Sábado 27 de julio de 2002

 

Apología de la siesta

 

Por la luz que me alumbra

  La pereza es uno de los pecados capitales y podemos decir que el sueño es el éxtasis de la pereza, su culminación.
Es el premio a tanto esfuerzo por evitar hacer algo. Es curioso pero es el único de los placeres capitales que no se disfruta durante sino antes o después. Uno siempre dice: qué buena siesta me voy a hacer o qué linda siesta que tuve.
Y como nadie está exento de tener un mal sueño, podemos determinar científicamente que el segundo antes de dormirse siempre es el mejor. Por supuesto, sin dejar de citar la ley de Murphy número 273 que dice que las siestas interrumpidas para ir a trabajar siempre eran potencialmente las mejores y ya que estamos en tema, la 273 bis: "La película que comienza quince minutos antes de irnos a trabajar es definitivamente mejor que la que pueden dar un día franco en ese mismo horario".
No es fácil encontrarse con una buena siesta y son varios los factores que coadyuvan, a saber: la temperatura interior, el peso de las mantas, lo estiradas que estén las sábanas y, por supuesto, la exacta posición de la almohada.
No es lo mismo la almohada 36º al norte que 36º al nornoroeste. Ni un dato menor asestarle no menos de siete golpes al relleno para hacerla mullida en grado exacto.
Un dato esencial que recomiendan hasta los psicólogos es desnudarse para acostarse. Dormir vestido es casi tan inútil como ir a trabajar en pijamas. En cualquiera de los dos casos nadie creería que uno lo está haciendo con convicción.
Y aunque todos piensen que la siesta es una actitud de cierto abandono están muy equivocados, hay que estar íntimamente convencidos de que es lo mejor que nos puede pasar en las próximas tres horas y que hay que esforzarse por superarse cada día.
Recomendamos adobar las siestas con documentales de pájaros del canal 33 o alguna película francesa a bajo volumen.
Un buen proyecto para una siesta requiere de sacrificios que hasta podría ser levantarse a las siete de la mañana. Aunque no hagamos nada sólo el recuerdo de ese momento aciago hace que en el mediodía comencemos a entornar los párpados dulcemente.
Si usted no disfruta seguido de una siesta ya sabe por qué. Una siesta de dos horas bien planeada equivale a arrojarse improvisadamente sobre la cama y arrugar la ropa durante 15 minutos.
Por supuesto siempre y cuando no aparezca el Hannibal Lecter de la siesta, el Lutor de Morfeo. ¡El papero!, siniestro personaje que con su altavoz hace que saltemos de la cama y quedemos sentados con palpitaciones. Decididamente el Darth Vader de la almohada tibia.

Horacio Licera
hlicera@rionegro.com.ar
   
    ® Copyright Río Negro Online - All rights reserved    
     
Tapa || Economía | Políticas | Regionales | Sociedad | Deportes | Cultura || Todos los títulos | Breves ||
Ediciones anteriores | Editorial | Artículos | Cartas de lectores || El tiempo | Clasificados | Turismo | Mapa del sitio
Escríbanos || Patagonia Jurásica | Cocina | Guía del ocio | Informática | El Económico | Educación