Sábado 28 de setiembre de 2002

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Laberintos de la memoria

 

"Olvidar es imposible, aunque se lo busque"

 

Para Bruno Groppo, en el presente de Argentina se viven muchas consecuencias de la última dictadura militar. "En particular -sostiene-, en el grado de violencia que viene del lado de las instituciones, sobre todo de la policía. El hecho de que se mate tan fácilmente y muchas veces de manera deliberada como ocurrió el 20 de diciembre o en junio así lo demuestra". Una cultura de la impunidad que lo invita a trabajar en los procesos de memoria y olvido de este país. El que sigue es el texto de la entrevista que concedió a este diario.

  Por qué su interés en temas argentinos? ¿Qué le cautivó de nuestra historia?
- Argentina, para muchos europeos, aparece estrechamente relacionada con el problema de los desaparecidos. Vine por primera vez en 1995, justo cuando se conocieron las confesiones de Scilingo y las revelaciones de los vuelos de la muerte, es decir, durante una fase muy activa de la memoria y me intrigaba, entonces -y sigue intrigándome- la pregunta de cómo un país puede vivir normalmente cuando millares de personas que son responsables de violaciones graves de derechos humanos están libres e impunes.
Creo que la sociedad argentina, por esto, hoy está enferma. Y hay otro fenómeno muy particular que es la apropiación de menores. Sólo encontré un antecedente similar que fue la política de los nazis que, en varios países, se apoderaron de niños que tenían características arias para educarlos en sus principios. Lo que me impresiona de la experiencia argentina es que aquí se fue hasta límites extremos.
- Usted remarca que estos actos no sólo se pueden trabajar como lugares de memoria, como los define Pierre Nora, sino que tienen profundas consecuencias en el presente...
- Yo creo que en el presente se observan muchas consecuencias de la dictadura. En particular el grado de violencia que viene del lado de las instituciones, sobre todo de la policía. El hecho de que se mate tan fácilmente y muchas veces de manera deliberada, como ocurrió el 20 de diciembre o en junio en la represión hacia piqueteros, lo demuestra. Esto es la consecuencia de dos cosas: hubo una continuidad casi absoluta entre el período de la dictadura y la transición democrática en la composición de estas instituciones. Y, por otro lado, la cultura de la impunidad. En este sentido hoy se viven las consecuencias de esto. El olvido impuesto oficialmente con las leyes de Punto Final y Obediencia Debida tiene sus efectos.
- Una sociedad que olvida deliberadamente ¿está condenada a repetir lo que niega del pasado?
- Yo no sé si hay reglas generales. En la historia nada se repite de modo idéntico. Lo que se puede decir observando las experiencias de varias sociedades es que una sociedad puede silenciar alguna cosa durante un período, pero no puede silenciarla indefinidamente.
- Tarde o temprano llega el momento en que se revisan esos acontecimientos.
- El cambio de una generación suele ser determinante para confrontar con el pasado silenciado. Por otra parte, la mirada hacia el pasado se modifica continuamente. Recordemos el caso de Alemania y su memoria del Holocausto. La sociedad alemana después de 1945 vivió en la amnesia durante un tiempo. Es a partir de los años "60 que estos hechos se instalan en el presente para ser revisados, que la memoria se despierta. Lo mismo ocurre con Francia y la memoria de Vichy, o la memoria de la guerra de Argelia.
- Usted dijo que si hay un hecho que, pese a que ocurrió hace muchos años, vuelve, se problematiza en el "presente" y si no logra instalarse en "pasado" es porque reclama ser elaborado por esa sociedad. Allí hay algo que trabajar, una deuda. Pero esas elaboraciones no ocurren en cualquier momento, suele ocurrir que una sociedad elige un momento extraño para revisar su pasado. ¿Esta decisión tiene que ver con el estado de esa sociedad para afrontar los problemas, con aquello que decía Nietzsche con "la verdad que está dispuesta a soportar"?
- Sí. Siempre hablamos de la sociedad como si fuera un conjunto, pero no es así, hay sectores de la sociedad que intervienen y que llegan a sensibilizar a la opinión pública. Es muy difícil de explicar por qué en algunos momentos los discursos vinculados con la memoria de algún hecho parecen caer en el vacío y por qué en otros encuentran un eco, una escucha en la sociedad en general.
- En la Alemania post holocausto ¿cómo ocurrió?
