Martes 16 de julio de 2002
 

Clima de temor

 

Sabemos que la Argentina es un "polvorín". Convendría que los políticos comprometidos con el destino del conjunto se abstuvieran de encender fósforos retóricos.

  Por motivos no muy claros, dos presuntos precandidatos presidenciales, de los que uno ya ha optado por abandonar la carrera, se las han arreglado para advertirle al país de que a su entender Carlos Menem es un personaje tan inescrupuloso, que enfrentarlo en la interna peronista sería una misión muy pero muy peligrosa. Según la diputada chaqueña y líder del ARI Elisa Carrió, Carlos Reutemann le había confesado en varias ocasiones que le tenía "miedo" al ex mandatario. Más alarmantes y más directas han sido las afirmaciones del gobernador de San Luis, ex presidente -aunque sólo fue por una semana- y aspirante a suceder a su compañero Eduardo Duhalde en la Casa Rosada, Adolfo Rodríguez Saá, conforme al cual algún grupo que estaría vinculado con Menem podría asesinarlo, lo que a su juicio constituiría un "magnicidio", o atentar contra el gobernador santacruceño Néstor Kirchner.
Pues bien: ¿de qué están hablando Reutemann, Carrió, Rodríguez Saá y otros que parecen convencidos de que "los menemistas" están por abrirse camino hacia la presidencia de la República ya matando a sus rivales, ya haciéndoles la vida imposible en sus propios distritos provocando disturbios de todo tipo? ¿Se trata sólo de sospechas o es que cuentan con datos firmes? Puesto que es de suponer que en el caso de poseer pruebas concretas tanto Carrió como Rodríguez Saá no vacilarían un instante en difundirlas, parecería que el temor que dicen sentir se basa en su "intuición" y en su análisis del carácter de Menem y de los personajes que lo rodean. Sin embargo, lo mismo podría decirse de muchos otros dirigentes políticos, entre ellos el presidente actual que, como es notorio, tiene como "base de sustentación" a fracciones peronistas bonaerenses que serían plenamente capaces de organizar más saqueos a los comercios si creyeran que de este modo podrían conseguir algunas ventajas.
Pero, claro está, los menemistas no son los únicos que han sido acusados de estar dispuestos a emplear métodos gangsteriles en sus esfuerzos por alcanzar sus objetivos políticos. Desde hace meses distintos dirigentes, encabezados por Menem, han estado aludiendo de forma ominosa a la vocación violenta de los piqueteros y de la "ultraizquierda dura" cuyos simpatizantes, a su vez, han contestado subrayando la falta de respeto por la ley y por los derechos humanos de la Policía bonaerense. Si bien ya se han producido algunos choques, con muertos y heridos, por ahora cuando menos el país no ha experimentado ningún estallido de violencia política en gran escala. Al fin y al cabo, por lamentable que haya sido la muerte de dos manifestantes a manos de la Bonaerense en Avellaneda, los que han calificado de "una masacre" a aquel incidente parecen estar menos interesados en subrayar su propia sensibilidad y compromiso con la ley, que en crear un clima propio para lo que juran temer.
A pesar de todo lo sucedido a partir de mediados del año pasado cuando el gobierno del presidente Fernando de la Rúa perdía todo control sobre la economía nacional, la Argentina ha seguido siendo un país relativamente pacífico. Aunque parece indiscutible que el aumento de la delincuencia se ha debido en parte -pero sólo en parte- a la situación social, todavía nos hemos ahorrado la marejada de violencia política que muchos habían previsto. Para que la pesadilla así supuesta no se concrete, será necesario que los preocupados por el futuro del país se abstengan de hablar en términos como los utilizados últimamente por algunos de los dirigentes mejor conocidos del país. Cuando hasta los presuntamente moderados dan por descontado que otros están preparándose para la lucha armada, porque es de ésta que se trata, se sentirán obligados a hacer sus propios aprestos, incrementando de esta manera el riesgo de que episodios que en circunstancias normales no incidirían en la conducta de nadie resulten suficientes como para desatar conflictos mortíferos. Ya sabemos que la Argentina es un "polvorín", como suelen decir los indignados por sus lacras sociales, motivo por el que convendría que quienes se sienten comprometidos con el destino del conjunto se negaran el placer de encender fósforos retóricos que si bien sirven para iluminar su propia imagen también contribuyen al riesgo de que sus predicciones resulten ser profecías autocumplidas.
     
     
Tapa || Economía | Políticas | Regionales | Sociedad | Deportes | Cultura || Todos los títulos | Breves ||
Ediciones anteriores | Editorial | Artículos | Cartas de lectores || El tiempo | Clasificados | Turismo | Mapa del sitio
Escríbanos || Patagonia Jurásica | Cocina | Guía del ocio | Informática | El Económico | Educación