Domingo15 de setiembre de 2002
 

Vecinos de Chimpay construyeron su propio comedor

 

Son de un barrio con muchas carencias, pero no dejan de trabajar.

 
Al comedor que constru-yeron los vecinos a pulmón asisten a 35 chicos del barrio Unión.
CHIMPAY (AVM).- Hay quienes, aun en las peores condiciones, se resisten a darse por vencidos. Salen de sus hogares todos los días convencidos que atrás de cada tormenta existe siempre un horizonte, una esperanza. Que aún vale la pena pelearle a la vida. Ese espíritu de combate cotidiano trasmiten los vecinos del barrio Unión de Chimpay. Porque aunque están alejados en muchos sentidos del centro de la ciudad, que cuentan con pocos servicios, que sólo tienen trabajos temporarios, se pusieron como meta no dejar de resistir.
En plena barriada, a pulmón, construyeron un pequeño edificio que comenzó siendo un costurero, donde las mujeres se reunían a coser y arreglar prendas, mientras compartían tardes de charla y mate. Pero por las necesidades cada vez más crecientes del barrio, los vecinos transformaron el lugar en un comedor comunitario donde todos los días, de lunes a lunes, asisten 35 chicos.
Ellos son los que sostienen el comedor, no dependen de ningún tipo de ayuda estatal. Hacen campeonatos de fútbol o empanadas para juntar dinero, para luego comprar la mercadería del comedor. Sí reciben colaboraciones de otras instituciones, como Caritas. Y durante la última fiesta de Ceferino, celebrada semanas atrás en la localidad, montaron en el parque ceferiniano una globa, donde vendían empanadas y tortas fritas para recolectar fondos. También allí participaban vecinos del barrio "La Costanera", donde están trabajando para poder contar con un edificio que sirva de comedor.
El barrio Unión, que en la localidad se conoce como "Kuwait", es un grupo desparramado de casas, ubicado más o menos 8 kilómetros de la zona urbana de Chimpay. Por sus calles de tierra no pasan colectivos, ni ningún transporte, a no ser el escolar que recoge todos los días a los chicos para llevarlos al colegio. Sus habitantes viven de changas y en contados casos son efectivos en algún establecimiento frutícola.
Este es el caso de Sergio Herrera, que tiene 9 hijos, y es uno de los motores del comedor comunitario.
"Empezamos a trabajar por el barrio en 1999. Desde el "99 al 2000 construimos el costurero, que después se convirtió en un comedor, por la gran necesidad que tenemos. Cosas que capaz que en el pueblo no se ven, pero los que estamos acá las vivimos y las sufrimos, que es la realidad. La necesidad es muchísima, por ejemplo leña para calefacción, hay vecinos que salen a juntar ramitas por ahí para poder calentarse", sostuvo Herrera.
"Pienso que los políticos si hay una elección están todos presentes, pero vienen, ven la realidad y después la ignoran. Será porque estamos muy apartados del pueblo. No quisiera decir que es discriminación, pero para mi pasa por ahí", indicó.
Luego agregó: "cuando nosotros quisimos poner el comedor no había presupuesto. Y con las hermanas misioneras empezamos a hacer y vender empanadas, y con lo poco que recaudamos, y gracias a la colaboración de la gente de Chimpay, largamos con el comedor. Con una comida por la noche, y los días sábados al mediodía".
El edificio donde comen los chicos no tiene calefacción, ni electricidad, pero eso no les impide a los vecinos seguir trabajando.
"Al comedor lo mantenemos con el esfuerzo de las hermanas, la ayuda de Caritas, y además una panadería nos da el pan todos los días, porque no tenemos dinero. Esto es un esfuerzo de todo el barrio. Vienen 35 chicos, el comedor se llena. Para nosotros es una gran alegría saber que los chicos comen, porque si no vinieran acá hay chicos que no comen. No es gran cosa lo que le damos, pero algo caliente tienen en el estómago", dijo Herrera.

Las hermanas que están junto a la gente

Las hermanas misioneras católicas han servido como motor para la unión de los vecinos de los barrios de Chimpay. Sin hábitos, con ropa informal, son tres jóvenes que recorren la barriadas de la localidad, sobre todo las más carenciadas, realizando y generando actividades.
Moira, Gabriela y Marisa, pertenecen a la congregación Cristo Resucitado que llegó a la localidad alrededor de 6 años atrás.
Desde que se instalaron en la ciudad siempre están con la gente, impulsando la realización de actividades barriales.
Moira, que tiene 28 años, sostuvo: "en gran parte las obras en el barrio Unión fueron fruto del esfuerzo de los vecinos por superarse todos los días, por mostrar verdaderos gestos de solidaridad. De verdadera solidaridad, esa que se da entre pares, entre los que sienten las mismas necesidades y surgen los mismos males".
En cada lugar son recibidas con mucho cariño por los vecinos. Porque además por ejemplo de haber impulsado la creación del comedor, durante el verano, antes que comenzaran el ciclo lectivo, dieron clases de apoyo a los pibes de los barrios. En este proyecto estuvieron acompañadas por varios jóvenes de la localidad.
Gabriela, por su parte, indicó: "desde siempre me movió mucho la realidad de injusticia que sufre la gente. Después de buscar mucho en la iglesia me encontré con la congregación, donde la entrega por la gente juega un papel muy importante". (AVM)

     
     
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