Domingo 4 de agosto de 2002
 

El fugitivo galopa en su pingo rumbo al oeste

 

Unos carreros galeses vieron pasar a Pío Quinto Vargas hacia la cordillera mientras el sumario desnudaba las flaquezas gubernamentales. Corrían los últimos días de octubre de 1905.

 
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La segunda fuga de Pío Quinto Vargas –el solitario, rebelde y enigmático ganadero de Corcovado- desde la cárcel de Rawson en la noche del 27 de octubre de 1905, planteó varias incógnitas a policías, investigadores y seguidores del judicial en las páginas del flamante periódico Cruz del Sur. También andaban despistados algunos corresponsales de diarios porteños sin tiempo para reflexiones sesudas. Pero para el ex comisario Eduardo Humphreys, el episodio escandaloso de la fuga en las narices del gobierno territorial -que manchaba de ineficacia y desnudaba conflictos internos-, fue aprovechado en venganza por la exoneración reciente tras su larga trayectoria policial. Cargó contra el gobierno de Chubut por su influencia en el diario La Nación, del que al parecer había sido corresponsal cordillerano. Algunos "palos" cayeron sobre el gobernador, abrumado por varios episodios encadenados por delitos escandalosos e incontrolables.
El expediente que exoneró al comisario de 16 de Octubre -valle cercano a Esquel, por entonces un caserío que asomaba a la toponimia regional-, concluyó negativamente para el sumariado con la firma del presidente Julio Argentino Roca. El decreto basado en los informes de gobernador Julio B. Lezana resumía que Humphreys había cometido grave negligencia negándose a tomar a los norteamericanos de Cholila (sus amigos). Todavía era comisario cuando apresó a Pío Quinto Vargas (que firmaba "Pioquinto", como se ve en esta página en la ilustración tomada del sumario penal). Le pidió entonces a Vargas un certificado por simulada compra de ganado y prometió pagar 200 pesos. Su hermano Mauricio Humphreys saldó la deuda ya estando Vargas preso, pagándosela al director de la cárcel Benito Cerrutti. Esos fondos tenían por destinos: compras por encargos de presos y distraídas rendiciones en beneficio de buen trato. El sumario demuestra que Pío Quinto tenía trato privilegiado por decisión del director.
Poco y nada se sabe de la primera fuga, cuando Vargas –ya con 51 años- era llevado preso en larga travesía hasta Rawson. Recapturado, debió enfrentar la acción criminal en su contra por las dos muertes del 22 y 23 de febrero del mismo año cinco, en la disputa rural con el estanciero porteño Lucio Ramos Otero.

Delivery carcelario

Esa noche del viernes 27 de octubre Vargas aprovechó la ausencia de los principales custodios de la cárcel. Ya había alzado su recado, tomado el máuser y la bolsa con 60 balas que, según el propio Vargas, el soldado dragoneante y custodio Eulogio Icardi –de 23 años- le dejó disimulados detrás de la puerta a la calle de la oficina del director. No cenó y acostumbraba a cenar el "rancho" pero como el preso Manuel Amandi se hacía traer comida de la fonda de Angel García, Vargas alternadamente lo imitó con comida del hotel Moniguetti que traía el chico Domingo Comandini.
Otro Domingo, el italiano Machione, pero de 36 años, era el carcelero principal que ese día se retiró más temprano. El cabo cuatro Romelio Romero tampoco estaba y menos aún Pedro Berro, jefe de guardia y subteniente de 22 años. El director Cerruti, desde su casa, salía a cenar y Machione que lo visitaba para comer con él. Ya fuera de la cárcel, Pío Quinto, disimuló como pudo su perfil y logró acercarse al caballo, atado y próximo. Le puso el recado que sujetó a los tirones y salió en precipitado galope. No debía temer. Antolín, como llamaban a su hermano menor Antonio, ya se había adelantado dos días a juntar la tropilla y luego seguir por los flancos del río Chubut, armar las postas que en la línea del camino a la cordillera.
El caballo que posibilitó la fuga, atado por un cabestro, era de David Lloyd Thomas, un galés de 36 años, quien fue indagado en el sumario cuatro días después de la fuga. Pero Thomas también admitió que había aceptado un giro por 1000 pesos que le suscribió Tomás T. Austin a favor de Pío Quinto Vargas. Para el juez letrado, Austin era el hombre clave de la fuga y acababa de ser el intermediario en una venta importante entre los bandidos que se había evaporado de Cholila y la compañía Cochamó.
Los indagadores podían sospechar muchas cosas, especialmente de Austin. Se decía que era quien había comprado –quizás de forma simulada para evitar su embargo- la hacienda de Vargas. Las pocas agencias de bancos regionales habían recibido telegramas para que bloquearan cualquier operación que tuviera que ver con Vargas o las personas que se le mencionaban en cada texto. Otra andanada de telegramas recibieron las policías de diferentes puntos del Chubut y los jueces de paz de la región. Hugh Griffith, el juez de paz de Gaiman, contestó positivamente el suyo a las 2 de la tarde del 28 de octubre, es decir, al día siguiente de la fuga. "Tomas Austin –decía el telegrama- pasó ayer a las dos de la tarde. Va muy ligero, no ha quien pueda hacerlo alcanzar". Pero no tan ligero. En Gaiman, a unos 35 kilómetros de Rawson camino de la cordillera y horas antes que Vargas iniciara su fuga, Tomás Austin se había apeado apenas del carruaje que lo llevaba como una exhalación y rogó al juez Griffith le certificara la venta de todas las haciendas vacunas y caballares de Pío Quinto Vargas "que había sido arreglada en enero de ese año". El certificado, que corre agregado al expediente tiene las 4 marcas diferentes, todas de titularidad del prófugo. El día anterior Austin había intentado infructuosamente la certificación ante el juez de paz de Trelew, Robert A. Davies, galés naturalizado argentino de 48 años y más cuidadoso que Griffith.

