Miércoles 14 de agosto de 2002
 

¿Tiene piso la implosión?

 

Por Mario Teijeiro (*)

  Sí, la implosión económica tiene un piso que, salvo un caos político y social inesperado, está cercano. El tema central sin embargo no es ése, sino cómo volver a crecer sostenidamente para revertir el desempleo y un empobrecimiento social sin precedentes. Para esto se requieren decisiones estructurales, para las cuales la dirigencia política y empresaria parece no estar preparada aún.
La formidable caída de la economía argentina en el 2002 tuvo su explicación fundamental en la fuga de capitales. El orden de causalidad es simple: la desconfianza genera fuga de capitales, el crédito se contrae abruptamente, cae la demanda interna, con ella también la producción y aumenta el desempleo. Cuando la incertidumbre es grande y las violaciones de los derechos de propiedad son groseras (default y confiscación de depósitos), la fuga de capitales es dramática y tiene un potencial de daño enorme, como el que estamos experimentando.
¿Recuerdan el argumento de que si no pagábamos la deuda externa tendríamos mayor capacidad para gastos sociales y así recuperar la demanda interna? Era el latiguillo de todo el populismo y el distribucionismo desarrollista que cree en la capacidad del mercado interno para hacernos crecer sostenidamente. La realidad parece haberlos convencido de que un país no puede funcionar sin un sistema financiero y sin relaciones financieras normales con el exterior. Por eso se han convencido de que hay que acordar con el Fondo. Pero ya es tarde. Los daños a la confianza de ahorristas e inversores son irreparables por muchos años, hecho que no podrá revertir en lo inmediato ningún acuerdo (realista) con el Fondo.
De todas maneras el colapso que se ha producido tendrá un piso que está cada vez más cercano. Es difícil imaginar una salida de capitales a ritmos mayores a los actuales. Bastará que el ritmo actual de salida se estabilice para que la demanda interna deje de caer e incluso crezca un poco. A partir de entonces la economía continuará perdiendo actividad y empleo en sectores internos muy afectados (como el financiero), pero ganará actividad en sectores como las exportaciones y la producción interna que había sido desplazada por las importaciones baratas. En la medida en que el tipo de cambio continúe con valores reales similares al actual, la economía irá produciendo una reestructuración mayúscula. ¿Pero bastará esto para crecer sostenidamente?
El reacomodamiento de precios relativos es una condición necesaria para reiniciar un crecimiento sostenible, basado en el crecimiento exportador en lugar de endeudamientos insanos, pero no es una condición suficiente. Para que haya crecimiento tiene que haber un proceso sostenido de inversión. Esto requiere disponibilidad de ahorro interno o externo. Pero el colapso del sistema financiero hará que el ahorro personal se haga en el exterior o en el colchón. Después del default público y privado, el acceso al ahorro financiero externo también estará cerrado, en el mejor de los casos estará limitado a una paulatina rehabilitación de líneas de financiamiento de comercio exterior. El financiamiento a la inversión se limitará entonces al ahorro propio de las empresas (que existirá en los sectores exportadores y competidores con la importación) y por la inversión de capitales (nacionales y extranjeros) radicados en el exterior. En ambos casos lo esencial para que ese potencial de inversión se materialice es la confianza en que la Argentina no culminará en un caos político y social. Un desenlace político afortunado en las próximas elecciones será una condición esencial.
Pero la reinversión del ahorro empresario y la inversión de capitales externos requieren también un horizonte económico claro, con reglas de juego estables. Para que existan inversiones de peso orientadas al comercio exterior hace falta un nuevo paradigma en materia de comercio exterior. Serán necesarias señales claras que los derechos de exportación se eliminan y no serán un recurso fiscal permanente. Será necesaria una uniformación de los derechos de importación a un nivel reducido, pues ésta es la única manera de poner a la exportación en un pie de igualdad competitiva con los sectores de bienes domésticos y de bienes importables. Será necesario también redefinir el tamaño y eficiencia del sector público, para que sea posible reducir los impuestos y así evitar el tremendo peso impositivo que enfrenta el sector productivo organizado.
En definitiva, las esperanzas de volver a crecer sostenidamente existen sólo en la medida en que la Argentina solucione el tema político y se juegue sin reservas por un capitalismo competitivo abierto al mundo y con un sector público que no sea un lastre insoportable para competir. ¿Podrá el futuro gobierno reconocer esta necesidad y operar en consecuencia?

(*) Presidente del Centro de
Estudios Públicos.
     
     
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