Martes 27 de agosto de 2002
 

Cuando el crecimiento es buena costumbre

 

Pablo Porcelli regresó a Viedma y mostró su crecimiento musical al presentar "Distancias" -su segundo disco en el que fusiona jazz y tango- ante un público que lo vivó largamente.

  Algunas veces en un concierto los músicos logran superar el meditado y preciso registro de un disco de estudio. Fue el caso de Pablo Porcelli, el ascendente saxofonista que actuó el pasado fin de semana en el Centro Municipal de Cultura de Viedma para presentar su segundo registro discográfico, "Distancias", dedicado ahora a la fusión del jazz y el tango.
Desde el primer compás el músico viedmense y su banda dejaron en claro que venían a mejorar lo actuado el año pasado sobre el mismo escenario, que ya había sido muy bueno. El nuevo repertorio le calza a la perfección tanto a Porcelli como a sus músicos, el guitarrista Guillermo Marigliano, el bajista Maximiliano Rozenblum y el baterista Claudio Eidler, y aunque en función del nuevo espectáculo el primero es quien sobresale más, la base de la banda funciona con altura.
El espectáculo largó con "Aroma de mujer" –al igual que el nuevo disco- y luego pasó a "Nostalgias de un destino", uno de los pocos nombres que se salvaron de la etapa anterior más orientada al funk.
El músico viedmense continuó con otros temas de su autoría como "Quejas", "Distancias" o "Alentango" (uno de los puntos más altos de la velada), intercalando clásicos como "La última curda", "Los mareados" y "El día que me quieras", a los que logró asestar una visión personal.
Y si bien el tono general del show estuvo signado por este interesante espacio entre el jazz y el tango que transita Pablo, hubo tiempo para un alocado y extenso acercamiento al "free", un tema de aire latino y hasta un recuerdo al funk del primer disco con "Sin rodeo".
El resto de la producción -a cargo de Diego Candia- acompañó a los músicos sin tropiezos, y tanto el sonido de Nativa como la iluminación de Diego Vallejos, estuvieron a la altura de la música.
En la Comarca Porcelli juega de local, y disfrutó del aplauso generalizado de toda la sala que se mantuvo atenta a cada solo, y que lo vivó largamente para que luego del cierre regresara a tocar un rato más. Fue una excelente oportunidad para apreciar la progresión  de un músico que encontró una veta que siente y le sale muy bien. Y que demostró prestancia y actitud para que el crecimiento y la evolución se conviertan en una costumbre.

Ignacio Artola

   
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