Lunes 16 de setiembre de 2002
 

Cuestionan la falta de preparación frente a catástrofes

 

La información ante una amenaza potencial puede causar miedo en la gente, pero a la larga termina por mitigar el riesgo. Eso opina este psiquiatra con amplia experiencia en el tema.

  CIPOLLETTI (AC) - La preocupación por una erupción del volcán Copahue, la posibilidad de que colapse una presa o la existencia del fatal PCB en los transformadores de electricidad, a pesar de que se trata de riesgos que se viven en la región, no terminan de consolidarse como asuntos de preocupación ni para la población ni para los gobiernos de Río Negro y Neuquén. El médico Enrique Stein, especialista en el impacto de los desastres en la salud pública, cree que mantener a la gente informada puede llevar al miedo pero a la larga termina ayudando a la prevención.
Stein es psiquiatra y médico generalista, en el Instituto de Ciencias de la Salud de la UNC dicta la cátedra de Salud Pública y Protección Ambiental, y este año dio un seminario sobre el impacto de los desastres en el sistema sanitario público.
"El impacto de las catástrofes en la salud mental de las personas está dado en la relación de las personas con el evento", le dijo la semana pasada a "Río Negro". Explicó que no todas las víctimas de un desastre son damnificados directos: "muchos de nosotros no estuvimos en las Torres durante el atentado pero no podemos negar el impacto", razonó.
"El problema del impacto y de su valoración -continuó- tiene que ver, por un lado, con el tipo de amenaza (una inundación, un accidente con víctimas en masa) y, por otro, con la vulnerabilidad. Eso da la medida del riesgo".
Por eso es preciso -dijo- disminuir la vulnerabilidad de la gente respecto de determinada amenaza. Ello se logra con preparación e información.
"Siempre está la duda entre informar o no hacerlo", contó, sobre la base de su experiencia. Este especialista cree que "siempre hay que informar; puede ser que la información asuste, como una cuestión secundaria, pero lo principal es que genera una condición de disminución explícita de la vulnerabilidad".
Recordó que esta disyuntiva se dio en 1992, cuando el volcán Copahue tuvo una erupción que asustó a todo el mundo y espantó a los turistas.
-¿Qué le pasa a la gente de la región por la cabeza cuando escucha sobre las presas? -le preguntó este diario.
-En una situación de inseguridad notoria, todo evento de estas características genera un pensamiento asociado al ambiente general. Si el hecho de que se caiga una torre ya no está asociado al viento, sino a un atentado, si un apagón dura más tiempo de lo normal, pasa a formar parte del clima inseguridad. El evento puede ser el mismo, pero si estamos preparados el riesgo sería menor.
"Siempre ocurre -añadió- que en la cercanía del evento la preocupación es grande. Pero la vida cotidiana tiene un cúmulo de urgencias... Por eso cobran relieve las políticas de los gobiernos, que no existen".

Borges, los aviones y los trenes

CIPOLLETTI (AC) - Borges decía que le parecían absurdas las advertencias que hacen las azafatas antes de que un avión despegue. "Nadie nos dice cuando subimos al tren que puede descarrillar", sostenía.
Para Stein, ese cúmulo de información que se escucha cada vez que las turbinas están a punto de acelerar "tiene un valor relativo", pero por las características de un potencial accidente aéreo, no por su inutilidad.
Por el contrario, está convencido de que si se colocaran carteles en las calles de las ciudades de la región con la ruta de escape en caso del colapso de una presa, la información ayudaría a manejarse correctamente frente a un desastre.
Hacer eso "no significaría una gran inversión, pero no está en las políticas gubernamentales plantear una capacitación en ese sentido. No hay programa de la currícula de ninguna carrera que tenga un capítulo sobre desastres", dijo.
-¿Hay que hacer simulacros?
-Permanentemente -recomendó. Lo principal es el déficit en la preparación sostenida y sistemática en los desastres. La responsabilidad es compartida: del gobierno y de falta de conciencia del valor de la autoorganización. Lo que pasa es que aparece como una necesidad sentida por otros, no se siente como propio.

   
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