Sábado 19 de octubre de 2002
 

Rubén "Mono" Izarrualde: Un flautista que entrelaza su alma con la música

 

En el escenario toca junto con su hijo y Eduardo Pandolfo.

 
El "Mono" Izarrualde vive para su instrumento.
Rubén "Mono" Izarrualde integró el antológico MPA -Músicos Populares Argentinos- junto a Peteco Carabajal, Chango Farías Gómez, Verónica Condomí y Jacinto Piedra. Música, así con mayúsculas.
Izarrualde (casi 49) había vuelto al país en el "81, después de estar varios años en Europa, y primero se topó con Farías Gómez, luego se les unió Verónica; a poco de andar, Chango les presentó al Peteco, que cayó con Jacinto. El quinteto comenzó a sonar sin más… Además, fue parte del grupo El Chango y La Manija y del trío con Lito Vitale y Lucho González, con quienes grabó un compacto. Desde finales del 2000 está presentando Monotributo, ensamble que integra con el baterista Jerónimo Izarrualde, su hijo, y Eduardo Pandolfo en bajo, un homenaje a compositores argentinos de la talla de Luis Alberto Spinetta, los hermanos Simón, Antonio Tormo, Aníbal Troilo y Pascual Contursi. Con esta formación iba a presentarse anoche en el Teatro de la Ciudad, Sarmiento 458 en Neuquén, pero a último momento suspendió el espectáculo.
- ¿Cómo es tocar con tu hijo?
- "Jerónimo hace mucho que toca, tiene experiencia y si bien es un pibe de 19 y roquero, lee y describe muy bien nuestra música folclórica. Aprendió mucho con el Chango, esas cosas que va heredando. Anduvo detrás de mí todo el tiempo, desde los cinco que ya tocaba. Ahora enfila para profesional y está haciendo sus primeros pininos conmigo; hizo lo suyo con La Manija, una banda tremenda. Es un compañero en lo musical y en lo personal, eso me da mucha tranquilidad. Y después el placer enorme de tocar con un hijo. Yo le hablo del ambiente, lo que puede generar; ya lo viví y si bien el mundo cambió, estamos en Internet y toda esta cuestión globalizada, es un ser humano de 19 años y tiene que aprender…".
La flauta en sus manos y labios es una prolongación de él mismo. Vuela. Quien haya escuchado su traversa, sabe de ello. "Mono" toca como si cantara, valor agregado de su vasto repertorio de música popular argentina. "Yo vivo para el instrumento, pero no soy rígido ni estático y me gusta reírme mucho; entonces, si no me divierto con lo que hago, no tiene sentido. Cuando está otro humano adelante, pasan cosas internas, los espíritus se entrelazan. No es joda mi respiración con la del otro, mi mirada con las otras. No es joda la tristeza… Siempre digo que cuando estoy triste y toco, se me nota. Yo vuelco todo en la traversa, no puedo hacerlo en otro lado. Si tengo que llorar, lloro con ella; se me caen lágrimas pero también a la flauta porque yo hago que así suceda. Yo dialogo con ella, tenemos una charla profunda".
 "Todo eso pasa cuando uno se siente liviano, sin las cargas que impone la sociedad. No tengo transa con ningún banco, con el sindicato de músicos, porque ya las tuve y los mandé al diablo, son transeros y yo no entiendo eso. Soy más bien sencillo, límpido, digamos. No tengo cosas ocultas, ni siquiera con mi hijo. Vivo de una profesión brava, la noche, la falta de trabajo; creo que Jerónimo sabe todo de mí. Prefiero decírselo yo y no que se entere por terceros. Si yo tomé aquello, me di con lo otro, lo sabe; tiene que saberlo por él mismo, por su integridad".
- ¿Cuándo empezaste con la música?
- "Esto que hago, lo hago desde siempre. Cuando era chiquito (8 años), me llamaba Rubén Rualde y cantaba tangos, había gente que se arrimaba al escenario donde yo actuaba y lloraba… A los 11, 12, ya daba conciertos, estudiaba, estudiaba 15, 16 horas diarias. Yo toco así porque soy así, cuando improviso no me fijo a dónde voy, toco, trato de cantar. Trato que el instrumento diga algo. A la gente le produce una sensación que puede ser de emoción, de incertidumbre en algunos momentos cuando ignora por qué lado voy a salir. Yo sostengo que la particularidad y la personalidad del instrumentista, del cantor, del músico, está en el sonido. No hay otra. Guitarristas hay muchos, pero para que pares la oreja, pocos. Y no porque toquen muchas notas velozmente, sino porque una nota te produjo algo… La flauta es la prolongación de mi voz y trabajo mucho sobre su sonido para saber qué decir con él. 
"Una vez me dijo Carlos Saavedra, el rey de la mudanza, papá de Coqui y Pajarín, hermano de Juan, el Diablo, un tipo grande ya, hermosísima persona: yo admiro a dos instrumentistas de viento, uno es Hugo Díaz, otro sos vos… Le dije, no Carlos, ¡dejate de joder! No, me contestó, es verdad porque supiste por donde entrarle a la zamba, a la chacarera. Atrás tuyo podrán venir muchos, pero ya hiciste punta. Para mí, es como tener un premio, ese es mi Grammy".

Eduardo Rouillet

   
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