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Miércoles 17 de julio de 2002 | |
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Angélica Gorodischer traza una crónica urbana |
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La escritora plantea la ciudad como un gran escenario en "Doquier", su nueva novela |
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 Buenos Aires, (Télam).- En "Doquier", la escritora Angélica Gorodischer se sumerge en el siglo XVIII, entre los pliegues y rituales de una ciudad tendida junto al río, para trazar una crónica urbana donde ambiguos personajes deambulan por los misterios que palpitan tras una oscura casa tapiada."Puede que sea Buenos Aires o puede que no, no lo sé; pero se trata de una ciudad ubicada junto a algo que puede ser un río enorme o tal vez un vasto paisaje hídrico, pero no me interesan las precisiones cartográficas", comentó Gorodischer. Lo importante, acentúa la escritora, "es que la ciudad está planteada como gran escenario, algo así como un marco epocal con rasgos de las ciudades americanas de antaño; para la historia me bastó con inventar algunos callejones o recovecos; es decir, remitirme menos al paisaje urbano que a los pliegues por donde transita la ficción". Publicada por Emecé, la novela se centra primordialmente en dos ámbitos: una casa que permanece oscura, cerrada y silente durante años en un callejón del Bajo y otra, cercana a la plaza, que ha sido sucesivamente parte de un convento, sede de la judicatura, albergue de esclavos y refugio de meretrices. La autora las define así: "Una de las casas está muerta (o parece muerta) y entierra los recuerdos que nadie quiere sacar a la luz, una casa donde hubo grandes acontecimientos sociales; la otra funciona como un ojo desde donde el narrador, su actual ocupante, vive atento a todo lo que pasa desde la inmovilidad que le depara una parálisis". Este narrador, un especialista en hierbas sanadoras por el cual pasa el tamiz de la historia, tiene una cierta ambigüedad genérica a lo largo de la trama, que avanza a partir de su mirada y de las incesantes versiones que llegan a sus oídos. Jamás puede precisarse con exactitud su sexualidad. Gorodischer prefiere no hablar de un ser indefinido sino de un "continuum sexual, de esas infinitas variaciones existentes entre los estereotipos masculino y femenino en estado puro que, pese a haber existido siempre, afortunadamente se pueden reconocer hoy y asimilar como algo natural". El eje dramático de la historia se desencadena con la llegada vía España de otro personaje, un tal Raimundo, sobrino del anterior habitante de la enigmática "Casa del Bajo", muchacho joven, rico y mundano. Su arribo obra como disparador; la apertura de la propiedad comienza a remover aquello subyacente que palpita en el inicio y se desencadena un entramado de obsesivos escamoteos y máscaras tendientes a dejar en la sombra o en la ambigüedad definitivamente los secretos. "Se da una paradoja -apunta la autora-: el hecho de que al abrirse la casa, con la resurrección, lo que sale a la luz debe permanecer encubierto, afloran entonces las formas que asume lo velado para emerger sin delatarse; de ahí ese asunto de los disfraces llevado al punto de que nadie sabe realmente quién es el otro". Junto a estos enigmas, el relato convive con recurrentes alusiones a los acontecimientos europeos del momento, sobre los cuales la autora cree necesario una oportuna advertencia sobre el carácter falsario de una narración que no se inscribe en la denominada novela histórica. "Lo hago, primero, porque son referencias un tanto difusas; más bien para situar la época en que se movía tal personaje o dar una pincelada del contexto americano de entonces, que era un eco del europeo", explica la autora. Pero sobre todo "porque tengo una notable predisposición al anacronismo, a inventar más que a investigar la historia, y aunque de entrada pueda parecer una novela histórica, temo que el lector tropiece finalmente con un desengaño ¿no?". |
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