuerzo, temas de su específico interés.
Otro subproducto valioso de este recurso está estrechamente ligado a la caracterización y jerarquización de individuos que, por imperio de circunstancias laborales y contractuales, deben ponerse al frente de comunidades más o menos numerosas, sobre las cuales dejarán mensajes, enseñanzas, líneas de pensamiento y conducta. Uno de estos ámbitos es, sin género alguno de dudas, el universitario.
Cuando los que hoy superamos los 50 visitábamos la universidad en nuestra juventud, rápidamente nos enterábamos de quiénes eran los profesores destacados, de actuación relevante, los investigadores que además de detentar un rótulo habían contribuido efectivamente al desarrollo de la Ciencia. También formábamos imagen de los otros... Aun involuntariamente se establecía el "quién es quién". Más no disponíamos de facilidades fiables y objetivas para verificar lo que a nivel de rumor se sabía. Tanto es así que transcurridas algunas décadas (el tiempo todo lo depura, al igual que el fuego: Ignea Natura Renovarum Integra) todos hemos topado con la desagradable sorpresa de ver menguada (o extinguida) la estatura de quien en nuestra juventud creímos un "notable".
Ocurre que en aquellos tiempos los currículum-vitae se hacían "por mano propia". Y, debemos admitirlo, para este tipo de artesanía hay gente capaz de exhibir una nada despreciable habilidad para "pintar", "inflar", "destacar", "enaltecer" virtudes y logros propios. En fin, se trata de una capacidad para desarrollar técnicas de "marketing" en propio provecho. Si a esto sumamos una cierta habilidad para "conquistar masas", para "trepar" a sitiales administrativos prominentes, intercalando algún que otro viaje al exterior, vemos que se fueron engendrando "notables personajes" que hoy "iluminan" nuestras casas de estudio. Sobre los viajes al exterior no podemos dejar de recordar al eminente Julio Rey Pastor, dirigiéndose a borricos "escueleados" y "viajados": "Estos (cajones de manzanas de su establecimiento en Gral. E. Godoy) también viajan a Europa y los Estados Unidos. Pero siguen tan cuadrados como lo son ahora...".
Los tiempos han cambiado. Y en algunos aspectos para bien. Hoy cualquier estudiante puede en minutos asegurarse de la "notabilidad" de sus maestros mediante el simple expediente de buscarlo, por nombre y apellido, en la Internet. Acudirá a cualquiera de los buscadores internacionales de uso público (Yahoo, Google, Vivísimo, etc). Estos sistemas tienen la enorme ventaja de no dejar resquicios para la "mano propia". Lo que allí figure es ajeno a nuestra voluntad (tanto para agregar información como para quitarla).
El topar con un currículum nutrido, mediano, pobre, o aún inexistente le ayudará a establecer una correcta valorización de su "superior". Y esto ayuda en el proceso de transferencia de conocimientos. No olvidemos que las "jerarquías" no se dan sólo en ámbitos castrenses o policiales. Podrá nuestro estudiante verificar los logros del investigador, si sus investigaciones fructificaron en el reconocimiento objetivo, si descubrió o mejoró algo, en fin, si hizo algo que valga o simplemente se vale de un rótulo para sostener unos "milímetros" más de estatus local, doméstico si se quiere.
Y así, aunque le duela, encontrará en ciertos casos individuos notables, en otros "cartón pintado", "simuladores", y en otros la nada... Tampoco se puede descartar que en lugar de currículum encuentre nuestro viajero prontuario (moneda corriente en la política).
Sólo en la medida en que una sociedad disponga de herramientas aptas para distribuir sus componentes por jerarquías (reales, no producto de prebenda o discrecionalismo) podrá elegir el hombre indicado para cada función que trascienda al nivel público. Para las acciones de índole privado, desde luego, nada de esto tiene sentido alguno.
     
     
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