Domingo 11 de agosto de 2002

 

El olvido acompaña a las mujeres presas en Neuquén

 

Aseguran que las autoridades carcelarias no escuchan sus reclamos y pedidos.

 
La soledad tras las rejas provoca que muchas veces la convivencia entre las detenidas sea bastante complicada.
NEUQUEN (AN).- En la cárcel de mujeres de Neuquén el silencio es opresivo. Las veintidós mujeres que pagan sus culpas detrás de los muros están unidas por un mismo sentimiento: el olvido. Desde allí asomó Rocío, que sufre un "encierro que mata", Pilar que sueña con abrazar al hijo que lleva en el vientre, Silvia que intenta escapar de su adicción a la cocaína, Paola que espera que su defensor se interese por ella, Laura que quiere ser profesora de Historia y Rosa que se queja, como todas, de que el único médico que las atiende es un traumatólogo que soluciona todos los males con algo más que una aspirina.
A estas mujeres la cárcel les duele. Duermen de a cuatro en pequeñas habitaciones, hasta hace dos meses sólo tenían letrinas que enviciaban de olores todos los rincones, y ahora que hay inodoros no cuentan con lavandina para evitar el contagio de enfermedades.
Rocío, Silvia, Paola...son nombres de fantasía. Estas mujeres que aceptaron hablar con "Río Negro" llevan otros nombres y cargan con pesadas historias que sólo ellas comparten entre las rejas. Detrás de cada una de ellas hay expedientes y casos judiciales que horrorizaron a la sociedad, como el de Sara Ibáñez, la madre que asesinó a sus dos hijos pequeños y a su marido en la navidad de 1999, en Cutral Co... o el de Marisol González, acusada de asesinar a la docente de Centenario el 20 de junio de este año.
"Esto es lo peor que le puede pasar a una persona", afirmó Laura con los ojos llenos de lágrimas y la voz temblorosa. Pilar, otra detenida, agregó: "el encierro no es una cura, es una enfermedad". Frases como éstas se escuchan en la unidad 16 de Neuquén. Las detenidas hablaron acerca de la vida que llevan en la cárcel y de todas las carencias a las que están sometidas "por haber cometido un error".
Laura tiene 23 años y dice que "lo que más extraño es estar con mi hermana". Prefiere no hablar de los primeros días de detención, y afirma que "de eso no me quiero ni acordar". Está condenada "desde hace un año y nueve meses" por robo con arma, y todavía deberá afrontar una año y medio más de prisión. "Al principio extrañás todo -cuenta esta chica de mirada dulce y sonrisa amplia-, salir a bailar, tomar el colectivo, hasta ir a trabajar -se ríe-. Cuando estás procesada estás en la duda permanente, pero cuando te condenan ya te resignás", afirma. Dice que en invierno "los días pasan más rápido, porque en verano te da más ansiedad por irte... a veces ni salgo al patio para ver un día tan lindo y yo encerrada acá", se lamenta.
Rocío tiene 33 años y una hija de seis. "Trato de ocuparme lo más que puedo", afirma. Y continúa: "acá adentro la superación es una decisión personal, y las únicas que hacen algo por vos son tus compañeras... no podés esperar nada de las autoridades". Está presa desde hace dos años y un mes, condenada por estafa. Afirma que la Unidad "no es conflictiva, somos bastante unidas -agrega-, y nos apoyamos porque nadie está exento de estar acá", dice con contundencia.
"¿Cómo es con mi hija? Y... trato de participar en todo lo que puedo para no dejar de existir para ella", cuenta Rocío. Las detenidas que son madres afirman que lo más duro es la imposibilidad de ver a sus hijos todos los días. Es el caso de Pilar, que tiene 30 años, una hija de siete y está embarazada. "Mi nena está yendo al psicólogo para superar que su mami está encerrada", afirma con tristeza. "Usted imagínese si le sacan a su hijo... ¿cómo reaccionaría? A mí me mata no poder tenerla conmigo todos los días". Pilar está presa desde hace un mes, procesada por homicidio, y reconoce que hasta que no se defina su juicio "no sé qué va a pasar con el bebé que estoy esperando".
Todas coincidieron en que intentan que "la convivencia sea buena, porque nos tenemos que ver la cara todo el día", aunque comentaron que "a veces hay discusiones". Rosa, de 37 años, cuenta que "es difícil convivir con gente que no piensa igual que una... hay chicas de todas las edades y adaptarse a la música de cada una genera rivalidades". Para Rosa, condenada por homicidio, la cárcel "te hace madurar, porque aprendés a valorar cosas que afuera dejaste de lado".
Mirando a través de una ventana por la que entra apenas la luz de un atardecer de invierno, asegura que "soy fuerte y perseverante, por eso Dios me puso esta prueba". Dice que no tolera las injusticias y que intenta ayudar a sus compañeras "más chicas, porque se quiebran fácilmente. Yo no -asegura-, me levanto cada día con más fuerza".
Sin embargo, sus ojos azules no pueden contener las lágrimas cuando habla de sus padres, y lamenta "no poder estar con ellos, que están pasando una etapa de salud difícil". Rosa afirma que "la justicia no existe. A la mujer le dan todo lo que le pueden dar y al hombre lo dejan libre".
Si bien no resulta sencillo pensar en una vida detrás de esos muros, el paso cansado y lento que las devolvió a su celda después de la entrevista, aportó elementos para la imaginación de cualquiera.

