Sábado 5 de octubre de 2002
 

La ruta de Kasalamanca

 
  Como suele ser todo lo que hace Kasalamanka, la partida hacia la ciudad de Porto Alegre fue una verdadera fiesta. Eso que intentamos transmitir en nuestros espectáculos, la sensación de fiesta sin dejar de reflexionar sobre la realidad, es parte de nuestra vida y de la historia misma de Kasalamanka.
Así fue como en un horario poco habitual, 9 de la mañana del sábado 14, nos juntamos para cargar todo en una camioneta y partir rumbo al aeropuerto.
Aeropuertos, aviones ... todo sonaba raro, debido a que no es un medio que usemos habitualmente, la última vez que subimos a un avión fue cuando hicimos una gira de 3 meses por Europa, hace ya un par de años.
Pero bueno, así venía la mano de esta partida, siendo mano y con los dos anchos de nuestro lado.
Recién tomamos noción de la dimensión del 9º Porto Alegre Em Cena, cuando nos mandaron un mail y nos consultaron si preferíamos hacer una sola conferencia de prensa al momento de nuestra llegada o bien hacer notas con los medios individualmente.
Pero bueno, ya estábamos en el baile, y dispuestos a jugar en primera. Así fue como llegamos a Buenos Aires y el gran Emilio transformó sus pizzas en una verdadera obra de arte y la promesa de despertarnos a las 4 de la mañana para emprender el último tramo del viaje.


El 15 llegamos a Porto Alegre y empezaron los flashes de una de esas historias que se viven sólo una vez en la vida (en realidad esperemos que se repita).
En el aeropuerto nos estaba esperando nuestro "Angel de la Guarda", así denominan en el Festival a la persona que te acompaña todo el tiempo para resolverte todos los problemas. Su nombre era Carla y era tan efectiva que nos dieron muchas ganas de traerla para Bariloche y que resuelva un par de cuestiones.

Crónica intensa del arte y la vida en Brasil

çJunto a nuestro ángel estaba César, el chofer evangelista de la camioneta que transportaría todo nuestro caos y nuestra anarquía de un lado para el otro, y 4 personas que se ocupaban de nuestros bultos.
Pero lo más interesante de todo eran los detalles. Un bolso muy guapo nos esperaba a cada uno con una remera del festival, un programa, un CD de un grupo local producido por la Secretaría Cultural de la Prefeitura (la municipalidad para nosotros) y unos chocolates. Un mimo indispensable para comenzar cualquier cosa con el pie derecho.
Así fue como llegamos a la Usina Do Gasómetro, lugar donde estaba la sala donde actuaríamos. Una vieja usina recuperada para la cultura que tenía las dimensiones del Bariloche Center. Un diez por ciento de ese espacio era la sala Elis Regina, lugar donde teníamos que presentar Kasalamanka.com. La Elis Regina era enorme y a su vez era todo un desafío, ya que nunca habíamos actuado en un lugar de esas dimensiones.
Como muestra sobra un botón, pedimos 800 wats de sonido y nos pusieron un sistema digital de 8000 wats.
Ese día fue de armado, descanso y buenas comidas. Ya empezábamos a vivir la campaña presidencial de Brasil y a notar las diferencias con Argentina (ver recuadro).


Por suerte en todos los programas, cuando detallaban los espectáculos internacionales, hablaban de los grupos de China, Italia, Perú, Bolivia y la Patagonia. Nosotros nos sentimos patagónicos y por suerte lo respetaron. Nos identificamos con este lugar y descreemos de los países y las fronteras.
De entrada nos quedó claro que el Festival estaba diseñado para los ciudadanos y no para los grupos y artistas que participan.
Entradas baratas y todas las energías de los grupos para actuar e irse, sin la posibilidad de intercambiar demasiado con los otros grupos.
Esto es discutible pero también desde un principio fue claro por parte de la organización.
Ese día seguimos trabajando a full y montar todo a 10 metros de altura fue estresante y agotador, sin embargo no llegamos a terminar el montaje y debimos seguir trabajando el día siguiente casi hasta la hora del show.
Los medios que nos hicieron notas se preguntaban cómo era que nosotros montábamos y actuábamos. Evidentemente nuestra realidad es otra y nosotros estamos muy orgullosos del teatro que hacemos. Un teatro obrero en el cual debemos hacer el montaje, hacer las luces y el sonido, recibir la gente en la entrada, darle los programas, dirigir nuestros espectáculos y si no hay público aplaudirnos también.

