Domingo 29 de setiembre de 2002
 

Epopeyas en las alturas con héroes de bajo perfil

 

Unos construyeron refugios, otros arriesgaron sus vidas en socorros temerarios. Todos tallaron la emotiva gesta andina, solitaria, casi, y sin el reconocimiento merecido. El Club Andino Bariloche tuvo en su Comisión de Auxilio a un nutrido grupo de personas marcadas por la aventura y que dieron muestras claras de abnegación.

 
En la foto se ve a Andy Lamuniére (que asoma), Héctor "Pichín" Torres y Manolo Puente Blanco.
La historia de la construcción de refugios de Nahuel Huapi y los dramáticos episodios de rescate en la región, resultó, durante las últimas cinco décadas, abundante en proezas, pero también en tragedias. Para quienes compartieron buena parte de ese medio siglo de experiencias andinas y pernoctaron, por ejemplo, en tres épocas distintas en igual número de refugios que tuvo el Tronador -como lo gozó este cronista-, cada evocación aporrea las emociones.
Los anales del Club Andino Bariloche demuestran que su experimentada CAX (Comisión de Auxilio) se nutrió de grupos espontáneos curtidos en la aventura y nutridos en la abnegación. Algunos de sus miembros cayeron en montaña como si, paradójicamente, hubieran estado destinados a pecar por omisión y contrariar los preceptos que pregonaron. La lección dura fue cuando la CAX salió al rescate de algún compañero de comisión. El paso de los socorristas andinos por un refugio a fin de llegar al lugar denunciado, sepultaba los acostumbrados cánticos (caprichosamente cantados en italiano) que alegraban las noches de altura o los fogones en el valle.

Todo sea por Angelina

"Angelina, bella Angelina, ennamorato ío sono de te", solía cantar Manolo Puente Blanco, "El Gallego", mientras componía en el diáfano exilio cercano a las cumbres, la ciclópea tarea de construir un refugio (fue también pionero corresponsal del "Río Negro" en Bariloche)
Manolo resultó sin duda en más importante constructor de refugios de la región lacustre y miembro de la CAX. También había apagado decenas de incendios, construido difíciles caminos en los cerros López y Tronador y encarado las exploraciones menos concebibles en la cordillera limítrofe desde la Patagonia hasta el Perú. No era la suya una elección por falta de coraje al vértigo y la técnica artificial (con la ferretería del escalador). De hecho se unió a los planes del recién español Wenceslao Clerch (catalán entrenado en las torres de Monserrat con un segundo apellido poco usado: Regull) que recién llegado lo escaló todo y se destacó en la Comisión de Auxilio.
El pelirrojo Manolo -apenas preservado con un chambergo para cuidar el cutis pecoso- encorvado bajo la destartalada mochila, se hizo inseparable de Clerch. Enjuto fumador de cigarrillos negros, Manolo construyó pacientemente la armonía gallega-catalana para la conyuntura excursionista. Otro escalador audaz, refugiero del Frey -Anselmo Weber-, era lo suficiente compinche de Manolo y observador de las agujas atrevidas del Catedral que avistaba desde la ventana del refugio.
El 4 de marzo de 1956 Puente, Weber y Clerch, comandados por este último, conquistaron en segunda escalada la cumbre del Campanile Esloveno (de la primera ya se cumplió medio siglo y fue consumada por Dinko Bertoncelj y Francisco Jerman el 13 de febrero de 1952). Manolo, sin envanecerse, sacó patente de escalador audaz.
Pero nadie como Clerch volvería a complicar a Manolo en proyectos tan audaces. El catalán se había propuesto construir un refugio en el Filo del Camping, por encima de la acogedora posición de Jerman al pié del Tronador. Wenceslao trabajó intensamente en esa construcción el verano del 57, con tiempo para hacer una escapada a la cumbre argentina, donde encontró aún frescos los delirantes saludos que Manolo y el suscripto dejaron en esa cumbre.
El comentario catalán al gallego respecto a los mensajes de cumbre sirvieron para el penúltimo encuentro con Manolo. En el siguiente, luctuoso, Puente Blanco integró la comisión de auxilio que fue en busca de Clrech, a poco más de un año de haber aparecido en Bariloche dispuesto a comerse las montañas.
Una carga excesiva con chapas que aumentaban el desequilibrio en la "ruta del camping", arrojó para siempre al vacío al duro catalán. Tuvo 150 metros de caída libre. De no conocerse otros registros, el caso de Clerch fue el primero en que la CAX (entonces no eran tiempos de siglas pero a la comisión la bautizarían como "camperas amarillas") fue en busca de uno de sus miembros. Manolo no faltó a la cita.
Pasaron muchos y muy buenos años hasta que también cayó Manolo, pero a causa de sus cigarrillos negros. Fue hace siete años en el invierno de la Finisterre, más precisamente en el Carbalho gallego donde apretujaba la nostalgia por los Andes sureños y escribía su famosa biografía de Fray Francisco Menéndez.
Apresurados por ganar otras alturas, ninguno de los tres encordados que vencieron aquella segunda escalada el Campanile Sloveno de Catedral en el verano del "56, transitan ahora la banalidad terráquea. El refugiero Anselmo Weber -antes de morir pocos años atrás- acompañó a Manolo en otras aventuras posteriores al accidente de Clerch del 7 de abril de 1957. Una destornillada gira por Bolivia y Perú, y la Primera Expedición Invernal al Fitz Roy) en los confines de Santa Cruz.
Manolo digirió la construcción del camino de automóvil al cerro López, una montaña que tuvo dos enamorados decisivos en el historial del andinismo barilochense: Carlos Sonntag y Gregorio "El Negro" Ezquerra, el de la tenora voz en las misas cantadas y también en todas noches de baile y orquesta en El Palenque, de Mitre y Quaglia. Pero quizás nadie como Sonntag conoce cada tramo de esa montaña en sus claves y su magia. Vivió durante décadas en el primitivo refugio -a excepción del invierno- donde crió a su familia y desde donde bajaba con los cuadernos de deberes cumplidos por su prole para llevarlos a la maestra de Colonia Suiza y volver a trepar con las correcciones de rigor y los "felicitados", además de la pesada carga alimentaria para servicios a mochileros y andinistas.
El Negro Ezquerra, en cambio, aparecía por esa montaña cualquier día y con visitas a quienes deslumbraba desde las alturas con el paisaje bucólico: el que se ve desde ese balcón por sobre el mayín donde se echan las primeras hebras del arroyo López. Pero Ezquerra cayó en el López en un día de noviembre de 1965 y fue el primero de los enterrados en el cementerio de los andinistas, al pié de la montaña.
La mejor proeza constructora de Manolo fueron los refugios Manfredo Segré de Laguna Negra y el Otto Meiling, del Tronador. En la foto que ilustra esta página (Circa 1970), Manolo, el más bajo, está acompañado de su segundo, Héctor "Pichín" Torres, cuando erigían el último refugio en el Tronador. Una cabeza asoma desde la izquierda. Es Andy Lamuniére, quien sobrevivió a la reciente tragedia de cerro Ventana.