"No nos dejan trabajar"

NEUQUEN (AN).- "Nosotras no tenemos ningún ingreso y queremos trabajar pero no nos dejan", se quejó Rocío, una de las veintidós detenidas de la Unidad 16 de Neuquén. Explicó que "los productos del taller de panificación nos podrían dejar un mínimo de dinero, aunque sea para comprar más materiales", pero según comentó, las autoridades de la unidad "no autorizaron que la gente pueda venir acá a comprar pan o rosquitas".
Laura, al igual que el resto de las mujeres con las que dialogó "Río Negro", la acompañó en el reclamo y expresó que "para nuestros familiares es como mantener a dos familias: una adentro y otra afuera", en referencia a que los elementos de los talleres que se dictan en la cárcel tienen que aportarlos las mismas detenidas. "En el taller de costura es lo mismo -cuenta Paola- y yo a veces no voy porque no tengo ropa para llevar".
Según explicaron las mujeres, "necesitamos estar ocupadas y hacer cosas, por eso queremos asistir a los talleres", aunque hicieron hincapié en la falta de material y de apoyo por parte de la institución. "Acá no te dan nada... todo te lo tiene que conseguir tu familia", se quejó Silvia.
Entre las actividades que están desarrollando, la huerta es motivo de orgullo. "Está en el fondo del patio y tiene variedad, está bastante linda", expresó Rocío, quien agregó que tanto ésta como el resto de las actividades que las detenidas están llevando a cabo "dependen de cada una, no son obligatorias y cada una asiste si quiere".

La suciedad de los baños

NEUQUEN (AN).- Aunque las mujeres reconocen que en la Unidad 16 las condiciones no son "tan malas como en otras cárceles", hay coincidencias al momento de exponer las carencias que padecen en ese lugar.
"Los baños viven sucios porque no nos dan lavandina ni detergente para limpiarlos", afirmó Rocío. Todas sus compañeras se quejaron por el mismo motivo. "A veces vienen chicas que están uno o dos días, que por ahí tienen infecciones y nadie nos avisa nada", se enojó Paola. "Si nos dieran elementos de limpieza sería otra la situación, por una cuestión de salud más que nada", explicó.
A esto se suma que cuando las presas pretenden efectuar algún reclamo "para todo hay que hacer notas", se quejó Pilar. El relato de Rocío continúa: "pedimos muchísimas veces que nos entreguen lavandina, pero nadie nos escucha, total a ellos qué les importa si nosotras nos enfermamos", dijo en referencia a la falta de respuesta que encuentran en las autoridades de la institución.
Además de que las condiciones de higiene no son las adecuadas, las detenidas expresaron la necesidad de acceder a controles ginecológicos y clínicos periódicos. "Hay un médico que es traumatólogo y que para todo te da el mismo remedio", se rió Laura. Y agregó que "la enfermera siempre dice que exageramos cuando nos duele algo, aunque –agregó- igual la queremos mucho".

Reclaman por un juez

NEUQUEN (AN).- Las mujeres que están alojadas en la Unidad 16 se sienten "abandonadas" por el sistema judicial. "Ningún juez vino nunca a vernos", afirmó Paola, y coincidió con el resto de las detenidas en que la situación es la misma con los abogados defensores.
Paola, procesada por robo con arma, dijo que desde hace "tres meses que estoy pidiendo audiencia a mi defensor y ni siquiera lo conozco".
Se quejó de que desconoce "el estado de la causa" y aseguró que "no voy a parar de mandar notas y pedir audiencias hasta que alguien me escuche".
Laura contó una anécdota que le pareció cómica: "las autoridades prepararon un acto para el 9 de julio, vinieron, cantaron el himno, se fueron y nunca más". Agregó que "estoy segura de que los jueces no tienen noción de lo que está pasando acá porque jamás vienen".
Las detenidas manifestaron además que no cuentan con asesoramiento legal. "A la mayoría no le explican nada… ni sobre la situación de la causa ni sobre cuándo va a salir el juicio", se quejó Rocío.

   
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