Domingo 4 de agosto de 2002
 

La realidad es banal

 
  Con escasas excepciones, economistas locales de todas las tendencias principales se han afirmado muy decepcionados por el informe que fue redactado por el cuarteto de "notables" europeos -dos británicos, un alemán y un español-, que a pedido del FMI se ha propuesto aconsejar al gobierno del presidente Eduardo Duhalde acerca de la mejor manera de salir del laberinto financiero en el que el país se ha metido. Si bien comparten las conclusiones, los economistas subrayan que a su entender el informe es superficial, lleno de obviedades y más abstracto que concreto, por no incluir una lista de medidas específicas en las que nadie hubiera pensado antes. Es de suponer que tienen razón los que piensan de esta forma, pero así y todo tanto su reacción como las expectativas que acaban de ser defraudadas nos dicen mucho sobre una parte muy influyente de la clase dirigente nacional. Según parece, esperaban que los "notables" se las ingeniaran para entregarnos un análisis tan nítido y, con suerte, tan novedoso de la situación que en seguida todo quedaría mucho más claro que antes, además de proponer un conjunto de medidas relativamente indoloras que nos llevarían hacia "la salida".
No extraña que los cuatro no hayan sido capaces de llevar a cabo tamaño milagro. Sus recomendaciones son banales porque, a menos que el resto del mundo estuviera dispuesto a ofrecernos ayuda en una escala aún mayor que la supuesta por el Plan Marshall de la posguerra, las añoradas alternativas imaginativas resultarían tan contraproducentes como han sido todos los atajos ensayados desde hace más de medio siglo. Su diagnóstico resultó "obvio" porque muchos ya saben muy bien la condición de la economía y, desgraciadamente, parecería que no hay mucho nuevo para descubrir. Por cierto, a esta altura no existen motivos para creer que en el fondo de la crisis haya algún secreto misterioso que, una vez develado, nos permitiría romper con el pasado para iniciar un viaje hacia un futuro mejor, noción ésta que a su modo reivindican aquellos que insisten en que los "notables" no llegaron a "entender" la realidad argentina: es decir, que los así acusados no comparten todas sus opiniones particulares.
Como no pudo ser de otra manera, los planteos de los "notables" han sido previsibles: no les atraen ni la "dolarización" ni la "salida hiperinflacionaria", están en favor de la flotación libre pero reconocen que en el corto plazo habrá dificultades, no les gustan para nada las cuasi monedas provinciales, entienden que es necesario frenar los amparos que están agujereando el corralito, advierten contra las medidas de urgencia, etc. Dicho de otro modo, no han procurado reescribir los libros de economía. Con todo, por banales que hayan sido sus puntos de vista, han sido útiles porque significan que una vez más los representantes del "mundo" nos han recordado que es vano intentar buscar la salvación en fórmulas fantasiosas. Puede que a la "ortodoxia" le falte el encanto a menudo irresistible de lo heterodoxo, pero esto no significa que mofarse de las reglas deprimentes que suelen respetarse en otras latitudes siempre sea una opción auténtica. Sin embargo, a pesar de la serie ininterrumpida de desastres que se han producido en las décadas últimas, en muchos círculos de nuestro país la heterodoxia de por sí sigue contando con tanto prestigio que aún abundan los políticos que se especializan en "denunciar" el apego del gobierno de turno al "posibilismo" para entonces proclamar que no habrá "soluciones" mientras no haya gobernantes con el coraje necesario para saltar por encima de las barreras así supuestas. En cuanto la mayoría comprenda que tales cantos de sirena son peligrosos, que por mal que nos pese nos convendría tratar de avanzar por el mismo rumbo que los demás países, podríamos comenzar a buscar soluciones genuinas para la multitud de problemas que fueron en buena medida creados por los que, en defensa de intereses bien concretos, se esforzaron por convencer a sus compatriotas de que por ser siempre antipática cualquier estrategia que podría calificarse de ortodoxa el país debería permitirse el lujo de intentar "opciones" que servirían para prolongar un poco más un statu quo que se hacía más lamentable por momentos hasta culminar con la debacle generalizada de fines del año pasado.
     
     
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