fnjuarez@interlink.com.ar

Curiosidades

* Hace un siglo, cuando una comisión de neuquinos gestionaba en Buenos Aires frenar la intención de cambiar la sede de la capital del territorio de Neuquén para llevarla de Chos Malal a la Confluencia, la zona cordillerana no daba garantías. Por lo pronto el 4 de octubre de 1902 se supo en Piedra del Aguila -y desde allí la noticia se divulgó por la flamante línea telegráfica- el extraño suceso ocurrido en Las Lajas el 5 de agosto anterior, cuya denuncia a la justicia se había mantenido oculta. Aquel día invernal, el cabo Zárate y el agente de policía Alberto Ojeda en camino de regreso desde Chos Malal a Junín de los Andes solicitaron del cabo del destacamento militar en Las Lajas, permiso para alojarse. Cerca de las 19 llegó el oficial encargado del destacamento, alférez Juan J. Thompson del temido regimiento 2 de caballería. Después de interrogar a los recién hospedados y sin mediar contestación inadecuada o falta de respeto en la contestación por parte del agente Ojeda, el oficial provocó a este y lo agredió cuchillo en mano hiriéndole de cuatro profundas heridas en el rostro reputadas graves. Los vecinos lo denunciaron al juez Goitía quien instruyó el sumario y lo elevó al jefe de policía. El juez hizo presente el estado en que fue visto el agente Ojeda al huir del destacamento. Se afirma que el oficial aludido ordenó a sus soldados dieran muerte a Ojeda en su huida. Felizmente desobedecieron. El herido se refugió en las sierras. Pero el jefe de policía no procedió contra el oficial militar: se paseaba ostentosamente en esta semana de hace un siglo por Las Lajas.
* La comisión neuquina que hizo gestiones en Buenos Aires para mantener a Chos Malal como capital del Neuquén, recurrió a los diarios que produjeron interesantes editoriales. La componían los vecinos de la entonces capital, Fernando Lannes, Jorge Thirion e Isidoro Muro. Llevaron a Buenos Aires la representación de los poderes públicos para la no traslación a otro punto del territorio "como se proyecta hacerlo" por los argumentos que expusieron. Sostuvieron que era "el punto más importante del territorio y ha adquirido un desarrollo notorio en cuanto a población y comercio". La comisión desplegó una información completa sobre la importancia de Chos Malal, ilustrada con planos y fotografías, estadísticas del comercio, población, riqueza agropecuaria, tal cual sería inminentemente presentada al presidente de la República y al Congreso Nacional. La petición incluía la firma de todos los vecinos de Chos Malal, además de muchas de los pobladores de los principales pueblos del territorio que se adherían a la inamovilidad jurisdiccional. El interés por dejar caduca la remoción anunciada enumeraba otras ventajas, entre ellas los caminos que la unían a Chile y Mendoza y aludía a los gastos que implicaría el cambio.

   
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