Domingo 21 de julio de 2002
 

Horizonte nublado

  No es buena noticia para el país que el horizonte económico del mundo avanzado esté cubierto de nubarrones.
  Hace algunos meses, buena parte del mundo, encabezada por el gobierno de Estados Unidos, suponía que el colapso argentino era un episodio aislado atribuible a nada más que la combinación nefasta de un esquema cambiario sumamente rígido con una clase política internacionalmente célebre por su irresponsabilidad y corrupción que se había habituado a vivir de los créditos ajenos. Sin embargo, en las semanas últimas síntomas que acaso no sean tan llamativos como los que antecedían nuestro derrumbe pero que así y todo son alarmantes han estado apareciendo no sólo en otros países latinoamericanos como el Brasil sino también en Estados Unidos y, si bien en grado menor, la Unión Europea, además de Turquía, lo que hace temer que podrían estar por caer víctimas de una variante de la misma enfermedad. Aunque los cautamente optimistas siguen llevando la voz cantante en Estados Unidos, Europa y el Japón, son cada vez más los que sospechan que la caída en cascada de las grandes bolsas y la pérdida de valor del dólar frente al euro podrían presagiar una depresión comparable con aquella de los años treinta del siglo pasado. Según éstos, los consumidores norteamericanos estarán por asustarse, lo cual reduciría abruptamente las importaciones de la "locomotora estadounidense" e incidiría con fuerza en países como Alemania que en buena medida dependen de su capacidad para exportar, frenando la incipiente recuperación europea.
Al mismo tiempo, se prevé que la debilidad del dólar estimulará a los inversores europeos y japoneses a repatriar su dinero, lo cual agravaría todavía más la situación financiera de una superpotencia que durante mucho tiempo se ha visto beneficiada por la voluntad de otros de confiar en sus instituciones. Puede que, como ha afirmado el presidente norteamericano George W. Bush, las convulsiones que se han registrado en Wall Street sólo hayan sido resultado de la "resaca" después de los excesos especulativos de los años noventa y que, de todos modos, como insisten los escépticos preocupados por la "exuberancia irracional" de los mercados, los índices bursátiles y la cotización del dólar aún se encuentren demasiados altos conforme a las pautas históricas, pero sucede que la economía no es una ciencia exacta y las impresiones, por irracionales que éstas sean, suelen importar tanto como cualquier realidad. Por lo tanto, es factible que en los años próximos la evolución de la economía mundial sea decididamente menos vigorosa de lo que se vaticinaba antes de que los mercados experimentaran sus turbulencias recientes.
Para la Argentina, el hecho de que el horizonte económico del mundo avanzado se haya visto cubierto de nubarrones dista de ser una buena noticia. Nos convendría mucho más un panorama soleado y abundante en inversiones de riesgo. Con todo, la Argentina cuenta con algunas ventajas relativas. A diferencia de muchos otros países, no depende de la importación de alimentos: aquí, los brotes de hambre se deben más que nada a la inoperancia de un Estado colonizado por políticos tan rapaces como ineptos porque el campo está en condiciones de alimentar a una población diez veces mayor que la existente. Asimismo, la caída estrepitosa del nivel de vida ha significado que ya nos hemos acostumbrado a ingresos que en otros países siguen considerándose inconcebiblemente bajos pero que, de tener razón los pesimistas, podrían llegar a ser comunes.
A juicio de algunos -tal vez de muchos-, la crisis que se ha desatado luego de descubrirse que ciertas empresas norteamericanas habían estado publicando balances falsos o, cuando menos, muy engañosos, será una prueba más de que nuestros problemas son producto de los errores y los crímenes perpetrados por extranjeros, tesis ésta que por motivos evidentes muchos políticos, sindicalistas y otros han estado procurando difundir. Sin embargo, por poseer la Argentina tantas ventajas objetivas que en teoría le permitirían sobrevivir mejor que muchos otros países a una nueva depresión internacional, debería haber conseguido prosperar en un período signado por grandes bonanzas. Por desgracia, no supo hacerlo, lo cual hace pensar que a menos que logre reorganizarse muy pronto, no será capaz de minimizar las consecuencias sin duda negativas de un eventual parón económico mundial.
     
     
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