Martes 24 de setiembre de 2002
 

Flaquezas alemanas

 
  Mientras que en un país de tradiciones presidencialistas como Estados Unidos el que un gobierno haya alcanzado el poder gracias a un puñado de votos de legitimidad dudosa no necesariamente significa que sea débil, en uno de instituciones más parlamentarias, como Alemania, las consecuencias de un empate virtual pueden ser muy graves al crear una situación de parálisis. Es por eso que al confirmarse el triunfo de la coalición encabezada por el canciller Gerhard Schröder en las elecciones alemanas del domingo, el jefe de los derrotados, Edmund Stoiber, pudo prever que el gobierno reelegido duraría poco porque no contará con el poder para impulsar las reformas que según muchos serán precisas para que "la locomotora europea" vuelva a funcionar a todo vapor. Aunque Schröder parece ser consciente de que su país ya ha perdido mucho terreno debido a su incapacidad para modificar el "modelo" que tantos beneficios le había reportado en otras épocas, será tan pequeña la mayoría de la coalición rojiverde, de socialistas y ecologistas, que cualquier rebelión parlamentaria, por minúscula que fuera, podría eliminarla. Si bien el riesgo así supuesto le permitirá insistir en la importancia de la disciplina partidaria, el margen para el error es tan estrecho que no le será nada fácil gobernar con el vigor exigido por las circunstancias.
No bien se difundieron los resultados de los comicios, distintos funcionarios y analistas señalaron que aunque el gobierno de Schröder ha sido muy "duro" con nuestro país, encargándose de impedir que el FMI adoptara una actitud más flexible, otro liderado por Stoiber actuaría del mismo modo e incluso podría ser más rígido todavía, de suerte que para la Argentina el desenlace de las elecciones del domingo carece de significancia. Sin embargo, por tratarse de un país que por sus dimensiones desempeña un papel protagónico en la Unión Europea y que es considerado un representante cabal de la democracia social "renana", la influencia de Alemania en el resto del mundo no se limita a su rol en el FMI. Mientras que la victoria electoral nada convincente de Schröder ha sido interpretada como el fin del "giro hacia la derecha" que estaba registrándose en todos los países del Primer Mundo, tendencia que ha incidido en el pensamiento político de los habitantes de muchas otras naciones, sin excluir la Argentina, de prolongarse el estancamiento de la economía alemana no podrá sino consolidarse la idea de que en las circunstancias actuales no se da ninguna alternativa realista a las recetas "liberales". Aun cuando por motivos puntuales la mayoría de los políticos de nuestro país se niegue a compartir dicha convicción, la actitud en tal sentido de los dirigentes de Estados Unidos, la Unión Europea y el Japón determinaría la postura de organismos como el FMI y del Banco Mundial. Por lo tanto, las repercusiones aquí de lo que suceda en los meses y años próximos en Alemania serán más fuertes de lo que muchos suponen.
De todos modos, no obstante el resentimiento que ha sido ocasionado por la "dureza" de los alemanes en el FMI y los comentarios poco alentadores formulados por personas como Hans Tietmeyer, no nos convendría en absoluto que Alemania perdiera cada vez más poder relativo e influencia a causa de su incapacidad para superar sus muchos problemas económicos. Si Alemania no crece, se verá afectado no sólo el resto de Europa sino también la economía internacional en su conjunto, lo cual, a su vez, reduciría la posibilidad de que haya más inversiones y más mercados para nuestros productos. En cambio, una Alemania floreciente y más dispuesta a tomar en serio sus responsabilidades internacionales estaría en condiciones de colaborar con los futuros gobiernos argentinos que con toda probabilidad querrán privilegiar la relación con la Unión Europea. Así las cosas, el hecho de que los alemanes no hayan podido elegir a un gobierno que sea lo bastante fuerte como para hacer frente a la multitud de intereses creados que están obstaculizando los cambios que se consideran imprescindibles podría tener consecuencias desafortunadas para los muchos países que tal vez serían capaces de prosperar en un clima mundial propicio, pero que no parecen poseer las características necesarias para hacerlo en tiempos de crisis generalizada.
     
     
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