Jueves 1 de agosto de 2002
 

País peronista

 
  Si bien es factible que en los próximos meses se produzcan algunos cambios inesperados, a esta altura todo hace suponer que el presidente Eduardo Duhalde está en lo cierto cuando prevé -sin mucho entusiasmo, es verdad- que si hay una segunda vuelta electoral la protagonizarán dos peronistas, porque el PJ es el "único partido que puede afrontar la crisis". Sin embargo, incluso muchos peronistas concordarían en que la hegemonía así supuesta tiene menos que ver con los eventuales méritos del PJ que con las deficiencias realmente extraordinarias de las demás fuerzas políticas. De haber evolucionado la Argentina como España, Italia o cualquier otro país "normal", el peronismo sólo sería un recuerdo histórico, como el fascismo o el falangismo, pero desgraciadamente para todos ha seguido un camino muy distinto que le ha impedido avanzar. De más está decir que la nostalgia que tantos parecen sentir por el país de medio siglo atrás ha contribuido mucho a posibilitar semejante alarde de conservadurismo. Mientras que para los italianos y españoles el decenio que siguió a la Segunda Guerra Mundial fue un período duro que preferirían olvidar, para muchos argentinos resultó una especie de edad de oro a la que quisieran regresar: es evidente que sus esfuerzos por aferrarse a las "conquistas" de aquellos años han frenado el desarrollo del país.
El peronismo ha logrado mantenerse a flote cuando tantos otros movimientos y partidos se han ido a pique por estar aglutinados por mitos de connotaciones ideológicas muy escasas, de suerte que ser "neoliberal" o "marxista", "moderado" o "neonazi" no es del todo incompatible con militar en el PJ. En ciertas circunstancias, la tolerancia de este modo reflejada sería admirable, pero por tratarse de un partido habituado a gobernar, las consecuencias han sido perversas. En el universo peronista, debates auténticos no pueden celebrarse porque de tomar sus propios planteos en serio los participantes no tardarían en romper con fracciones comprometidas con planteos diametralmente opuestos. Asimismo, la necesidad constante de minimizar las transgresiones de los compañeros ha redundado en un grado de cinismo que es excesivo hasta en el mundo flexible de la política moderna.
Otra desventaja supuesta por el pluralismo sistemático de un movimiento de origen corporativo cuyas "ramas" se extienden hasta virtualmente todas las actividades conocidas, consiste en que el peronismo es aún menos capaz de instrumentar reformas estructurales de lo que serían los radicales. Sus vínculos "orgánicos" con el grueso del sindicalismo y con una cantidad notable de asociaciones empresarias lo obligan a defender el statu quo contra los resueltos a modificarlo. A comienzos de los años noventa, Carlos Menem optó por impulsar algunos cambios importantes, para indignación de los muchos compañeros a los que "traicionaban", pero en cuanto se dio cuenta de que la reelección le sería imposible sin el apoyo decidido de amplios sectores del partido, se puso a restaurar las relaciones con los sindicatos y otros grupos consustanciados con el corporativismo tradicional, razón por la que su segundo período en el poder no vio la consolidación de las reformas que muchos habían previsto sino, por el contrario, el crecimiento insostenible de los aparatos clientelistas.
Como señaló Duhalde, en la actualidad el PJ es el único partido que está en condiciones de gobernar el país. Ningún otro partido ni coalición concebible contaría con el poder imprescindible para tal tarea. Sin embargo, lejos de "afrontar la crisis" a la que tanto aportó, el PJ sólo es capaz de administrarla a fin de reducir el riesgo de que el país entero caiga en la anarquía, aunque por la dinámica misma de la crisis, la negativa de los gobernantes a intentar salir de ella emprendiendo reformas drásticas podría significar una multitud de problemas todavía mayores en el futuro. Por lo tanto, a menos que el peronismo logre reinventarse, transformándose en un movimiento totalmente distinto, o se vea desplazado por un movimiento nuevo que no se sienta tan comprometido con la Argentina tal y como es, el casi monopolio del PJ sólo servirá para prolongar la agonía del país, no para facilitar la superación de la atroz crisis que lo está destruyendo.
     
     
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