Lunes 8 de julio de 2002
 

Rumbo claro

 
  Puede que el presidente mexicano Vicente Fox sólo haya querido ser cortés cuando, después de entrevistarse con su homólogo Eduardo Duhalde, afirmó que en la Argentina "hay claridad de rumbo en lo político, lo económico y lo social", pero aun así estaba en lo cierto. Aunque en términos generales la gestión de Duhalde ha sido sumamente mala, por lo menos ha servido para eliminar algunas ilusiones que, a pesar de su extrema fragilidad conceptual, nos han resultado muy pero muy costosas. Es que antes de trasladarse Duhalde a la Casa Rosada a caballo de un brote de violencia callejera que por fortuna aún no se ha repetido, tanto él como muchos otros políticos, sindicalistas, lobbistas empresariales y, de más está decirlo, toda la intelectualidad progresista parecían concordar en que al país le resultaría a la vez fácil y beneficioso abandonar el "rumbo" anterior rompiendo con el "modelo neoliberal" y con el FMI. Si bien muchos individuos siguen reiterando como loros los lemas que proliferaron en los años anteriores al naufragio, a esta altura es de suponer que los más entienden que el futuro de la Argentina será capitalista, que denostar el "modelo" no era más que una forma al parecer técnica de rabiar contra distintas características de la realidad nacional, que el default, lejos de liberar fondos que podrían distribuirse entre los pobres, significó la depauperación de la mitad de la población del país y que, por odiosos que en ciertas ocasiones nos parezcan los representantes del FMI, no nos convendría en absoluto imaginar que negarnos a tomar la medicina amarga que siempre proponen nos permitiría vivir más felices.
En otras palabras, la presencia durante seis meses de un gobierno encabezado por quien había sido el paladín más vehemente del populismo peronista-radical, ha confirmado que las recetas que había reivindicado eran no meramente inútiles sino también extraordinariamente destructivas y que por lo tanto tendríamos que resignarnos a las habitualmente aplicadas en el resto del mundo. Duhalde no ha sido el primer presidente que se haya visto constreñido a reconocer esta verdad lapidaria -el radical Raúl Alfonsín y, a su manera, el peronista Carlos Menem también aprendieron que sus propuestas originales habían sido fantasiosas-, pero es probable que a raíz de la experiencia del bonaerense se habrán eliminado las últimas dudas en cuanto al valor real de la siempre mítica "alternativa" populista.
Es factible que en los meses próximos surjan nuevos dirigentes que resulten capaces de disputar el triunfo en las elecciones fijadas para el 30 de marzo del año que viene, pero en tal caso sorprendería que se tratara de personas comprometidas con versiones del proyecto populista tradicional. Mientras tanto, los tres precandidatos considerados más promisorios, Menem, Carlos Reutemann y Elisa Carrió, no están proponiendo ninguna variante importante del "rumbo" al cual se refirió Fox: aunque la chaqueña suele dar a entender que de tener la oportunidad llevaría a cabo muchos cambios profundos, a menudo se ha pronunciado en favor del "capitalismo en serio", lo cual podría suponerle algunas dificultades en su relación con la izquierda pero que le ha sido necesario porque a pesar de todo lo sucedido el grueso de la población no tiene por qué confiar en cualquier otro sistema.
El problema ya no consiste en elegir un "rumbo", sino en la capacidad de la clase dirigente del país para avanzar por el camino ancho que con escasas excepciones es considerado el único transitable. Por desgracia, aunque ya se da por descontado que, como acaba de señalar el mandatario mexicano, la Argentina tendrá que limitarse a improvisar en el contexto de los "modelos" capitalistas que el mundo ha consensuado, la voluntad de nuestros dirigentes de asumir las implicaciones de esta decisión colectiva y de actuar en consecuencia sigue siendo llamativamente débil. En efecto, es tan notable la resistencia de los miembros de todos los partidos significantes a pagar "costos políticos" eliminando los privilegios y "conquistas" más escandalosos inherentes al "modelo" corporativo que se hundió el año pasado, que el país ha quedado virtualmente paralizado, problema éste que, ya concluidas las polémicas insensatas en torno del "neoliberalismo", tendríamos que solucionar cuanto antes.
     
     
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