Sábado 21 de setiembre de 2002
 

El Teatro Lope de Vega con fiesta por los 24 años

 

Anoche se realizó un homenaje al poeta Carlos Kristensen, hoy se repondrá "Amores acorralados" y mañana "Poemas"

  NEUQUEN (AN).-En la distancia que separa veinticuatro años, hay que hacer toda una traspolación para situarse en el momento y lugar, 1978 en Neuquén capital y alrededores.
Difícilmente las chacras estuvieran peor de lo que ahora sufren. El ciclo de la naturaleza se cumplía inexorable una vez más con las floraciones, el polen ahogando a los alérgicos y unos cuantos cardos ruso más, rodando redondos por el mismísimo centro de la ciudad.
Los cardos ruso, hoy ya casi no existen en su corrida cilíndrica. Desaparecieron como muchos. Entonces estaban desapareciendo seres, amigos, artistas. Otros en el exilio.
Se habían ido casi todos los que hacían teatro aquí, o no se animaban, o eran muy pequeños. Quedaba apenas un puñado, desde el que se volvería a fundar tabla a tabla, verso a verso, aquello que -la tempestad que aún encapotaba en cerrazones- había dejado en pié.
En la librería Siringa, en pleno centro o en la inmobiliaria de Portanko y Sotomayor o en la casa de la familia Digiglio, dos hombres y una mujer se reunían, charlaban, evaluaban, median, se asustaban por los alumnos, amigos casi hermanos que ya no estaban. Sacaban cuentas. Eran Norman Portanko, Alicia Fernández Rego y José Digiglio, éste último fallecido hace algunos años.

Un trío con pócimas, pesares y un palomar en lo alto

Los tres tenían sus compromisos económicos, pero pensaron arriesgar una vez más -apenas a dos años del ยด76- y armar un teatro que llamaron Lope de Vega. Se recicló un espacio destartalado en los altos del cine Español, con poco más o menos dos centenares de butacas: intimista y acogedor. Neuquén tenía veinticuatro años menos, miles de habitantes menos, inexistente o mínima actividad cultural.
El trío (y sobre todo Alicia Fernández Rego, que era maestra desde muchos años en el quehacer teatral), volvía a ser pionero en la labor, en la acción de armar un elenco, montar obras, iniciar las temporadas teatrales a las que antes del funesto marzo de 1976 estaba acostumbrada la ciudad.
Ese espacio fue formador de gente y de allí se desperdigarían para encontrarse en otros espacios, como el Teatro del Bajo.
El Lope de Vega, siguió su curso, midiendo como un investigador puede medir en un laboratorio los elementos de una pócima, sobre qué obra podría subir a escena. Al elegir, corrían el filo de la daga del "continuar o no" funcionando. Y sobre el existir o dejar de hacerlo por causa de ideas, ideales e ideología, los fundadores sabían largo y dolorosamente del tema.
Sobrevivió el teatro, durante el tiempo que fue acogido como un palomar de la comedia y la tragedia, escaleras arriba del viejo cine propiedad de la colectividad española: comunidad que le dió una mano. Después, los tiempos impulsaron a adecuar la sala cinematográfica y el teatro como entidad inmobiliaria desapareció.
Quedaron los maestros, los alumnos, los graduados, los jóvenes actores y actrices allí formados o que venían de otras provincias, los adultos ya experimentados.
Veintitantos años y el elenco Lope de Vega, flotaba en la búsqueda de otro espacio. Hace dos temporadas atrás, ancló en diagonal España al 53, en un pequeño teatro, donde sus miembros siempre han estado dispuesto a seguir.

De tempestades y virulencia

Es la misma empresa de talleres, de ensayos, de puestas. Es la jugada diaria, con los que están y con los que regresaron. Un juego de esmero, de paciencia, de vocaciones y temores. Pero sin peligros, salvo la vicisitud de ¿qué pasará mañana cuando haya que pagar el alquiler?; sin necesidad de remedar al inventor de pócimas midiendo palabra por palabra en las que se les podrían ir la vida.
Veinticuatro años después, se va la vida por las palabras, pero con la savia que alienta a los teatrantes de raza, los que nunca pueden dejar esa adicción sublime que los invade en tardes y noches en vela (en blanco, negro y colores de spots). Ya son muchos, muchísimos los del teatro Lope de Vega y las obra para adultos y niños y las clases y los maestros.
Alicia Fernández Rego "la maestra" refundó esa casa y a su frente se encuentra, así y todo con sus dolores y la salud endeble está omnipresente como la docente y guía. Norman Portanko ya no es parte activa de esta etapa, aunque sigue enraizado a la actividad como representante del Instituto Nacional del Teatro. José Digiglio regenteó hasta su fallecimiento el teatro Conrado Villegas.
Nombrar los tres pilares podrían hacer sentirse no reconocidos a quienes hoy son el verdadero cuerpo de este elenco-entidad. Es cierto, las debidas disculpas para ellos, porque las grandes empresas son tanto cimientos como paredes y techo. El teatro Lope de Vega es su historia, remontada a cuando la tempestad estaba en su mayor virulencia y es la actualidad inmersa en otro género de virulencia.
Los unos y los otros, teatrantes de alma, están de festejo con lo que saben y con lo que son.
Anoche, tarde y entre una bebida espirituosa y el abrazo franco y cálido, se dijeron ¡Felices veinticuatro!
En diagonal España 53 cumplieron con el homenaje al querido colega de los tiempos idos: Carlos Kristensen. Hoy, la fiesta será una fiesta, a las 21, con el regreso del vino concert "Amores acorralados", y mañana, comienza el ciclo de poetas neuquinos, con el recital de Carlos Blasco. Están invitados.
   
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