El día del estreno había llegado. Estuvo muy bien disfrutar de los mejores restaurantes, la cantidad de gente que estuvo resolviéndonos problemas para que nuestros sentidos y energías estuvieran apuntadas solamente a nuestro espectáculo, pero ahora había que responder la gran apuesta que hizo el Festival por nosotros. Ya que somos un grupo desconocido en el ámbito de los Festivales y en el escenario internacional.
Mientras ultimábamos los detalles llegó el director del Festival, Marcos Barreto, quien al ver el material que habíamos llevado sobre Bariloche (ver recuadro), nos obligó a que le prometiéramos que lo traeríamos a este paraíso.
Se acercaba la hora y crecían las expectativas. Muchos se preguntaban qué iba hacer este grupo desconocido que había solicitado un espacio tan grande y que no tenía escenografía alguna.
Finalmente llegó el momento, la sala estaba llena (se habían agotado las entradas una semana antes), y todo estaba listo para el gran debut.
Los minutos transcurrieron con esa magia inenarrable del momento en el que uno entra a escena. Transpiración, vértigo, adrenalina y un puñado de gente a la que hay que seducir y emocionar.
Luego de esos 50 minutos que parecen eternos, el público aprobó la obra y aplaudió de pie, aunque nosotros en nuestro interior sabíamos que la función no había sido la mejor. El espacio tan grande y la lejanía del público (por la distribución de la sala) conspiraron contra la función.
El día siguiente no nos dio mucha oportunidad de descansar. Desde temprano tuvimos que alistarnos para hacer la función callejera con nuestro espectáculo Salvavidas.
El lugar que nos dieron fue la peatonal principal de la ciudad. Una calle similar a Florida en Buenos Aires, por donde pasan miles de personas en horario de trabajo.
La primera impresión fue que nadie iba a detenerse a las 12 del mediodía a mirar nuestro espectáculo cuando todo el mundo estaba inmerso en su trajín laboral, pero la sorpresa fue grande cuando logramos convocar a 300 personas.
La sorpresa mayor llegó cuando Mariano nos miró a todos pálido y nos dijo: "muchachos, no van a creer lo que estoy viendo". Sorprendidos todos dirigimos la mirada a donde él había centrado su atención. Ahí nos dimos cuenta que un asistente del Festival nos acercaba una bandeja con el catering para la función callejera.
Un nivel de trabajo al que no estamos acostumbrados. Sobre todo, lo más sorprendente, es que se trata del Estado, que encabeza el PT, y que no se trata de Suiza ni mucho menos; Brasil, un país con una crisis tan profunda como la Argentina.
Ese día por la noche tuvimos la revancha con Kasalamanka.com y si bien nuevamente el público se retiró contento y aplaudió de pie, fue la función de los accidentes. Detrás de bambalinas todo fue difícil y accidentado, esto nunca se dejó ver pero obviamente atentó.
Este día cerró en forma particular ya que el Festival, o sea el Estado, nos llevó a cenar a un bar gay. Muy pintoresco para nosotros que vivimos en un lugar muy pacato donde el tercer sexo es mala palabra y se maquilla para ocultarse en vez de para liberarse.

