Martes 23 de julio de 2002
 

¿La regionalización asegura el desarrollo de los pueblos?

 

Por Ana María Goicoechea (*)

  Los temas de hoy y de siempre, los conceptos que a lo largo del tiempo van vaciándose de contenido y perdiendo envergadura científica, cuando desde el discurso que ignora la teoría se los aplica a contextos inapropiados e inadecuados. Es el vaciamiento de contenidos el que genera la falta de reflexión crítica, base de acciones creadoras de ciencia y tecnología.
La referencia es al concepto de regionalización, que ha suscitado análisis sumamente variados en sus enfoques, concepciones y proyecciones, partiendo de la indefinición del concepto de región, con lo cual se desdibujan el móvil y los propósitos que se quieren alcanzar.
Es la instancia en que la ciencia debe tener la responsabilidad de difundir y expresar a la gente la verdad sobre el tema. De lo contrario muy difícil sería tomar decisiones sobre temáticas desconocidas y de alto riesgo social y espacial. El fundamento etimológico de la palabra región se ha perdido en la medida en que hay algunas que son apenas regiones del hacer, sin ninguna capacidad de comando, de decisión. Región significa regir, comandar, decidir. "Comprender una región pasa por el entendimiento del funcionamiento de la economía a nivel mundial y su influencia en el territorio de un país, con la intermediación del Estado, de las demás instituciones y del conjunto de agentes económicos, comenzando por sus agentes hegemónicos".... "Estudiar una región significa entrar en un mar de relaciones, formas, funciones, organizaciones, estructuras, etc. con sus más distintos niveles de interacción y contradicción". (M. Santos - 1994)
La definición actual de regiones lejos está de las solidaridades orgánicas que eran la esencia del fenómeno regional, hoy son solidaridades organizacionales. Por ello definimos a la región como una "totalidad funcional que la sociedad construye a través del tiempo, a partir del espacio que se crea desde las ciudades que tienen poder de decisión".
La referencia del proyecto propuesto para la Patagonia no tiene nada que ver con este encuadre conceptual, ello alude a la adición territorial de dos jurisdicciones, "por y con" fundamentos inconsistentes. No es posible confundir el concepto de regionalización con el de reestructuración de los límites jurisdiccionales, para lograr beneficios que no se explicitan, porque no resisten el menor análisis académico y político.
En la década de 1970, en un seminario realizado por el Diario "Río Negro", fue planteado como un riesgo de buena gobernabilidad la acentuada concentración de población y de atomización del poder en pocos centros urbanos patagónicos y del Alto Valle. No obstante, inexistentes políticas de desarrollo y el libre albedrío en las decisiones políticas y de los grupos económicos de poder, llevaron a la transformación de una "región metropolitana sin metrópolis", el Alto Valle del Río Negro y Neuquén, en una "región metropolitana con metrópolis en la ciudad de Neuquén" captando funciones de todas las ciudades de la región.
Dichas funciones, que hace 15 años eran las "básicas" de las ciudades valletanas, dejaron de cumplirse y se comenzaron a trasladar a la metrópolis de Neuquén. Indudablemente ello no es el resultado de acciones específicas de dicho municipio, sino que es la consecuencia de la concentración del capital en los eslabones más dinámicos del subsistema económico predominante, dejando afuera importantes eslabones de menor concentración de capital -medianos y pequeños productores- y la lógica consecuencia de desvinculación de la actividad laboral y de servicios específicos de la población, con el proceso productivo regional más dinámico, basado históricamente en la fruticultura.
Obviamente los malos resultados se producen por la acción de malas políticas, por la inexistencia de políticas o por aquéllas subyacentes que nadie logra comprender, pero que se implementan con la suficiente fuerza como para generar resultados, que por supuesto no son los que benefician a la mayoría, sino a unos pocos. La propuesta de concentrar, de definir dónde debería estar la nueva capital, no haría más que profundizar esta tendencia, que debió ser revertida con políticas de consenso regional hace más de 20 años.
No se conocen experiencias exitosas en el mundo en las cuales el desarrollo regional haya sido pensado sin tener el poder constituido, sin tener un proyecto de lo que queremos ser como país, del lugar que queremos ocupar en el concierto de las naciones como región o como ciudad. Simples reflexiones de coherencia lógica permiten comprender que concentrar el poder en escasos lugares es la antítesis de lo que se propone lograr con una supuesta regionalización, en la cual ninguno de los artículos escritos en la prensa o los discursos expresados públicamente han mencionado el "cómo" se logrará la solución de los problemas de la pobreza y la marginación de los pueblos de la Patagonia, desde la regionalización y reestructuración del poder en los territorios.
¿Qué nos enseña la Unión Soviética con sus planes quinquenales y la construcción del territorio desde los Urales hacia el Pacífico y la planificación imperativa?, ¿o Estados Unidos con la planificación indicativa y la conquista del Oeste?, ¿o Francia con la integración territorial desde la asignación de funciones y poder a diferentes centros urbanos del territorio del país? Son experiencias más que valederas para que nos señalen el camino que no debemos recorrer, si no queremos más de lo mismo.
