Sábado 31 de agosto de 2002
 

Patagonia mon amour

 

Por Jorge Gadano

  Que el "Times" de Nueva York se haya ocupado en una nota de tapa del independentismo patagónico le dio a esta idea mucho mayor impacto que la de unir a la región en una sola provincia, lanzada por el gobernador neuquino Jorge Sobisch y que apenas contó con el acompañamiento discursivo del gobernador rionegrino Pablo Verani.
El corresponsal del diario neoyorquino en Buenos Aires, Larry Rohter, ha explicado que la escisión sería algo similar a una huida, necesaria para que la región se ponga a salvo del desastre argentino. Esta columna se ha venido ocupando de ese fenómeno, relacionándolo con la descomposición del poder federal y el consiguiente protagonismo de caudillos del interior -Rodríguez Saá, Kirchner, Romero- con aspiraciones a ocupar el sillón de Rivadavia.
Seguramente, si el territorio patagónico colindara con el de los Estados Unidos, la escisión se habría producido hace mucho tiempo, tal vez en la misma época en que México debió dejar en manos de su poderoso vecino del Norte una tercera parte de su territorio.
El territorio del virreinato de la Nueva España se adentraba profundamente en el oeste americano. Los nombres de ciudades y estados que han sobrevivido hasta hoy constituyen una marca de origen: San Francisco, Los Angeles, Sacramento, Nebraska, Arizona, Texas, denotan el predominio de lenguas y culturas en las que se mezclaban los pueblos originarios con los conquistadores españoles.
El fenómeno de ocupación desde el este fue similar al que se produjo en la Argentina, sólo que allá llegó hasta el mar y aquí se detuvo -aunque algunos querían ir más lejos- en la cordillera de los Andes. Hubo, en ambos países, una marcha hacia el oeste del ejército, que "limpió" el territorio para abrir el camino al ferrocarril y a los colonos.
Texas, que hasta mediados de 1830 pertenecía nominalmente al Estado mexicano, se declaró independiente primero y luego, respondiendo al impulso de los grandes ganaderos liderados por Samuel Johnson, adhirió a la Unión Americana, que la incorporó a su territorio. Fue entonces cuando el seis veces presidente de México, el general Santa Anna, tuvo la desafortunada idea de declarar la guerra a los Estados Unidos. Como era de esperar, el triunfo fue para la potencia norteña, que mediante el tratado de Guadalupe Hidalgo se quedó con un tercio del territorio mexicano.
Era previsible que el artículo de Rohter encendiera los corazones patrióticos de la región. Hubo variadas reacciones, todas en tono de indignación, y no pocas insinuaciones de que los yanquis quieren quedarse con nuestra Patagonia (lo que no es novedoso porque siempre han querido quedarse con todo). Hubo, sin embargo, por lo menos una virtud en el artículo del corresponsal del NYT, cual fue la de unir en una declaración a diputados justicialistas patagónicos y a uno de la UCR en una declaración común. De modo similar y por unanimidad se expidió la Legislatura neuquina, que haste ese momento no había parado de pelearse. Así que que cuidado: porque una cosa es renegar contra la vilipendiada pampa cada vez más húmeda (por las inundaciones), y otra muy distinta desligarnos de la patria que nos dejaron nuestros próceres.
Por lo demás, está claro que el fenómeno de Texas -con más las anexiones de Nuevo México, Arizona y California- no se puede repetir, porque no limitamos con Estados Unidos sino con Chile. Y si bien nuestros vecinos trasandinos abrirían los brazos a la incorporación de un territorio que no pocos de ellos consideran propio, es dudoso que los argentinos de este lado se entusiasmen con la posibilidad de convertirse en chilenos. Sin contar con otra complicación, porque los mapuches consideran que toda la Patagonia, de uno y otro lado, es de ellos.
En Estados Unidos viven y trabajan unos 20 millones de mexicanos, que a pesar de haber formado parte de uno de los pueblos más nacionalistas del mundo adquirieron la nacionalidad de su país de adopción porque allí encontraron un trabajo y un futuro para sus hijos. Puede que sea verdad, como lo señaló uno de los políticos que reaccionaron contra Rohter, que ningún argentino piense en la secesión de la Patagonia. Pero no todos los corazones argentinos laten al mismo ritmo cuando se les habla de la patria. A algunos todavía les va bien. Pero es seguro que muchos de los pobladores pobres de toda pobreza de esta Patagonia que todavía sigue siendo un desierto la abandonarían sin hesitar si se les ofreciera otra patria que les brindara la posibilidad de una vida digna. Y si se los trasladara con Patagonia y todo lo harían con gusto.
De modo que a la hora de ser patriota, hay que tener en cuenta que el patriotismo se hace con algo más que declaraciones. Como el hombre, un país se construye con el trabajo. Sin trabajo, se destruye. Es lo que estamos viendo hoy en el nuestro.
     
     
Tapa || Economía | Políticas | Regionales | Sociedad | Deportes | Cultura || Todos los títulos | Breves ||
Ediciones anteriores | Editorial | Artículos | Cartas de lectores || El tiempo | Clasificados | Turismo | Mapa del sitio
Escríbanos || Patagonia Jurásica | Cocina | Guía del ocio | Informática | El Económico | Educación