- Hubo un conjunto de factores. Uno fue la enorme repercusión que tuvo el juicio de Eichmann en Jerusalén en los inicios de los años "60 en Alemania y gran parte del mundo. Es el primer juicio en el cual se habla del holocausto, el primer tribunal en el que desfila enorme cantidad de testigos que ayudarán a reconstruir esa historia de horror. Una historiadora francesa, Annette Wieviorka, habla de esto como el inicio de la "era del testigo". También, en Alemania, se llevaron a cabo a mitad de los años sesenta juicios contra guardias del campo de concentración y exterminación de Auschwitz, con mucho eco. Paralelamente hay una nueva generación que llega a la edad adulta y que exige hablar de estas cosas a sus padres o mayores. Por otra parte, se añaden las repercusiones de la guerra árabe-israelí de 1967 que despiertan el temor de un segundo holocausto. Se registra entonces, un despertar de la conciencia judía en varias partes del mundo. Y durante estos años hay vientos de cambios en la órbita política y académica. Se termina la fase de los gobiernos conservadores y se inicia el ciclo de participación socialdemócrata. Llega, además, una nueva generación de historiadores que no habían sido educados durante el ascenso y permanencia del nazismo.
- ¿Cómo opera el miedo en la opción por el olvido?
- Se observa que los que han vivido experiencias traumáticas tienen mucha dificultad para comunicarlas. Esto se ha estudiado mucho, sobre todo en el caso de los sobrevivientes de la Shoa (holocausto), pero vale también para otros casos. Algunos optan por eso que llaman "el silencio terapéutico" o necesitan décadas para escribir o contar sobre esos hechos dolorosos. Pero lo interesante es ver qué experiencias traumáticas, como la de la última dictadura argentina, no dejan nada intacto en una sociedad, provocan conductas que buscan el silenciamiento y no sólo de parte de los victimarios. Una gran parte de la sociedad no quiere hablar, volver a esos hechos que la obligan a hacer un examen de conciencia donde descubriría que, como miembro de esa sociedad, quizá tenga que asumir cierta responsabilidad. Allí al miedo que imprimió el terror del pasado se suma la vergüenza. En el caso de la Argentina lo que llama la atención del período de la dictadura es que convivieron el infierno y la normalidad. Se torturaba en lugares que podían estar en el medio de la ciudad sin que nadie se percatara de ello.
-Suele escucharse aquí que por algo hubo madres y no padres de Plaza de Mayo. ¿Cree que la mujer enfrenta el dolor o cuida la memoria del pasado de modo diverso?
- Yo creo que existen diferencias, aunque reconozco que este tema es una dimensión de la memoria que ha sido poco estudiado. Lo que es impresionante en este caso peculiar es que en general estas mujeres, madres y abuelas, no tenían ninguna experiencia que las preparara para un rol público de esta envergadura. Eran amas de casa que hablaban en un lenguaje muy simple y pese a ello encontraron las palabras adecuadas o gestos necesarios para dejar al poder desnudo. Fue admirable la valentía que tuvieron entonces y la capacidad de hacer frente al drama personal. Y con respecto a esto, creo que las mujeres en especial, durante generaciones y generaciones han sido las transmisoras de tradiciones, canciones, relatos, por su rol de cuidadoras o de madres, quizá esto las vuelva más... más cuidadosas o las involucre más en esto de la transmisión de identidad y valores.
- Cuando hablamos de "memoria" siempre se apela a hechos puntuales: el proceso y los desaparecidos, el holocausto, la matanza de armenios, ¿sólo se hace memoria de los genocidios?
-No precisamente. En el caso argentino esta experiencia ha sido un golpe en la vida del país, pero no es el único acontecimiento, pasa que es como una herida abierta. Pero si hablamos más en general de la memoria del país habría muchísimo que decir, por ejemplo, en lo que refiere a la memoria del peronismo, sobre Eva Perón, la resistencia, las luchas obreras, en fin. Lo que tienen en común todos estos hechos es que refieren a una memoria traumática. Acontecimientos que han sido muy dolorosos para un país, una etnia...
-Si en una sociedad conviven la voluntad de recordar y la voluntad de olvidar, el lugar de la memoria aparece como un lugar de fuerte tensión y pugna...
- Olvidar es imposible, aunque se lo busque. Mientras los problemas sigan siendo problemas, es imposible olvidar. Y sucede que muchas veces es sólo la justicia la que permite pacificar los espíritus.
- La crisis que atraviesa la Argentina ha obligado a buscar en el pasado explicaciones, soluciones, experiencias. ¿Estos momentos marcan una predisposición mayor para activar los mecanismos de memoria?
-Creo que hay un punto importante. Volver al tiempo de la dictadura para los argentinos no es únicamente volver al tema de los derechos humanos, es volver, por ejemplo, a los cambios que se produjeron en la economía de este país a merced de un gobierno dictatorial, de la imposición del terror. Un modelo económico que fue impuesto con la violencia y que buscaba desindustrializar para eliminar una fuente de conflicto, anular conquistas sociales, buscaba fortalecer al mundo financiero y especulativo ... cambiar una cultura. Se exterminó toda una generación de militantes, se intentó romper una cadena de solidaridades, imponiendo el miedo para fortalecer la atomización, el individualismo. En todas estas cosas podemos encontrar un hilo directo entre el período de la dictadura militar y este presente doloroso que vive hoy la Argentina.

