Sábado 17 de agosto de 2002
 

Cómo se enseña la figura de San Martín a los chicos

 

"La escuela todavía no tiene definido qué tiene que hacer", advierte el investigador y editorialista de manuales escolares, Diego di Vincenzo. Para el entendido, la historia que se narra es pobre, sin muchos vínculos con la actualidad.

  Los interrogantes y significaciones que se abren frente a cada momento histórico plantean, en el plano educativo, una pregunta vinculada a los fines mismos de la Historia y a cómo fue variando el contenido de la enseñanza del pasado, y en particular de San Martín, frente a la celebración del 17 de agosto.
"La escuela lo que ha hecho históricamente es recuperar la tradición para llevarla a las aulas", destacó el investigador y editorialista de manuales escolares, Diego di Vincenzo. En esa tradición, la idea de San Martín como mito de la Nación Argentina "no se da de forma automática, sino que se construye una especie de mitología que le devuelve a los habitantes del territorio una serie de valores que les permita reconocerse en una tradición", expresó.
"Se da en el marco -continuó- de la construcción de una trama en la que hay acciones de sujetos que parecieran dotados de algún tipo de señalamiento divino, y en ese sentido se hace una recuperación de San Martín como padre de la patria". Así es como llegan los años 30 en los que aparece el mito del nacionalismo y San Martín "será el Santo de la Espada, ejemplo de virtud, de valor, de nobleza; se construye una imagen épica de San Martín en la cual reconocer ciertos valores de esta nacionalidad", dijo.
Este modelo quedó sellado en los manuales de historia a lo largo de décadas. "Después -precisó el especialista- la historia va a poner, ya en 1980, en tela de juicio a la visión tradicionalista, y no va a enfocar tanto lo fáctico; en esta visión San Martín aparece como engranaje de un proceso que lo trasciende, como es el proceso independentista americano".
En este marco historiográfico, di Vincenzo aclaró que "San Martín era un estratega y la tenía clara, porque el centro del poder estaba en el Alto Perú, esto sigue siendo importante de ser dicho".
"Para una historia como la nuestra -continuó- uno puede rescatar que San Martín estuvo subordinado a un objeto americano, tenía claro que el tema pasaba por la unidad, esbozaba un proyecto continental, y esto no es pavada, ahora no podemos esbozar un proyecto regional; es como si las variables fueran las mismas que ahora, con la distancia histórica".
Pero en este nuevo contexto, el editorialista hizo hincapié en que existe, en términos educativos, una tensión latente: "el alumno se encuentra con que la escuela celebra el día de San Martín, de Belgrano, porque la escuela es guardiana todavía de esas efemérides, cosa que no sé si está bien o está mal, pero por otro lado hablamos de procesos y se intenta enseñar la historia de otra manera". "Creo -añadió- que la escuela todavía no tiene definido qué tiene que hacer".
Asimismo, destacó que "la pregunta por los fines es la que determina los rasgos que asumirá la narración de los hechos. Hasta un determinado momento de nuestra historia político-institucional, estaba bien claro qué debía historiarse (o, lo que es lo mismo, qué debía enseñarse) y por qué".
"Las editoriales no hacían más que convocar a algunos "notables" historiadores -añadió- que desarrollaban un programa de contenidos, que tenía carácter oficial y que se imponía para toda la República".
En ese sentido, la historia estaba pensada en relación con una finalidad, "por eso se revestía de caracteres legendarios o mitológicos: los próceres, las grandes hazañas, los gestos patrióticos", dijo.
"Lo que aparece por debajo -continuó- es la idea de que la historia es una historia grande de la patria, casi familiar, entendida como suma de importantes hazañas que le dan gloria a un pueblo y a una nación".
Para Vincenzo, "la crítica a este modo de escribir la historia aún no ha deparado, sin embargo, una historia cuidadosa de su aspecto narrativo, soporte fundamental cuando la Historia se piensa en relación con la enseñanza".
El editorialista caracterizó, en este sentido, la calidad textual de los manuales como "pobre", lo cual "probablemente se deba a que la mayoría de los autores no ha logrado conseguir un estilo que presente un relato de acciones lo suficientemente claro como para asumir los retos que implica la puesta en discurso pedagógico de esta disciplina".
   
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