Jueves 8 de agosto de 2002
 

Con respirador

 
  Criticar las prácticas asistenciales del Estado genera el riesgo de caer en u-na clásica falacia, repetida por los po-cos que quedaron dentro del plato cuan-do la crisis general dejó en la miseria a una gran cantidad de trabajadores: es e-sa que asegura que los pobres lo son porque quieren, ya que prefieren una bolsita o un subsidio al sacrificio y el esfuerzo.
El Estado tiene la obligación de a-tender las necesidades de los ciudadanos, que por razones ajenas a su responsabilidad han visto desaparecer sus empleos y hoy buscan infructuosamente uno que les permita sacar a sus familias adelante.
Pero también es cierto que en esta ciudad existen recursos para empezar a trabajar en conjunto con el fin de acabar con los paliativos y pensar en alternativas productivas sustentables. Es impensable que medio millar de personas reciban 150 pesos por mes del plan Jefes. Que cerca de 200 hayan subsistido cuatro meses, después del cierre de la pesquera Aguacampo, con subsidios entregados por la Dirección de Pesca. Que diariamente extensas colas de sanantonienses aguarden la ayuda social frente a los despachos de los funcionarios municipales. Que aún hoy, con una nueva planta instalándose, varios pescadores peregrinen entre Biología Marina y la comuna, entre la Dirección de Pes-ca y las oficinas de los legisladores circuitales para pedir algún nuevo aporte que les permita llevar la comida a sus hijos. Que los comedores no den abasto para atender la demanda de los más desprotegidos.
Ex comerciantes, obreros de la construcción, administrativos con años en empresas públicas, jóvenes con secundario completo y materias cursadas en carreras terciarias, mujeres con varios hijos cuyos maridos realizan changas por pocos pesos a la semana, buscan soluciones a su desesperanza frente a los representantes de los Consejos Consultivos que, tapados de papeles y documentación recibieron la generosa tarea de controlar la distribución de esos mínimos fondos entre los vapuleados trabajadores, que en muchos casos, ade-más de avergonzados, se sienten es- tafados y engañados.
Es tiempo de dar un golpe de timón. No alcanza con que los funcionarios digan que se terminaron los subsidios para el sector pesquero o que se despeguen de los planes Jefes y Jefas, dejando sólo en manos del Consejo Consultivo la difícil labor.
Ahora le corresponde también al Estado, con personal técnico capacitado y mediante la motivación a las entidades intermedias, la búsqueda de soluciones de fondo. La generación de microemprendimientos en las distintas áreas que den empleo, primero, a algunos grupos familiares, y luego, a barrios enteros para salir de este cuadro de desocupación y pobreza.
Los sanantonienses deberán por su parte incorporar nuevas conductas productivas, sin limitarse a la tradicional filosofía "pesquera" de ir al mar, capturar y traer, y practicando una más "agrícola", de plantar, cuidar, esperar y cosechar. Será una modificación cultural, que tal vez demande años para que se generalice, pero que a la larga permitirá la creación de huertas, la explotación del cultivo de moluscos, la crianza de a-ves de corral, de conejos o de lombri-ces, entre tantas otras actividades que además del turismo, la pesca y el puerto permitan mantener con vida a un pueblo que hoy resiste asistido por el respirador artificial del Estado.

Pedro Caram
pcaram@canaldig.com.ar

   
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