Domingo 14 de julio de 2002
 

Un socio temible

 
  La política rionegrina vive días de lógicas inconsistentes.
Según la psiquiatra Gladys Adamson, las inconsistentes son las lógicas que se diferencian de la lógica formal porque aceptan las contradicciones. Legitiman la presencia de antinomias.
Sí, la contradicción es un escenario apasionante. Vital. "Un campo tensionantemente fructífero", por el manejo de antinomias que conlleva , dice Adamson.
Pero al tratarse de política, el problema surge cuando la dialéctica que es implícita a la contradicción reclama síntesis. Para la política, algo así como: "Bueno, todo muy lindo, ¿pero ahora y aquí qué hacemos?"
Es decir, el momento en que emerge la simbiosis de ideología-cultura como contenido de lo que hay que hacer.
Un interrogante más apremiante cuando la política rinde examen todos los días, como hoy en la Argentina. Cuando lo mínimo que se le reclama son soluciones.
Una petición que torna estéril mucho de la simbología que es inherente al discurso político que se estructura sin pudor desde todas las contradicciones imaginables.
En esta materia la política rionegrina es hoy un terreno donde abundan las decisiones y situaciones fundadas en lógicas inconsistentes.
Un caso.
En su necesidad de construir y extender sus expectativas de ser gobernador, el líder del Frente Grande, Julio Arriaga, lucha contra el reloj. En función de las elecciones, el tiempo apremia.
Guste o no, las urnas están a la vuelta de la esquina.
Con una red de referentes de desigual textura cuando sale del Alto Valle, Arriaga busca compensar carencias de presencia vía picotear aquí y allá.
Y si el picoteo hace blanco en otro partido, mejor. Ahí se logra el respaldo a alguien que, al menos, tiene experiencia de militancia. Ni bueno ni malo: un método.
Pero sucede que Arriaga desde siempre estructura su discurso desde el convencimiento de que su gestión como intendente es un paradigma de eficiencia. Desde ese convencimiento sustenta su candidatura a la gobernación.
Computando la autoestima de Arriaga en esa materia, no se entiende el porqué del entusiasmo que gana al arriaguismo por lo que parece ser un hecho: la captura para propia tropa de la legisladora peronista Liliana Finocchiaro.
Finocchiaro es, precisamente, la contracara de la política creativa y eficiente que alienta Arriaga. Su labor parlamentaria es opaca. Jamás apareció vinculada en primer rango con un trámite o desarrollo de ideas que hablen de elaboración de pensamientos propios. Sospechada en su propio bloque de ser en el ámbito legislativo más sensible a los designios hegemónicos del veranismo, que de trabajar por alternativas más generosas. Así, en una actitud que explicó con escasas posibilidades que le crean, semanas atrás, a último momento, no participó del debate legislativo sobre si se autorizaba o no al gobierno a endeudarse mediante la emisión de los bonos Petrom. Un endeudamiento al que el bloque peronista se opuso.
Y desde lo político, Finocchiaro es en Río Colorado algunas docenas de militantes y nada más. Pero claro, en esa ciudad el arriaguismo está muy huérfano de gente propia. Conclusión: hay que salir de caza.
¿Es suficiente motivo esa carencia para que Arriaga integre a sus filas a quien en política representa mucho de lo que él cuestiona?
En fin, un caso de lógica inconsistente.
Algo que también atrapa al diputado nacional por el PJ rionegrino Carlos Larreguy. Político que por años fue el más fiel escudero de Remo Costanzo, suelta amarras de éste. Todo un vínculo forjado en el verticalismo, obediencias y silencios que marcaron a fuego a este peronismo, comienza a ser historia.
Larreguy luce flamante su renovado menemismo. No niega incluso que, apoyado en ese palenque, avance hacia la precandidatura a gobernador de la provincia.
Es un político que no ofrece dudas en cuanto a su adhesión a la democracia. Y mientras fue legislador provincial, no le escapó a la colisión con el gobierno radical a la hora de denunciar irregularidades y corrupción. En ese campo, su labor merece un amplio reconocimiento.
Y en los años negros de la dictadura, Larreguy no soslayó el compromiso de defender la vida.
¿Cómo explica sin embargo ahora Larreguy que en su camino a construir poder amparado por Menem tenga de compañero de ruta al comisario Patti -flamante candidato a mandatario bonaerense por el menemismo-, y quien está sospechado con rigor de participar de los asesinatos de los dirigentes peronistas Pereyra y Cambiaso en el "81, y quien adhiere a la tortura como método para obtener información?
"La política se hace con lo que se tiene", puede responderse.
Pero tratándose de temas que hacen a la vida, hay que estar embargado de dosis muy potentes de anomia para andar en política con cierta gente.
Pero hay más casos de lógicas inconsistentes que anidan en el peronismo rionegrino de estos días.
Llaman la atención -por caso- las escasas definiciones que aborda el precandidato a gobernador Carlos Soria en lo que hace a si deben o no caducar todos los mandatos políticos.
No es un tema menor en la Argentina.
Hace a la toma de posición, de frente a reclamos concretos de la sociedad.
Manteniéndose en el espacio de la dosificada renuencia a una opinión firme -cualquiera sea-, Soria se maneja con una lógica inconsistente que nada le aporta.
Un tema en el que ayer le sacó ventaja su hasta hoy principal contrincante: Juan Carlos Del Bello.
Un precandidato a gobernador que en su trayecto de lucha por modificar formas y estilos de hacer política debería poner más recaudos a la hora de sumar adhesiones.
Cerrar la puerta, por caso, a expresiones de intolerancias, sindicalistas de dudosas conductas y profesionales de oscuro manejo de lo que le es propio.
Puertas que hasta hora no cerró.
Y como las urnas están cercas, lo mejor sería alejarse de la lógica inconsistente implica no cerrarlas.
Porque esa lógica tiene que ver con el doble discurso que tanto daña a la política.
Un socio temible.

Carlos Torrengo
ctorrengo@rionegro.com.ar

     
     
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