Orden de Joaquín
V. González

En el mismo día de la fuga de Vargas, en la casa de gobierno de Buenos Aires, Rafael Castillo suscribía en su despacho del Ministerio del Interior la orden destinada al gobernador Lezana para que pusiera a disposición del juez letrado de Chubut Luis Navarro Careaga los elementos necesarios para proceder a la extradición hacia Viedma, Río Negro, de los encausados Manuel Amandi y Pioquinto (sic) Vargas. Se trataba de disponer pasajes en barco y custodios, algo a lo que se había negado el gobernador Lezana y provocó la petición del juez al ministro de Justicia Joaquín V. González. Pedía "un comisario responsable no sólo de ellos sino principalmente de paquetes de pruebas y delicados objetos de convicción como 3 carabinas, pólvora y proyectiles que no pueden remitirse por correo". El conflicto de la interna de Chubut la ganó el juez. Pero para Pío Quinto, que veía el traslado como algo fatal y a la vez presentía que el juez ganaría la instancia capitalina, habría preparado la fuga para evitar el traslado (otro argumento lo vertió Vargas en un telegrama al presidente de la república, que ya entonces era Manuel Quintana: sostenía que en la cárcel querían envenenarlo). Dos días después de la fuga, La Nación insistió con un telegrama desde Rawson. Decía que era imposible "su captura en vista de la poca policía (...) Aquí no se cuenta con oficiales ni comisario de policía que puedan perseguirlo máxime si el jefe e inspector se quedan en el pueblo tranquilamente. La evasión se realizó al entrar la noche en un caballo del vecino Lloyd Thomas". Para el 4 de agosto el corresponsal de Rawson señaló que "unos carreros galeses vieron en el camino a la cordillera al prófugo Quinto Vargas" e insistía que "nadie ha salido en su persecución" y aún el 8 de agosto todo estaba incógnito. "El comisario Guibelli (de Ñorquinco) partió para la cordillera. Se supone que va a vigilar el camino de Cochamó por donde se cree pasará Pío Quinto Vargas". Esa sospecha de pasar a Chile estaba errada.
(Continuará)

Curiosidades•

Esta semana de 1905 reinaba satisfacción entre los vecinos de Campana Mahuida por la actuación del comisario ad honoren, el hacendado Lucrecio Gómez. Acababa de remitir a la cárcel de Neuquén al cuatrero Pereyra y al ratero Mariano Parra.
• Nuevamente conscriptos licenciados y de a pie. Esta vez, por noticias de Patagones del 5 de agosto de 1902 denunciaban que a conscriptos licenciados en las cordilleras les dieron pasaje en tren hasta Río Colorado, por lo que tenían que caminar 400 kilómetros y dormir en la intemperie invernal.
• La Prensa del 7 de agosto de 1902 publicó un telegrama fechado el día anterior en Choele Choel en el que se confirmaba el resultado infundado el caso que había motivado la detención del comisario Mariano Gamboa. Aunque quien pretendía su puesto –el jefe de la policía volante teniente Angel Bordó- había clausurado el café donde una vez liberado sus amigos lo convidaron con una animada tertulia, se organizó inmediatamente el almuerzo servido el mediodía del 6. Bordó se dedicó a impulsar batidas por el territorio y proclamar que será nombrado comisario del departamento.
• El 7 de agosto se divulgaron en Buenos Aires los reclamos telegráficos que desde la cárcel de Rawson hizo el encarcelado Manuel Amandi al presidente de la República (Julio Argentino Roca) "quejándose de ser víctima de atropellos de parte de la Justicia" lo que dio imperiosos motivos del pedido de informes que inmediatamente despachó el ministro del área para que lo conteste el juez letrado. Curiosamente la queja de Amandi –acusado de cuatrerismo- estaba reforzada por otras protestas que algunos vecinos denunciaban por invasión de campos y otros problemas rurales que devenían de la impunidad reinante en aquellas soledades. Amandi, fue el preso más cercano a Pío Quinto Vargas cuando éste permaneció encausado por sus crímenes en Corcovado y por las fugas que protagonizó.

fnjuarez@interlink.com.ar

   
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