Lunes 7 de octubre de 2002
 

Puerta entreabierta

 
  Para alivio no sólo del gobierno, las medidas destinadas a abrir un poco el corralito para que por fin los ahorristas puedan acceder a su dinero atrapado - y devaluado - no desató enseguida ni una corrida bancaria ni un salto impresionante del valor en pesos del dólar estadounidense. Por el contrario, la mayoría, consciente de que le conviene más tener sus depósitos en el banco donde por lo menos puede beneficiarse de las tasas de interés, optó por dejarlos como estaban. Así las cosas, es factible que el capítulo pesadillesco que se inició en diciembre del año pasado cuando el gobierno del presidente Fernando de la Rúa decretó el corralito porque de otro modo el sistema bancario nacional bien pudiera haberse derrumbado, eliminando por completo y de forma permanente los ahorros de millones de personas, esté aproximándose a una solución. Al fin y al cabo, el único motivo del corralito consiste en que a las autoridades no les ha sido dado pensar en otra forma de impedir que se produzca el retiro masivo y casi instantáneo de los fondos depositados en los bancos. Si los clientes han decidido que no les interesa llevar todo su dinero a otra parte, la razón de ser del corralito habrá dejado de existir.
La actitud cautelosa de los ahorristas ante la posibilidad de retirar depósitos chicos ha sido lógica porque, a diferencia de lo que era el caso a fines del año pasado, pocos temen que estemos por experimentar una megadevaluación mientras que las advertencias de los especialistas sobre el riesgo de que el país recaiga en la hiperinflación aún parecen un tanto exageradas. Es más: siempre y cuando la estabilidad relativa de los meses últimos se prolongue, el peso debería revaluarse cara al dólar hasta aproximarse a un tipo de cambio que guarde cierta relación con el poder de compra relativo. Conforme a este criterio, en la actualidad la cotización del dólar difícilmente excedería los 1,80 pesos.
Según el ex presidente del Banco Central y actual asesor del Banco de Inglaterra, Mario Blejer, podría levantarse ya mismo el corralito para las cuentas corrientes y las cajas de ahorro sin provocar ninguna catástrofe en vista de que "los bancos tienen los fondos para cubrir la salida". Puede que esté en lo cierto porque a juzgar por lo sucedido en los días últimos la apertura no significaría una huida masiva de fondos por ser tan poco atractivas las opciones ante la gente: comprar dólares tendría sentido si uno creyera que el país está al borde de un nuevo colapso, pero la mayoría parece convencida de que ha tocado fondo y que no nos esperan nuevos desastres, mientras que mantener el dinero en efectivo "bajo el colchón" es considerado peligroso debido al aumento de la delincuencia.
Claro, la situación así supuesta sería muy distinta si la ciudadanía realmente estuviera persuadida de que los banqueros, sobre todo los extranjeros, son ladrones que están dispuestos a aprovechar la primera oportunidad para salir del país llevando consigo los ahorros de sus clientes, pero dicha opinión, que estaba bastante difundida a comienzos del año cuando abundaban versiones hollywoodenses en torno de caravanas de camiones colmados de billetes que salían del país, ya no incide mucho en las decisiones personales. Si bien tanto aquí como en el resto del mundo los bancos son considerados instituciones mezquinas e incluso "inhumanas" que siempre antepondrán sus propios intereses materiales a cualquier otro factor, la verdad es que muy pocos están dispuestos a tomar al pie de la letra las denuncias de políticos que, por motivos patentes, han hecho todo cuanto han podido por satanizarlos. Hasta aquellos que se prestaron con más vehemencia a la histeria antibancaria, atacando las sucursales con martillos y celebrando la detención de banqueros, lo hicieron en muchos casos con el objetivo de desahogarse, no por creerse víctimas de una estafa gigantesca urdida exclusivamente por financistas españoles o norteamericanos. Aunque distaba de ser honorable la actitud asumida por los bancos que, con el propósito de minimizar sus pérdidas, no vacilaron en aprovechar decretos oficiales de legalidad dudosa, los más saben muy bien que no se asemejan a la caricatura monstruosa que fue concebida por políticos resueltos a desviar la atención del público de sus propios aportes a la debacle.
     
     
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