Regionalizar significa crear y luego asignar nuevas funciones a las ciudades del territorio, para que ellas desde sus "sistemas de objetos" (parcelario urbano-infraestructura de servicios-fuentes energéticas-aeropuertos-represas hidroeléctricas- pozos de petróleo-gas-informaciones, etc.) puedan generar los "sistemas de acciones" que el circuito económico espacial de la región permita concretar sobre la base de la disponibilidad de recursos y tecnología existente que ponga en actividad otros recursos. Ello implica la creación desde la decisión y desde la inversión de "subsistemas económicos" (Pablo Levin), que permitan la acumulación de la ganancia desde lo que se genera por el trabajo en cada subsistema económico regional.
La responsabilidad social y política que conlleva tratar el tema de la regionalización, y más aún convocar a un plebiscito a la población para que tome decisiones, exige como condición "sine qua non" presentar un plan, sus programas y proyectos para que se puedan planificar las inversiones que van a generar en el mediano y largo plazo el desarrollo que la población espera. Ello debería referir a una gran convocatoria de todos los sectores de la sociedad de la región, a efectos de construir las grandes "horizontalidades" regionales de las que nos habla el Dr. Milton Santos, indispensables para atenuar los efectos globalizantes destructivos de las "verticalidades" de la globalización y asegurar la creación de una región que asegure producción de riqueza y distribución equitativa de la misma.
Desde esta propuesta técnico-científica, es fundamental el rol de los municipios, como unidades de gestión más dinámicas, por ser las que más se involucran con los problemas de la ciudadanía. Es desde las funciones de las ciudades para su área de influencia, construida a través de su historia, que se crean actividades que sintetizan la función de esa ciudad en la región. Es la que genera, planifica, distribuye y remunera el trabajo a los hombres.
Se entiende desde la ética que no es posible desarrollar temáticas específicas sin conocimientos previos. Abordar temas como el espacio, la región, el territorio, la reestructuración del espacio, sin la lectura de los grandes teóricos de la estructuración del espacio (Von Thunen, Christaller, Losh, Isard, Coraggio, Rofman), que desde 1826 a la fecha y desde diferentes lugares del mundo han realizado importantes aportes, requiere de un esfuerzo por parte de quienes proponen la regionalización. Ellos son útiles para que hoy tengamos el conocimiento de lo que debe ser, para interpretar la estructura social y la estructura del poder económico y político que subyace a estos livianos planteos de regionalización.
En la década del 60, Naciones Unidas solicitó al economista Francois Perroux la elaboración de una propuesta de desarrollo para los países pobres. Su teoría básicamente plantea que una ciudad (centro urbano-polo), que sostiene una situación de "dominación" de un área de influencia, "dominada", genera una situación de centro "inducidor (ciudad o polo)- hacia el área de influencia", "inducida", creando en el polo una industria denominada motriz, dado que es capaz de generar acciones que dinamicen la economía regional.
Este modelo, reconocido como la "Teoría de los Polos de Desarrollo", con excelentes resultados en los países que ejercen el poder de decisión, fue totalmente inverso en América Latina y sólo fue útil a la dominación desde los centros mundiales de poder. Es importante en este punto revisar la crítica realizada por el Dr. José Luis Coraggio, economista argentino, a la teoría de Perroux sobre la propuesta de desarrollo. Es muy simple: si no se dan las condiciones básicas de dominación, de ejercicio del poder desde la ciudad determinada como polo, nunca se podrá ejercer la transferencia del desarrollo que eventualmente se crearía desde la actividad industrial hacia el área de influencia.
Reinterpretando a la luz de las teorías la realidad patagónica, es evidente que es muy poco serio plantear para la Patagonia o el país una regionalización, si antes no construimos un poder político y económico legítimo con equidad que asegure calidad de vida para todos los habitantes de nuestro territorio. Se entiende por tal, "la capacidad que tiene un grupo humano para transformar la realidad en que vive", a través de salud, educación, trabajo, vivienda, seguridad y alimentación.
Es imprescindible a-clarar que la regionalización es un instrumento al servicio de un proyecto, un procedimiento, una estrategia, que no es ni buena, ni mala. Los resultados dependen del para qué se hace, cuáles son los propósitos a alcanzar, para qué actores se planifica, quiénes van a ser los sectores de la sociedad que van a recibir los beneficios que supuestamente se alcanzarán.
Es exclusivamente desde la generación de actividades y desde el poder político real para dirigir los destinos del plusvalor obtenido y su distribución, que es coherente introducirnos en la temática de regionalización. Si la encuadramos en las actividades extractivas y de alta concentración en los eslabones de mayor velocidad de rotación del capital, ligados a la comercialización y exportación, obviamente los resultados van a ser la profundización de los graves problemas que hoy afectan a los pequeños y medianos productores de la sociedad patagónica en particular y de la Argentina en general.
La instancia política de la estructura y la coyuntura política argentina conforma el contexto ideal para comenzar a trabajar en la elaboración de propuestas políticas, de construcción de territorios regionales que puedan generar procesos económicos para el desarrollo y la consecuente disminución de la marginalidad social en la Argentina.
La Patagonia está demandando proyectos de grandeza, de integridad moral, de renunciamientos, para construir el país del nuevo siglo desde las potencialidades del Sur.
Así como se construyó desde el Norte en el siglo XIX y desde la Pampa en el siglo XX.


(*) Experta en economía y planificación. Profesora e investigadora de la UNC.
anagoicoechea@yahoo.com.ar
     
     
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