Martes 23 de julio de 2002

 

El ocultamiento del cadáver de Eva

 
  BUENOS AIRES.- El itinerario recorrido por el cadáver de Evita para evitar su destrucción fue reconstruido por un equipo de periodistas del suplemento "Zona" del diario "Clarín", a través de una serie de notas publicadas entre mayo y diciembre de 1997.
Uno de ellos, Sergio Rubín, continuó la investigación durante cinco años y el resultado de la misma se vuelca en el libro "Eva Perón: Secreto de confesión", recién publicado por la editorial Lohle Lumen.
En relación a la investigación de "Zona", "uno de los aportes fundamentales del libro son las fuentes que nos confirman que Pío XII estaba al tanto del operativo", ideado por el padre Francisco "Paco" Rotger y en el que no intervinieron las autoridades eclesiásticas argentinas. No apoyaron la idea, ésto está probado -subraya Rubín en una entrevista con Télam-, fue la Compañía de San Pablo la que pidió al Papa que diera luz verde".
"Otro aporte pasa por establecer fehacientemente, a través de un documento que acompaña el texto, que la madre de Evita había dado la autorización al gobierno militar, mientras estaba exiliada en la embajada de Ecuador, para que se le diera cristiana sepultura al cuerpo", menciona el periodista.
Luego de permanecer por tres años en la CGT y a raíz del derrocamiento de Perón el cadáver de Eva fue retirado de allí en un camión, el 23 de noviembre de 1955, por el jefe del Servicio de Inteligencia del Ejército, de ese entonces, teniente coronel Moori Koenig.
Desde ese momento, el cuerpo de la "abanderada de los humildes" sufrió todo tipo de vejaciones y estuvo a punto de ser destruido por integrantes de la Marina, pero la imprevista y oportuna intervención de un cura castrense, el padre Rotger, logró poner en marcha una operación de salvataje.
El cuerpo embalsamado de Eva Perón viajó de incógnito en un barco a Italia y fue enterrado en una tumba en las afueras de Milán, bajo otro nombre, hasta su restitución a Perón en 1971.
Refiriéndose al hecho de por qué el Vaticano autorizó a la Compañía de San Pablo, a la que pertenecía Rotger, a participar del ocultamiento del cadáver, Rubín destacó que "en la diplomacia eclesiástica importan mucho los temas que tienen un carácter humanitario. Hechos que tendrán una importancia no inmediata sino en años".
El operativo, sin embargo, hubiera sido impensable "sin una figura como la del padre Rotger, que era amigo de Lanusse, con llegada directa a Pío XII y que pertenecía a la Compañía de San Pablo".
El abordaje de la figura del padre Rotger, fallecido en 1974, requirió del testimonio de personas muy cercanas al sacerdote, como el ginecólogo Roberto Nicholson y con los datos obtenidos Rubín utilizó técnicas literarias para recrear en el texto las circunstancias previas al operativo.
"Se conjugaron varios factores para hacer posible esta investigación -reflexiona Rubín-. En la Iglesia estaba el tema de la revisión histórica, pedida acá y en todo el mundo por el Papa Juan Pablo II, un examen de conciencia para el Jubileo del año 2000".
"El ejército esperó que hablara la Iglesia y abrió sus archivos. Nos dio datos muy importantes. Como dijo en 1997 Giulio Madurini -sacerdote de la Compañía de San Pablo que custodió el secreto de la tumba de Evita y figura clave para reconstruir todo la historia- "ahora es el momento de hablar"... cuarenta años después", desde que el féretro había embarcado rumbo a Italia.
Para Rubín el hecho de ser especialista en temas religiosos fue una desventaja a la hora de sentarse a escribir este libro. "Fue difícil quitarme de la cabeza un montón de asuntos internos que no hacían a la sustancia del relato, pero tuve la ventaja de conocer la mentalidad, los códigos eclesiales, que son muy particulares".
El itinerario seguido por el cadáver de Evita está enmarcado por el contexto de la época, donde Rubín subraya las relaciones mantenidas por el general Juan Domingo Perón, como presidente de la Nación, con la Iglesia Católica, de la que se fue distanciando hasta llegar el episodio de la quema de las iglesias, un día después de que 200 personas murieran por el bombardeo a Plaza de Mayo.
Al respecto, Rubín apunta que "es interesante contrastar los estilos políticos que se enfrentan. Perón era un tipo muy pragmático, "toma y daca", un criterio muy práctico que siempre ha tenido el peronismo, pero la Iglesia no actuaba así. La actitud eclesial, que a veces aparece como muy dual, cuesta definirla, no es fácil".
Y puntualiza: "Yo dejo planteado interrogantes. Considero que es muy atendible el argumento de los que piensan que la Iglesia le hizo el juego a la dictadura militar y ocultó la principal bandera peronista (por el cuerpo de Evita); es muy atendible el hecho de que la madre de Eva Perón se murió sin saber donde estaba su hija".
"No quiero erigirme en abogado de la operación efectuada por la Iglesia. Como periodista me siento en la obligación de poner todos los argumentos y datos disponibles ... cuarenta años después". (Télam).
   
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