Martes 22 de octubre de 2002
 

Los sueños color agua

 

Irma Cuña presentó la antología de su obra que publicó el Fondo Nacional de las Artes e integra la colección "Poetas argentinos contemporáneos". Miembro de la Academia Argentina de Letras, la poeta neuquina fue homenajeada en un espectáculo con música, canciones y un recital de Alicia Fernández Rego y Darío Altomaro.

  NEUQUEN (AN).- Lo primero son las palabras: una presentación, un intendente que exhorta a su auditorio a que "disfruten a Irma Cuña", y una poeta que se presenta a sí misma como aquella que se fue, que encontró historias lejos del país pero se reconoce todavía en esa duna que "era una ola adormecida".
Irma Cuña recordó su septuagésimo cumpleaños -nació el 1 de setiembre de 1932- en más de una oportunidad esa noche de viernes sacudida por el viento patagónico. Recordó varias veces a su padre, el peluquero gallego que le impidió ser cantante pero no pudo callar su voz. Y entonces, queda la palabra.
En el auditorio del subsuelo del Palacio Municipal, presentó la "Antología poética", que forma parte de la tercera serie de la colección "Poetas argentinos contemporáneos".
Estuvieron Alicia Fernández Rego y Darío Altomaro y levantaron paredes de poesía en el aire. Las voces de ambos acompañaban el ritmo del poema, llevaban casi de la mano la cadencia de cada verso.
Luego hubo lectura de otros textos de Cuña, por parte de poetas y no poetas.
Acompañaron también Marcelo Piñeyro -con sonetos musicalizados-, la orquesta de cámara, un violín y un clarinete.
Irma Cuña recordó a Claudio Ros, el actor uruguayo que residió varios años en Neuquén, que "actuó" el largo poema "El príncipe" y que murió hace unos meses en Montevideo.
Queda la poesía: el libro de Cuña integra una colección de poesía que el FNA comenzó a publicar para homenajear, recopilar y reponer en el mercado del libro a autores cuya obra circula parcialmente o casi no lo hace en las librerías argentinas.
Cuña comparte la colección con Juan Gelman, Rodolfo Alonso, Francisco Madariaga, Olga Orozco, Joaquín Giannuzzi, Alberto Szpunberg, Rafael F. Oteriño, Amelia Biagioni y otros.
A diferencia de las publicaciones anteriores todavía disponibles -"El riesgo del olvido", editada en Neuquén hace diez años; la más reciente "Poesía junta", Ultimo Reino, y las dos ediciones de "El príncipe"-, esta colección incluye poemas de la serie "Angélicos", publicada artesanalmente por Arteletra en 1999 y algunos inéditos de hace dos años.
Nunca una obra es definitiva y menos la poesía que ejerce un continuo movimiento hacia adentro y hacia afuera de sí misma. Ese cuerpo vivo que es la palabra enlazada tiene en Irma Cuña -y eso fue lo que recrearon Fernández Rego y Altomaro- una respiración propia. La voz que sale de la víscera, la necesidad que espanta cualquier otra urgencia y deja a la poeta sola ante la palabra y el vacío. Cuña lo explicó claramente: no es ningún privilegio, es apenas un oficio, un "no hay otra cosa que hacer que dejarse llevar". No es la inspiración de los clásicos, ni la condena; no es la iluminación perpetua ni el conocimiento puro. Es una forma de resistencia y una forma de respirar; es una forma de amar el mundo, y una forma de conocerlo.
En Irma Cuña, la palabra nada por los meandros de un río majestuoso como los que ella describe y que riegan ese triángulo mesopotámico que es Neuquén. Son "los sueños color agua" que le permiten construir el poema, el único poema.
(G.B).
   
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