Sábado 14 de setiembre de 2002
 

Turbulencias financieras

 

Por Aleardo Fernando Laría

  La crisis que afecta actualmente al Brasil y que ha causado estragos en el Uruguay y en la Argentina permite reconocer la existencia de un hilo conductor que relaciona la apertura económica con las turbulencias financieras mundiales. Un rasgo común de estas economías ha sido una extrema vulnerabilidad y dependencia de los flujos de capitales externos para cubrir los déficit de las balanzas de pagos o para hacer frente a las necesidades del pago de la deuda externa. Para el economista Paulo Nogueira Batista, profesor de la Fundación Getulio Vargas, el Brasil "permitió un desorden en la entrada y salida de capitales, abrió demasiado las fronteras, el Banco Central se quedó con reservas demasiado bajas y dejó crecer su déficit en cuenta corriente más de lo recomendable, perdiendo capacidad de defensa en caso de necesidad de defender la moneda". La desregulación de la cuenta de capitales ha sido justamente una de las medidas exigidas desde el Consenso de Washington e impuesta literalmente por el FMI.
Para Joseph Stiglitz, premio Nobel de Economía 2001, el elemento común de estas crisis es la inestabilidad de los mercados de capitales. "De alguna manera, los problemas de la Argentina empezaron en 1997, con la crisis asiática, cuando las tasas de interés se incrementaron severamente para Argentina porque los inversores decidieron que los mercados emergentes eran más riesgosos. Hoy los inversores decidieron repentinamente salir del Brasil, no porque Brasil esté haciendo algo mal sino por la histeria que caracteriza a los mercados de capitales. Lo que se ve no es tanto un contagio de la crisis argentina, sino el principio general de que cualquier país con grandes deudas es víctima de las fluctuaciones de los mercados". La idea general es que los volátiles capitales internacionales contribuyen a acentuar los ciclos, acudiendo a las economías emergentes en las épocas de auge y desertando cuando se inician los ciclos recesivos. Las vulnerabilidades asociadas a los flujos de capital extranjero fueron hasta ahora subestimadas, pero las recientes experiencias han permitido tomar conciencia del problema. Los déficit y niveles de deuda que son perfectamente asimilables para los países industrializados no son tolerables en las economías periféricas en donde se vuelven rápidamente inmanejables cuando opera una recesión.
La crisis financiera que azota el Cono Sur, llamativamente, no ha desestabilizado a Chile. Es posible encontrar una explicación en la moderada deuda pública chilena que supone el 44% del PIB, pero de la cual la deuda externa representa algo menos del 9%. Esta independencia respecto del flujo de capitales externos le ha permitido a Chile realizar una política monetaria laxa, de manera que el Banco Central chileno ha reducido recientemente los tipos de interés del 4% al 3,25% para incentivar la inversión y el consumo. De este modo se prevé un crecimiento de alrededor del 3% del PBI para el 2002, un verdadero lujo en medio de las penosas circunstancias por las que atraviesan sus vecinos. Chile fue el primer país en implantar las políticas neoliberales en América Latina, en la época de los "Chicago boys" que rodearon a Pinochet. Pero la crisis financiera y económica que esas políticas provocaron a principios de los "80 lo llevaron a posiciones intermedias entre los extremos de la liberalización indiscriminada y el intervencionismo arbitrario. Con el objetivo de reducir el ingreso de capitales volátiles y hacer espacio para la política monetaria, en los "90 el Banco Central chileno impuso un encaje no remunerado del 30% sobre los préstamos recibidos en moneda extranjera de plazo menor al año. Estas políticas tuvieron éxito en el sentido de reducir la entrada de capitales de corto plazo, sin afectar la inversión extranjera directa que aumentó significativamente. De esta manera Chile consiguió, pragmáticamente, normar los mercados financieros externos de manera congruente con su capacidad para hacer frente al repago de las deudas. Así sus políticas monetarias internas no resultaron condicionadas por la obsesiva necesidad de atraer flujos de capital internacional elevando en forma desmesurada la tasa de interés.
El análisis de estos episodios debiera facilitar ahora una reflexión desapasionada, que alejada de los clichés al uso, permita obtener las lecciones adecuadas para evitar nuevos errores. Y si bien una crisis abre la posibilidad de efectuar especulaciones interminables -y todas apoyarse en algún dato de la realidad-, lo cierto es que la reiteración de un fenómeno que traspasa las fronteras obliga a adoptar una visión de mayor amplitud. En consecuencia es conveniente tomar con precaución las explicaciones causales que atribuyen a elementos tan indeterminados -y escasamente cuantificadas- como "la corrupción" o "el déficit fiscal", el origen de las crisis latinoamericanas.
De momento, lo que las nuevas crisis encadenadas del Cono Sur demuestran, son los efectos potencialmente perniciosos de absorber demasiado financiamiento externo, durante varios años, sin tener en cuenta su composición, volatilidad, ni la capacidad de las economías para devolverlo. Un economista de origen polaco, Michael Kalecki, expuso hace muchos años una teoría acerca de que el endeudamiento progresivo genera un "riesgo creciente". Algo que cualquier comerciante o industrial con sentido común conoce sobradamente: nadie puede vivir de prestado permanentemente.
     
     
Tapa || Economía | Políticas | Regionales | Sociedad | Deportes | Cultura || Todos los títulos | Breves ||
Ediciones anteriores | Editorial | Artículos | Cartas de lectores || El tiempo | Clasificados | Turismo | Mapa del sitio
Escríbanos || Patagonia Jurásica | Cocina | Guía del ocio | Informática | El Económico | Educación