Martes 23 de julio de 2002
 

Ignominia sin límites

 
  Aunque The New York Times, acaso el diario más influyente del mundo entero, lo ha tratado como una acusación no probada, es evidente que toma muy en serio la denuncia de un ex agente de inteligencia iraní, que le fue entregada por funcionarios argentinos avergonzados por el curso que ha tomado la investigación, según la cual el entonces presidente Carlos Menem recibió diez millones de dólares de Irán por encubrir el protagonismo del régimen de los ayatollah en el atentado brutal contra la sede de la AMIA en julio de 1994, crimen que segó la vida de 85 personas. Esto quiere decir que un sector muy importante de la opinión pública internacional entiende que Menem no sólo es un individuo corrupto, sino que también es capaz de traicionar a su propio país colaborando con terroristas extranjeros que asesinaron a muchos ciudadanos argentinos. Aun cuando en este caso particular resultara que el ex presidente ha sido víctima de una maniobra urdida por sus rivales políticos locales y diversos personajes medioorientales, el que a juicio de tantos sea un delincuente siniestro que no vacilaría un instante en actuar como cómplice de lo que el mandatario estadounidense George W. Bush llama el "eje del mal" significa que para el bien del país debería renunciar en seguida a cualquier aspiración a volver a la Casa Rosada porque su mera presencia sería suficiente como para hacer de la Argentina un paria. Si Menem se niega a hacerlo por orgullo o so pretexto de querer limpiar su nombre, anteponiendo sus propios intereses, por legítimos que éstos puedan ser, a aquéllos del país, sólo lograría confirmar que no reúne las mínimas cualidades morales exigibles para un candidato a la presidencia de la República.
Pero no sólo es cuestión de la presunta voluntad de Menem de cooperar con una dictadura antisemita por un puñado de dólares depositados en un banco suizo. También lo es de la colaboración de muchos jueces, policías, políticos y otros en el esfuerzo por asegurar que la verdad sobre el atentado contra la AMIA nunca sea revelada. Según parece, por motivos mercenarios, por "lealtad" política, por antisemitismo o por miedo a que la verdad perjudicara a demasiados personajes influyentes, parte de la clase dirigente nacional ha estado más que dispuesta a convertir la investigación del peor atentado de la historia nacional en una farsa truculenta. Para colmo, les habrá resultado muy fácil hacerlo: estamos tan acostumbrados a la desidia de los organismos estatales, a la fatuidad e ineficiencia de la Justicia, a la simbiosis de la policía con la delincuencia y a la mentalidad antisemita, para no decir "neonazi", de individuos relacionados con los servicios, que la exhibición de ineptitud realmente extraordinaria que han brindado los encargados de la investigación, la que como era previsible ha fracasado por completo, no ha sorprendido a nadie.
En la raíz de la tragedia argentina está la incapacidad aparente de muchas personas que ocupan puestos clave para comprender la diferencia entre palabras y hechos concretos. Aquí, la hipocresía se ha institucionalizado: ante un problema, sea éste económico, social, político o policial, los dirigentes se conforman con denunciarlo y atribuirlo a sus enemigos. Como resultado, se ha abierto un abismo entre el país real, el del desgobierno sistemático, de los políticos mendaces, de la corrupción ubicua, de la voluntad de vender vidas argentinas a dictaduras visceralmente antisemitas -The New York Times recordó que quien hoy es el máximo dirigente iraní, el ayatollah Alí Khamenei, se regocijó públicamente con la matanza de hombres, mujeres y niños argentinos-, y el país de la palabrería de miembros emblemáticos de la clase política nacional como Menem. Tantos temen a la verdad por miedo a lo que podría suceder, que todavía nos es imposible contar con gobiernos representativos con la honestidad, la decencia y el coraje moral necesarios para que por fin se haga frente a una "crisis" que ya ha durado más de medio siglo. Por cierto, el hecho ignominioso de que a pesar de todas las denuncias de corrupción y peor, muchas de ellas creíbles, que se han dirigido contra su persona, Menem haya podido continuar figurando en la lista breve de "presidenciables" es de por sí evidencia de que el país tendrá que cambiar mucho antes de poder ser un integrante aceptable de la comunidad internacional.
     
     
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