El jueves fue un día muy lluvioso donde nos vimos obligados a suspender nuestra función callejera y esto nos permitió pasear un poco.
Entre otras cosas fuimos a una escuela de circo, Circo Girasol, que funciona en un galpón portuario que el Estado, no sólo le dio a la escuela, sino que además afronta todos los gastos.
La tercera debía ser la vencida y no podíamos dejar de hacer una función acorde a nuestras pretensiones. Por suerte todo salió perfecto y logramos hacer las cosas tan bien como nos gustan. Esto el público lo sintió y el cariño fue enorme y prolongado.
Justo este día estaba la curadora de un Festival de Teatro de San Paulo y nos significó una invitación para dicho encuentro, así que próximamente Brasil nos tendrá nuevamente como visitantes.

Este fue un día de alistarnos para la partida que sería a última hora de la noche. Luego de empacar y guardar todo, nos dedicamos a disfrutar de ese viernes feriado que recordaba una vieja revolución brasileña.
Fuimos a donde se hacían los festejos centrales y el pueblo gausho nos demostró cómo se puede estar en el nuevo milenio y mantener las costumbres y tradiciones, siendo un pueblo con identidad.
Tuvimos oportunidad de encontrarnos e intercambiar experiencias con el importantísimo Teatro de los Andes, de Bolivia, que dirige el maestro César Brie y que varios de los Kasalamanka lo tienen como referente.
La última anécdota en tierra gausha se dio cuando estábamos tomando una cerveza a orillas del lago que acompaña la ciudad. Un típico carrito de la costanera porteña donde se venden los más insalubres y ricos choripanes.
El vendedor tenía que cobrarnos 3,50 reales y cuando debía hacerlo lo apuramos y le ofrecimos 10 reales por lo que habíamos consumido y por su remera de Lula Presidente.
Dijo que 6,50 no era suficiente y que si queríamos la camiseta debíamos pagar 10. Le dijimos que no había problemas y nos preguntó si estábamos seguros. Ante nuestra insistencia nos confesó que él la había pagado 4 unidades de la moneda brasileña, y volvió a preguntarnos si de verdad queríamos pagar 10 reales.
Volvimos a insistir y luego de consultarle a su esposa, que se la había regalado, sentenció: "pues si van a pagar más de lo que vale, es porque les interesa mucho tenerla y la quieren de verdad, así que entonces se las regalo".
Todo un gesto, por el que sólo tuvimos que comprometernos a lucirla en nuestro país, ya que tenían todas sus esperanzas puestas en el líder de los trabajadores, que con su triunfo consideran que pueden darle un baño de dignidad a este continente tan castigado.

El 21 de madrugada llegamos a Argentina.
Con lo que pasó en unos pocos minutos, nos dimos cuenta que ya estábamos de regreso en nuestra querida republiqueta.
Al llegar quisimos agarrar los típicos carritos de aeropuerto para trasladar nuestras cosas y nos quisieron cobrar $1,50. En ningún aeropuerto nunca tuvimos que pagar por el tradicional carrito, en Ezeiza sí.
Uno de los bultos era tan grande que no pasaba por la abertura donde pasan todas las maletas, así que había que abrir una puerta. Más de media hora nos llevó ubicar al responsable de la llave y que impartiera la orden adecuada, había que abrir la puerta 6. Un empleado abrió la 6 pero la que había que abrir era la 7. Estaba al lado y el empleado tenía la llave en la mano, pero la autorización era para abrir la puerta 6. Así que nuevamente buscar al responsable de la llave para que diera la orden correcta, abrir la puerta 7. Casi una hora en tamaña tontería a las 2 de la mañana, puede ser interminable.
Por último quedaba el paso de los controles aduaneros. Uno de nosotros llevaba una bolsa de bananas disecadas, toda una rareza. Uno de los controles la descubrió y la confiscó. Eso sí, le pidió al involucrado que lo acompañara así era testigo de que la iba a tirar a la basura.
La víctima acató las órdenes y siguió sus pasos. Una vez alejado del resto de los mortales dijo las típicas palabras argentinas que nos convierten en republiqueta: "si querés pasarlas, dejame una colaboración disimuladamente en este folleto y listo".
Justo cuando iban a comenzar una serie de insultos, el encargado de controlar se retiró confiado en que la coima llegaría. Obviamente las bananas pasaron y la coima nunca se hizo. Faltó el gesto correcto y valiente de denunciarlo y hacerlo público, pero a las 2 de la mañana, con todo el cansancio encima y falto de reflejos, sólo teníamos fuerzas para retirarnos cuanto antes.


