Jueves 1 de agosto de 2002
 

El genoma del miedo

 

Por Martín Lozada

  Nos enteramos de que una investigación realizada con ratas le ha permitido a un equipo de científicos de la Universidad Autónoma de Barcelona localizar una zona concreta del genoma de ese animal, que se correlaciona con distintas manifestaciones del miedo y la ansiedad.
El estudio, publicado en el último número de la revista Genome Research, apunta a facilitar en un futuro la comprensión del miedo humano, dado que los mecanismos neuronales y nerviosos del miedo son comunes en los animales vertebrados.
Es una inmejorable metáfora de los tiempos que corren en la vieja Europa, donde las cuestiones más candentes de la actualidad son la violencia, la seguridad ciudadana y la inmigración. Todas ellas suscitadas por el mismo miedo que los científicos catalanes rastrean en el diseño genético del roedor.
Se trata de un fenómeno fácilmente comprobable a poco de hojear los discursos de los principales líderes políticos del momento, con la paradoja de que sus palabras sobre la inseguridad ciudadana, como las diatribas contra la inmigración, acaban finalmente generando mayor inseguridad que los fenómenos a los que aluden.
Tras el 11 de setiembre del 2001 la deriva autoritaria ha venido reforzando la demanda de seguridad en detrimento de la libertad, desde las calles de las ciudades hasta en la política exterior. Comprobamos así que ha salido de agenda la ampliación de las libertades y que avanzan a fuerza de votos los "custodios de hierro"; quedando menoscabadas las expectativas del Estado de derecho y la vigencia de las garantías fundamentales.
Caso paradigmático de ello resulta el amurallamiento que viene forjando alrededor de sí la Unión Europea, en lo que constituye una violenta operación policial contra quienes pretenden acceder al territorio comunitario, fundamentalmente desde el Magreb y el Africa subsahariana. Se vincula automáticamente la noción de inseguridad con la de inmigración, ecuación que dispara respuestas simplistas a problemas complicados mediante la aplicación de políticas que convocan a los fantasmas de la intolerancia y el racismo.
El caso francés resulta ser, en este sentido, francamente revelador. La cruzada contra la delincuencia sobre la que había gravitado la campaña del hoy presidente Chirac no se ha hecho esperar. El gobierno conservador, apoyado en la abrumadora mayoría parlamentaria conseguida en junio último, prevé concretar una reforma judicial que permita, entre otras medidas, el encarcelamiento de los menores infractores comprendidos entre los 13 y 16 años de edad.
Estos menores en conflicto con la ley penal serán inicialmente tratados en "centros cerrados de reeducación", cuya inauguración está prevista para comienzos del 2003. El ministro de Justicia los concibe como dependencias de tamaño reducido, sin barrotes, destinadas a acoger entre 6 y 10 jóvenes cada uno. Ahora bien, una vez cumplidos los 13 años y si se hubiera constatado la fuga de los mismos, serán tras ello objeto de encarcelamiento.
La reforma no sólo incluye la creación de dichos centros, sino también la puesta en funciones de los llamados "jueces de proximidad", no profesionales, que en número superior a 3.000 recibirán competencias para entender en materia de pequeños delitos y para decidir la suerte de los adolescentes.
Simultáneamente, los mecanismos procesales que facilitan las prisión preventiva se simplificarán para que sea más expeditivo el encierro de los autores de robos y daños. Y aunque se instaura un sistema para descongestionar las prisiones, lo cierto es que se obligará a las personas procesadas a aceptar un brazalete de vigilancia electrónica si quieren evitar la cárcel antes de la realización del juicio. Esta medida era hasta ahora aplicada sólo a los condenados que salen de los establecimientos de detención por permisos especiales. La cruzada también se juega en el terreno policial. Tanto es así, que habrá de aumentarse en un tercio el presupuesto de las fuerzas de seguridad, a la que se destinarán 5.600 millones de euros en los próximos cinco años y se elevará a 18.000 el número de policías y gendarmes de nueva planta, en lugar de los 13.500 previstos. Como el Ejército, ahora la Policía también dispondrá de un amplio equipo de reservistas listos para entrar en acción.
Los falsos dilemas planteados por la política del miedo tienden a ocultar que el control de la inmigración y la adaptación de los llegados a las sociedades receptoras, y no su represión indiscriminada, es el mayor reto que afronta Europa en la actualidad. Por otra parte, no resulta especulativo destacar que son los excesos y desajustes del capitalismo global los que disparan exclusión y desconfianza, así como la emergencia de los valores más conservadores y autoritarios en este inicio del milenio.
Fue Alain Touraine quien advirtió que a finales del siglo XIX, y en buena parte del XX, las naciones que habían perdido el control de sus economías se lanzaron de cabeza hacia el populismo y el nacionalismo. Y que si hoy nos sometemos a los intereses de un capitalismo abusivo, sin cohesión y sin solidaridad, estaremos preparando un siglo XXI todavía más violento y militarista de lo que ha podido ser el siglo XX.
El genoma del miedo que los científicos europeos procuran en sus laboratorios, debe ser hallado en la dinámica social antes de que sea demasiado tarde. Comprender el entramado de las políticas que reducen los problemas sociales a una cuestión policial seguramente contribuirá a evitar que la libertad quede encerrada tras las rejas y, desde afuera, el miedo gobierne imponiendo sus ya tradicionales reglas.
     
     
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