Lunes 15 de julio de 2002
 

Sabios desubicados

 
  Claramente frustrado por su incapacidad manifiesta para resolver el caso argentino, el FMI acaba de anunciar la conformación de un "comité de expertos" cuya tarea consistirá en asesorar tanto al gobierno del presidente Eduardo Duhalde como a Horst Köhler, Anne Krueger y Anoop Singh, explicándoles cómo "diseñar un marco monetario". Aunque los cuatro integrantes del comité, Hans Tietmeyer, Luis Angel Rojo, Andrew Crockett y John Crow, difícilmente podrían ser más eminentes, no es demasiado probable que logren aportar mucho a la solución del embrollo que se ha creado. Bien que mal, aquí el problema fundamental no es económico sino político y cultural. No es necesario ser un ex presidente del Bundesbank alemán como Tietmeyer o ex director ejecutivo del Banco de Inglaterra como Crockett para entender que la estabilidad de la moneda dependerá en última instancia de los recursos disponibles para respaldarla. Sin embargo, encontrar la forma de persuadir a todos los miembros de nuestra clase política, sin excluir a los jueces, de que es imprescindible que no sólo tomen en cuenta los hechos objetivos sino que también actúen en consecuencia, constituye un desafío que con toda seguridad les resultará excesivo. Por contundentes que resulten ser sus planteos teóricos y por ingeniosas sus recomendaciones, no incidirán en la conducta de las autoridades argentinas a menos que les permitan seguir negándose a tomar medidas que podrían suponerles "costos políticos".
Por supuesto que políticos, sindicalistas, académicos y otros siguen pronunciándose contra la "ortodoxia", informándonos que a diferencia de los expertos del mundo exterior serían capaces de enriquecer al país y a sus habitantes con métodos muy diferentes de los favorecidos por el FMI, los gobiernos del "primer mundo" y demás reductos del "pensamiento único", pero los reparos de esta especie no tienen mucho que ver ni con la teoría económica ni con los principios que suelen respetar los encargados de manejar economías menos excéntricas que la nuestra. Antes bien, sólo se trata de maniobras encaminadas a defender intereses sectoriales determinados. Si bien algunas estrategias que no aprueban los "ortodoxos" podrían resultar perfectamente válidas, ni siquiera los esquemas más imaginativos permitirían a nuestras autoridades violar las leyes básicas de la matemática para que todos cuenten con más dinero. En vista de que la aspiración principal de todos aquellos políticos y sindicalistas que, su ignorancia abismal del tema no obstante, se afirman atraídos por alguna que otra variante heterodoxa, consiste en continuar gastando como si la Argentina tuviera un producto per cápita dos o tres veces mayor que el registrado por los estadísticos, es de prever que pronto lleguen a la conclusión de que los cuatro expertos no entienden nada de las particularidades criollas y que por lo tanto convendría desoír sus consejos. Por ser el cuarteto de expertos reclutado por el FMI básicamente angloalemán - el español Rojo estudió en la London School of Economics -, a los populistas locales no les faltarán pretextos en su opinión convincentes para descalificarlo.
Los más de seis meses que han transcurrido a partir de la caída estrepitosa del gobierno aliancista han resultado ser tan calamitosos no sólo por la ineptitud patente de muchos funcionarios sino también porque lo que se habían propuesto era imposible. Por razones evidentes, no había una forma indolora en que un país pudiera ajustarse a la reducción drástica de sus ingresos. Tampoco la había de repartir los costos de manera equitativa. Sin embargo, cegado por el facilismo que es tan típico del populismo nacional, el gobierno duhaldista optó por llevar a cabo lo que debería haber sabido sería una operación sumamente delicada con toda la escrupulosidad de un carnicero convencido de estar en condiciones de sustituir a un cirujano. Por motivos comprensibles, los autores de dicha faena no han prestado mucha atención a los problemas gravísimos provocados por el default festivo, omisión que, como es natural, ha enojado al FMI casi tanto como sus intentos a veces alocados de enderezar la economía sin irritar a los peronistas bonaerenses, los piqueteros, la inteligencia progresista y otros sectores de mentalidad equiparable.
     
     
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