La experiencia de experimentar

Tal vez lo más destacable del viaje de Kasalamanka a "Porto Alegre em cena" fue la posibilidad que tuvo el grupo de experimentar, con total libertad, un espectáculo ya de por sí, experimental.
Esta posibilidad de "libertad", tan clara y tan enriquecedora, fue producto de varios factores. En primer lugar, la disposición natural de todos los integrantes de Kasalamanka a trabajar siempre investigando y forzando los límites de las propias capacidades y de la facultad receptora del espectador. En segundo lugar, la notable cordialidad y disposición del grupo humano extraordinario encargado de organizar y materializar el festival. En tercer lugar, un pueblo: el pueblo de Porto Alegre, abierto e inquieto, receptivo y felizmente acostumbrado a disfrutar y apoyar toda expresión artística. Y en último lugar, la producción de primer nivel (primer mundo dentro del tercer mundo) que facilitó todo el desarrollo del encuentro.
Fue muy beneficioso para Kasalamanka poder trabajar con una plataforma humana y técnica intachable. Las personas encargadas de acompañar al grupo hicieron que toda dificultad o contratiempo desapareciera casi como por arte de magia. Y la tecnología, el equipamiento y la infraestructura le permitieron a Kasalamanka experimentar, tal vez por primera vez en casi seis años, el trabajo artístico puro. Es innegable que contando con un espacio adecuado, con un sistema de luces y sonido sobredimensionado, con detalles menores como la comida y el transporte resueltos las 24 horas; cualquier artista puede actuar y desarrollarse con mayor fuerza y efectividad. Y esa es la mejor experiencia de Kasalamanka en Porto Alegre.
Fueron tres funciones llenas, quizás las tres mejores funciones de "Kasalamanka.com" en año y medio de puesta, y eso habla a las claras de la capacidad profesional del grupo y de la altísima calidad del Festival.
Es evidente que la ciudad de Porto Alegre está muy interesada en fomentar la cultura en todas las disciplinas, y Kasalamanka fue testigo y actor de esa tendencia. Un ejemplo claro es el costo - casi desorbitado a los ojos de cualquier argentino promedio - que afrontó "Porto Alegre em Cena" para llevar al festival a un grupo patagónico, desconocido en las altas esferas del espectáculo argentino, pero que felizmente estuvo a la altura de las circunstancias y dejó una saludable imagen de las nuevas tendencias teatrales del país. Cabe destacar que Kasalamanka fue el único grupo argentino invitado al festival.
Como anécdota triste queda el ingreso del grupo de vuelta por Ezeiza. Los únicos inconvenientes de todo el viaje fueron producto de la usura, la prepotencia, la burocracia y la corrupción de los empleados argentinos del aeropuerto. De todas maneras, lo impecable del viaje, la organización del encuentro y las presentaciones, opacan cualquier defecto producto de la mezquindad o la ignorancia de esas personas mediocres.
El arte es placer, y sobre todo, esperanza, y Kasalamanka en Porto Alegre alimentó esa esperanza con alegría y compromiso cubriendo generosamente las expectativas del público y los organizadores.


