Lunes 16 de setiembre de 2002
 

Vicios tradicionales

 
  Siempre y cuando se tratara de una iniciativa personal, el que un admirador incondicional de Adolfo Rodríguez Saá organizara un concurso para jóvenes y niños tentados a exaltar la figura del precandidato presidencial sería a la vez grotesco, patético y acaso inmoral, pero no constituiría un acto ilícito. En cambio, de haber estado el gobierno de San Luis detrás del concurso frustrado "Yo te presento al Adolfo", se trataría de una violación flagrante de las reglas más básicas de la democracia, además de un caso de apropiación de dineros públicos por parte de los simpatizantes de un político determinado. Según el propio Rodríguez Saá, a pesar de que las bases del extraño certamen fueran difundidas en una hoja con el membrete del Ministerio de Cultura y Educación de la provincia de San Luis, sólo ha sido cuestión de un error lamentable porque "eso no tiene nada que ver con el gobierno provincial". Para subrayar la supuesta indignación de las autoridades puntanas, el ministro de Gobierno no sólo "desactivó" el concurso, sino que también despidió a un par de funcionarios involucrados.
Puesto que, con escasas excepciones, todos los políticos se ven obligados a convencer a sus conciudadanos de que son individuos superiores, más inteligentes, más eficaces y hasta más "humanos" que sus rivales, es lógico que con cierta frecuencia se haya formado un culto a la personalidad en torno de distintos líderes, modalidad que ha prosperado en nuestro país aunque, por fortuna, nunca ha llegado a los extremos monstruosos que fueron alcanzados en la Alemania nazi, la Unión Soviética de Stalin y la China de Mao Tsé-tung. De todas maneras, en los años últimos el político más propenso a ceder a la tentación de "permitir" que sus allegados lo traten como un gran prócer "de otra galaxia" ha sido precisamente Rodríguez Saá. Por cierto, no se ha olvidado aquel libro, "San Luis. Sus hombres, su historia, su cultura", un tomo repleto de imágenes del entonces gobernador, que para inquietud de los preocupados por la evolución de la política nacional, en 1992 fue destinado a las escuelas de la provincia, ni muchas otras manifestaciones de lo que es legítimo tomar por megalomanía. Así las cosas, es natural que pocos hayan tomado demasiado en serio su intento de hacer pensar que cualquier intento de vincularlo con el concurso ahora "desactivado" sería infamante. Por el contrario, parece haber sido a lo sumo cuestión de un desliz cometido por políticos tan habituados a la adulación institucionalizada que no se dieron cuenta de que lo que podría considerarse normal en San Luis, sería tomado por una aberración peligrosa en otras partes del país y que por lo tanto podría incidir de modo desfavorable en la campaña proselitista de su jefe.
En el transcurso de los años últimos, la Argentina ha retrocedido mucho en casi todos los ámbitos. Una economía presuntamente "emergente" se ha hundido de resultas de los errores cometidos por una sucesión de gobiernos, entre ellos el encabezado por Rodríguez Saá, que a pesar de ocupar fugazmente la presidencia se las arregló para provocar perjuicios enormes que nos costarán años remediar, por los legisladores y por los integrantes del Poder Judicial. Asimismo, como consecuencia de los paros docentes constantes, ha sufrido el nivel educativo de una generación entera de jóvenes. También, es innecesario decirlo, se ha visto afectada la calidad de la política debido a que demasiados "dirigentes" están más interesados en conservar sus "conquistas" corporativas, que en intentar hacer frente a la crisis que está devastando al país. En este contexto nada alentador, no extraña que hayan comenzado a aparecer síntomas de atavismo como el supuesto por el concurso "Yo te presento al Adolfo" organizado en San Luis por los simpatizantes de Rodríguez Saá, cuando no por los funcionarios del gobierno que domina, y aunque es posible que la reacción generalizada ante la provocación así supuesta haya servido para que entienda que si aspira a gobernar el país le convendría abandonar sus costumbres caudillescas, lo más probable es que sólo se haya tratado de un amago y que, si gana las próximas elecciones, el culto a la personalidad del Adolfo resulte ser mucho más que una extravagancia provinciana.
     
     
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