Martes 23 de julio de 2002

 

La canción porteña reúne al tango y al rock

 

La música urbana va encontrando a los renovadores. Artistas cambian y mezclan géneros para cantarle a la ciudad.

  El respeto y la sacralización que en ocasiones pone a las músicas populares en un museo inalcanzable y lleno de telarañas puede convertirse en una traba para dar paso a la regeneración y transformación de algunos géneros musicales que por su belleza y valor merecen ser revisitados a través del tiempo.
Si bien desde hace unos años se habla de un resurgimiento del tango en la danza y en la música, pocos son los artistas que se arriesgan a aportar su mirada al género para darle un contenido y una forma más acorde a esta época y pintar a una Buenos Aires actual, con más años de historia, más vida transitada y nueva escenografía social.
Consciente o inconscientemente, impulsados por los "límites del rock" o sencillamente por la necesidad de explorar en las raíces de la música porteña, se insinúa una camada de músicos locales que dejó penetrar en sus composiciones el espíritu del tango, para darle nueva vida a ese rico legado.
Palo Pandolfo, Daniel Melingo, Pequeña Orquesta Reincidentes, Buenos Aires Negro y La Chicana son algunos de los grupos y solistas que desde hace tiempo vienen trabajando en un camino tan complejo como interesante, que es el de insertar en sus creaciones elementos de la música ciudadana partiendo cada uno de diferentes conceptos artísticos y vertientes estéticas.
Más allá de prejuicios y de las leyes que dicta el mercado, el circuito musical local se ha enriquecido desde hace unos años con nuevas propuestas de artistas jóvenes y no tan jóvenes que se animan a componer canciones urbanas en las que cuentan historias "de acá" y en las que abundan aires de tango.
Uno de los pioneros en esta búsqueda de algunos músicos locales, en su mayoría procedentes del rock, es el poeta, cantante y compositor Palo Pandolfo, ex líder de Don Cornelio y la Zona y Los Visitantes, quien en su segunda formación comenzó a trasladar en sus temas su pasión por el tango, trazando un nuevo rumbo y proponiendo una diferente manera de decir.
Tanto Pequeña Orquesta Reincidentes, banda que desde hace más de una década viene contando relatos con la carga trágica y melancólica del tango, como Melingo, uno de los íconos del rock nacional que después de haber tocado en grupos como Los Twist y Los Abuelos de la Nada decidió desde hace cuatro años abocarse de lleno al género, forman parte de este panorama musical luminoso y esperanzador.
Buenos Aires, con sus olores y personajes oscuros, con sus calles y la humedad, aparecen en las letras casi cinematográficas de Peche Estévez, el carismático cantante y líder de Buenos Aires Negro, una numerosa agrupación de la escena under porteña que desde una actitud desafiantemente rockera transita estéticas y melodías con cadencias tangueras.
Desde posturas y lugares distintos, algunos plasman la influencia del género en las letras, otros en la forma de interpretar y aquellos en los arreglos musicales. Pero todos coinciden en volcar en sus creaciones, en mayor o menor medida, su evidente gusto por el tango y por contar relatos y crear atmósferas que sólo podrían suceder y sentirse en este lado del mundo.
En el rubro tango tradicional, uno de los nombres que surgen es La Chicana, una agrupación que lleva una decena de años girando por la escena porteña y a partir de nuevas composiciones creadas en su mayoría por el guitarrista Acho Estol y con la personal voz de Dolores Solá, llegó para ponerle una cuota de frescura a la vieja guardia del género.
Estos nombres son quizás la punta más visible de un movimiento en ciernes en el que también merecen citarse las experiencias de 34 puñaladas, Angela Tullida, Los Gardelitos y Araca París, quienes aportan aires propios al cada vez más incierto desafío de incursionar en lo propio para dar forma a una música argentina, con raíces y sueños, en tiempos del despiadado imperio de la globalización. (Télam).

Romina Grosso

Dos estilos en relaciones atractivamente peligrosas

Desde su inédito alumbramiento como rock en español con apertura estilística, testimonio social y referencias locales, el rock argentino supo relacionarse fecundamente con diversos aspectos del institucionalizado tango.
Si los tangueros tradicionales de entonces temblaron ante la irrupción de Astor Piazzolla, tampoco recibieron con los corazones abiertos a los jóvenes pelilargos de guitarras enchufadas y distorsión.
Sin embargo, la irregular relación entre ambas tribus no impidió algunos felices vínculos (expresados, por ejemplo, en el grupo Generación 0, del bandoneonista Rodolfo Mederos) o en la inevitable veta tanguera que asomó en poesías y músicas de los muchachos enrolados en el rock.
Así mientras el tango oficial languidecía con su tintura barata y su esmoquin apolillado en espacios como "Grandes Valores del Tango", el rock encontró en canciones de Moris, Litto Nebbia, Miguel Cantilo, Charly García y Luis Alberto Spinetta, una serie de referencias a Buenos Aires que se emparentaban fructíferamente con la usina creativa del mejor tango.
Si Los Beatles eran la guía estilística, Gardel, Troilo y Pugliese constituyeron el trípode que sustentaba el espíritu de aquellos artistas que comenzaban a parir un idioma que cambiaría el tono de la cultura al sur de América.
De la resistencia a la dictadura militar a la naciente democracia, el rock comenzó a ganar espacio mediático y se estandarizó en un lenguaje más cercano a pautas de género que a arriesgadas señales de su tierra, pero igual se permitió guiños urbanos de raigambre tanguera gracias a autores como Palo Pandolfo y los rosarinos Fito Páez y Adrián Abonizio, entonces escribas del cantante Juan Carlos Baglietto.
Los "90 afianzaron el negocio en torno de un rock que propició una cultura donde lo joven fue sinónimo de moderna liviandad pero, otra vez, el arrabal se hizo fuerte con la irrupción de Los Piojos, Bersuit Vergarabat o Kapanga, por citar sólo algunas llamativas expresiones, de esa vuelta a las raíces, de ese culto al empedrado.
Además y como oposición al modelo exitoso, educado y fashion del rock vernáculo, varios se bajaron de ese tren y desde diversos modos de expresión, comenzaron a cultivar otros aires.
En los albores de un nuevo siglo que la Argentina recibe con gastadas luces de neón, el rock y el tango se encuentran con la naturalidad de una historia gloriosa deseosa de recrearse, con el inevitable poderío de una tradición que puede ser trampolín y puente para contar qué es lo que pasa.
Herencia y desenfado, sabiduría y sed de novedades, dolor y más dolor, parecen ser las diversas fórmulas capaces de hermanar a dos géneros que comenzaron a conectarse hace más de tres décadas pero que recién ahora, tal vez, se encuentren más profundamente. (Télam).

   
    ® Copyright Río Negro Online - All rights reserved    
     
Tapa || Economía | Políticas | Regionales | Sociedad | Deportes | Cultura || Todos los títulos | Breves ||
Ediciones anteriores | Editorial | Artículos | Cartas de lectores || El tiempo | Clasificados | Turismo | Mapa del sitio
Escríbanos || Patagonia Jurásica | Cocina | Guía del ocio | Informática | El Económico | Educación