Kasalamanka es -literalmente- una caja de sorpresas. Patagónica además, con todo lo que esto implica. Un grupo de gente joven que encuentra primero en su geografía y luego en donde sea -Europa, India, Latinoamérica, amigos, circo, una noche de copas, filosofía moderna o antigua, música electrónica- argumentos para contar una historia original e intensa.
El proceso de construcción de su arte y de su pensamiento -donde la vocación constituye un emblema y el jugarse el pellejo por lo que se ama una causa a proclamar- es tan interesante como el espectáculo en sí mismo.
En su último show "Kasalamanka.com" -que ya han visto miles de personas en la región, en el país y ahora en otros lugares del planeta-, hay una escena que lo sintetiza todo: en medio de la oscuridad, la vieja pantalla de un computador pasa una leyenda que termina con una advertencia para los exitados presentes: "No te pares".
Después llega la explosión de luces y los Kasalamanka aparecen volando por el espacio libre del lugar, apoyándose en los vértices de la estructura que sirve a sus fines en la ocasión. Su líder natural, Maxi Altieri (también periodista y autor de la nota que se publica en este Cultural), es un hombre de reflexiones profundas. Humilde. Un buscador que no le teme al cambio y va tras él sin prejuicios (un caso para la ciencia o casi). En medio de la crisis Kasalamanka sigue desarrollando una actividad que no cesa, siempre con su base instalada en Bariloche, Patagonia. Fin del mundo. El sur del sur, como le gusta llamarlo a Maxi. Un lugar especial entre los lugares que se saben especiales.
El arte de Kasalamanka -y esto no es una metáfora- crece entre los árboles, busca inspiración en la montaña, en el silencio y en el desenfreno de un videoclip, y se muestra con la naturalidad de quien tiene una identidad, ahí, en el fondo. Donde vive el fuego. Después de años de trabajo el grupo barilochense se ha convertido en uno de los más interesantes y de mayor proyección del país en el incatalogable arte que mixtura teatro con malabarismo, filosofía con música tecno y arte con ganas de vivir.

Claudio Andrade

El destino manifiesto a cuestas

- ¿Qué es Brasil? - le preguntaron hace ya varios años en Buenos Aires al inteligente sociólogo Helio Jaugaribe.
-¡Es un acuerdo para sentirnos importantes...! ¡Un acuerdo que ningún brasileño cuestiona! - respondió antes de deslizarse hacia una respuesta más compleja.
Pero vía la ironía, Jaugaribe no hizo nada más que sistematizar en pocas palabras una realidad de viejo cuño: Brasil es el resultado de algo más que una historia. Es, funcionando como país, el resultado de una convicción muy arraigada en sus factores de poder. Y desde ahí se baja al conjunto.
Esa convicción dice que para el manejo de los intereses nacionales, hay cuestiones que no se discuten. Cuestiones instaladas por encima de las diferencias ideológicas. Se plasman desde una visión que conjuga a Brasil casi en términos de un "destino manifiesto". Una visión que se palpa en la cotideanidad del Brasil permanente.
Visión que no se siente mellada cuando asume como patética la contradicción de tener casi el 50% de sus 145 millones de habitantes participando de sólo el 10% del ingreso nacional.
Así, pivoteando en aquella idea de un "destino manifiesto", al grueso de la clase dirigente de Brasil jamás se le ocurrirá plantearse problemas morales por ser un país gran exportador de armas.
Y venderlas sin otra condición que las paguen.
En Brasil, la venta de armas es tan sagrada como el Carnaval de Río.
¿Suspender el Carnaval de Río por razones presupuestarias?
¡Insólito!
Pero el de las armas es sólo uno de los tantos casos que hablan de aquel convencimiento largamente extendido de no discutir lo estéril cuando se trata del "destino manifiesto".
Un dato más - uno -, que nos habla de escalones básicos de cohesión de puntos de vista sobre el rol que hay que cumplir.
Por supuesto que la convicción de "destino manifiesto" llevó también a equívocos de costos muy duros. Basta recordar el fracaso exhuberante del Plan Nuclear pergeñado y puesto en marcha por el poder militar.
Pero Brasil siguió.
Con su "destino manifiesto" a cuestas.
Ese que tanto impresionó a los chicos de Kasalamanka en su viaje.
Carlos Torrengo
ctorrengo@rionegro.com.ar

   
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