El pasado reciente

La historia, en tanto relato, es una reconstrucción de acontecimientos pretéritos.
Remite inevitablemente al pasado, pero no es todo el pasado.
Desde su aparición, y durante varios siglos, el saber histórico fue concebido como si su tarea consistiera en registrar para la posteridad acontecimientos ejemplares con la intención de que quedaran vivos en la memoria colectiva. Casi siempre esta concepción estuvo vinculada con algún uso público específico orientado desde el poder: cohesionar a la sociedad, por ejemplo.
Los oprimidos y los excluidos también recurrieron a la historia para fortalecer su identidad y orientar sus prácticas reformistas o revolucionarias. En otras ocasiones se la consideró como un conocimiento cuya comprensión preparaba a los individuos para a la vida.
A mediados del siglo XIX el saber histórico se profesionalizó. Su ingreso al ámbito científico fue posible en la medida en que adoptó los criterios que, por entonces, marcaron el rumbo a seguir por las ciencias sociales en su conjunto: rigurosidad metodológica, imparcialidad, distancia respecto de lo estudiado. Se consideró necesario que las investigaciones reconstruyeran los hechos tal como habían ocurrido, a partir de sofisticados métodos de indagación y control de los "datos". Con la imparcialidad se pretendía evitar el compromiso ético-político del historiador con lo estudiado. La distancia temporal podía evitar que las conclusiones obtenidas fueran puestas al servicio de programas políticos y sociales.
Hoy se reconoce que estas exigencias no pudieron evitar la politización de la historia o su ideologización. De todos modos algunos de los temas de aquellas viejas discusiones se han actualizado por la aparición de una nueva corriente historiográfica: la historia del tiempo presente o historia del pasado reciente. Este nuevo campo de conocimiento se constituyó a partir de la tematización de experiencias pasadas muy cercanas en el tiempo. Tan cercanas que sus protagonistas y testigos, si no están vivos, han contribuido a generar y transmitir memorias sociales que operan en el presente, en tanto sus contenidos son patrimonio de la historia personal que interactúan en la realidad social y, al mismo tiempo, los valores y principios que sustentan esas memorias componen la trama cultural que es el marco de referencia, el contexto de sentidos, desde el cual el historiador formula sus hipótesis, "recorta" sus objetos de estudio e interpreta.
En este contexto, Argentina ha sido escenario de una polémica desde la aparición de este nuevo campo de conocimiento histórico. ¿Es posible un abordaje histórico del pasado reciente? ¿Es oportuno?
La historia del tiempo presente no es distinta, en muchos aspectos, de otras corrientes historiográficas. Quizá sea más difícil porque el pasado al cual se hace referencia continúa abierto y operante. Muchos de los elementos documentales necesarios para su reconstrucción pueden no estar al alcance de quien investiga. Más aún, pueden ser ocultados deliberadamente.
Por otra parte, la cercanía de los acontecimientos y la inevitable posibilidad de que el historiador se involucre con lo estudiado, pueden dificultar la rigurosidad que la profesión demanda.
En cuanto a la oportunidad es interesante remarcar que toda reconstrucción histórica parte de las preocupaciones de un historiador ubicado en un presente. Es natural entonces que estas preocupaciones aparezcan influenciadas por aspectos filosóficos y políticos.
En fin, la historia del tiempo presente o del pasado reciente aparece en medio de una tensión entre conciencia histórica y la autocomprensión del presente.
Y en tal sentido permite poner en diálogo un pasado vivido con un pasado científicamente recuperado, aportando un nuevo ámbito para la comprensión de las complejas y mutuas influencias del pasado y del presente.
Carlos Pescader
Secretario Académico de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad Nacional del Comahue.

Textos y Entrevista: Susana Yappert y Carlos Torrengo

   
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