Sábado 20 de julio de 2002

 

Hilarión Furque, agua para la vida

 

Parte II

  El valle rionegrino, a más de mil kilómetros del influyente puerto porteño, igual le ponía calor humano a aquella nueva patriada y también participaba de buena perspectiva para algunos hombres de la llamada "generación del "80". Fueron pocos, poquísimos. De la elite transformadora para esta parte del país, aunque nos resulte difícil ubicarnos desapasionadamente en aquella geografía y en aquellos años. Era otro desafío. Poblamiento sí, pero con tierra y agua aseguradas. El presidente Roca conocía el problema, posiblemente recordando opiniones y escritos de técnicos y científicos que lo acompañaran en la campaña de 1879. Por eso su justificada insistencia en hacer las cosas bien. En carta a Hilarión Furque (2/9/1884) le decía: "Estimado amigo: He leído con interés su carta y quedo impuesto de las noticias que me transmite respecto a las obras de irrigación. Me alegro que vayan bien, aunque creo que la actividad es poca tratándose de trabajos tan importantes y cuya terminación es cada día más reclamada". Y seguidamente agregaba: "Creo con Ud. muy oportuna y necesaria la confección de una memoria descriptiva, y de esto nos ocuparemos con empeño una vez que llegue el momento fijado por Ud. mismo". Roca cerraba la misiva mostrando su interés por estas tierras que había recorrido a caballo, diciéndole: "Por ahora no me cansaré de recomendarle la mayor rapidez en la prosecución de las obras, asegurándole que aquí se hace y se seguirá haciendo cuanto se pueda para ayudarlo. Soy siempre su afmo. amigo. Julio Argentino Roca".
El canal tuvo graves problemas de funcionamiento, dando motivo a reiteradas quejas de los colonos, por lo cual Furque, como director de la obra y jefe de la Oficina de Irrigación, estaba en permanente defensiva: "Es falso lo que se refiere a la destrucción constante del canal, pues en obras de esta especie, lo natural es que ganen en solidez a medida que pasan más tiempo en servicio", diría. Todo concluyó con decreto del 6/10/1890 por el cual se nombró en comisión al cnel. Victoriano Rodríguez, Francisco Díaz, Ernesto Gramonal y Pedro Maglioni "los que tomarán a su cargo la administración del canal… y propondrán la adopción de medidas… y la construcción de las obras complementarias a fin de que pueda ser librado al servicio público", todo ello considerando que del respectivo expediente "resulta que se halla abandonado y en peligro de total destrucción el canal General Roca".
Por aquellos años (1888) encontramos a Hilarión Furque en otro menester, alejado de la pala y el agua y como "miembro corresponsal del Instituto Geográfico Argentino", la prestigiosa y científica institución que fundó Estanislao S. Zeballos. Y es en un boletín del Instituto donde publica la "Descripción del Pueblo General Roca por el señor ingeniero Hilarión Furque" (sic), notable descripción que puede considerarse una de las más valiosas de la época, en la cual tras señalar la situación geográfica del naciente pueblo, anota sobre su clima, población, producciones (agricultura y ganadería), comercio, vías de comunicación, resumen general y censo, trabajo en el cual prácticamente no escapa nada su fina observación y conocimientos: "Las producciones en cueros y lanas de dichas comarcas -referidas a las costas del Neuquén y Limay- tienen que ser almacenadas aquí para embarcarlas con destino a Patagones", en razón del servicio de vapores por el río Negro entre Fuerte Roca y Carmen de Patagones. También surge de dicho Boletín que el censo levantado el 10/12/1887 arrojó "1.202 habitantes, sin contar la población militar: son argentinos 1.002 y extranjeros 200" y en cuanto a la agricultura se desarrollaba en "proporciones increíbles", "El trigo es de tan buena calidad como el del Chubut" y la alfalfa crecía "tan bien o mejor que en San Juan y Mendoza" y sobre la vid opinaba que "nadie duda ya de que Roca es parte de la región agrícola en nuestro país". Sobre el comercio consignó que "hay en Roca más movimiento comercial que en Viedma". En cuanto a comunicaciones se usaba el telégrafo, galeras y vapores de la Escuadrilla del Río Negro y con enamoramiento roquense afirmaría en dicha publicación: "Con profunda convicción que Roca será en poco tiempo el pueblo más importante de los territorios del Sud". Resaltaba que existían 42 "edificios para comercio", 21 almacenes, 14 tiendas y en menor número otros ramos, como ser "2 hoteles, café y billares".
Hay un blanco en su vida y familia a partir de dejar Roca, pero en 1890 lo encontramos en Viedma como presidente del Consejo Escolar durante la visita del inspector de Escuelas de los Territorios Raúl Basilio Díaz. Después, deja la Patagonia en forma definitiva y luego de vivir un tiempo en Buenos Aires se radica en Catamarca a partir de 1896, donde se dedica a tareas de su especialidad: tierras y obras de irrigación, provincia donde proyecta -entre otros- el embalse "El Jumeal", llegando a jefe de Riego y legislador ad-honórem. Un juicio: "Desde el principio de nuestra conversación me causó la mejor impresión: era un hombre cuya edad parece indefinible, pues lo mismo podía tener cuarenta como cincuenta años. De regular estatura, bien conformado, de semblante risueño y muy afable, todo su aspecto predisponía a la simpatía y respeto. Sencillo, nada de afectación y de arrogante prestancia, dentro de la mayor modestia… en fin, me bastará calificarlo de persona agradabilísima", expresaría Carlos A. Carranza en su libro "A través de Catamarca".
Hilarión Furque -¿primer hidrólogo rionegrino?- también descolló en la provincia andina y fue en 1900 en "Anales de la Sociedad Científica Argentina" -nada menos- cuando apareció su trabajo "Las ruinas de Londres de Quinmivil", paraje catamarqueño definido en el primer párrafo: "Siguiendo mi inclinación de buscar elementos que puedan contribuir a esclarecer los hechos obscuros de la historia de nuestro país, acabo de encontrar las ruinas de una ciudad fortificada. Como a tres kilómetros al oeste -prosigue- de la actual aldea de Londres, en el valle de Quinmivil, contra los cerros del Poniente, existen las ruinas referidas, ocultas entre un gran bosque. Constan como de sesenta casas, tres cuarteles, al parecer, dos fortalezas y dos fortines". Tierra, agua y también arqueología. De su matrimonio nacieron Samuel, Alberto, Elena, Rafael y Santiago. El primer día de diciembre de 1911 fue su último suspiro. Una calle de la capital catamarqueña lleva su nombre y también la central hidroeléctrica automática del canal principal de riego del Alto Valle rionegrino, kilómetro 58, según resolución de la Dirección General de Agua y Energía del 29/4/1949. Su busto forma parte del paisaje en el "canalito" de General Roca, Río Negro.

Héctor Pérez Morando

Bibliografía principal: ANH. Congreso Nacional de Historia, 1980. Entraigas, R. SDB. Un regalo, 1972. Laría, S.C. Acerca del origen, 1972. Servicio Histórico Ejército. Informe, 2002. Pérez Morando, H. Correspondencia familiar, 1995. BIGA T. IX, 1888. Anales SCA T. L, 1900. Registro Nacional, 1882. Paesa, P. R. SDB. Un pionero, 1964. Revista J.I.E.H. Río Negro 72-2. Diario "La Unión", Catamarca, agosto 1977 y otros.

   
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